Los docentes estamos en un momento de cambio. De cambio del instructor que fuimos y al educador que debemos ser; de la confianza que otorga una autoridad institucionalizada a la vulnerabilidad que conlleva el tener que ganarse diariamente el respeto del alumnado; de la defensa de una cultura hegemónica a la necesaria sensibilidad hacia otras culturas y formas de pensar; de la cómoda objetividad de los libros de texto a la convulsa realidad virtual de internet.
En ese cambio, es fácil perderse, naufragar en el intento y renunciar a compromisos y responsabilidades. Ya no resulta posible ser solamente un químico que enseña su ciencia, o un mentor que modela unos valores, o un tutor que canaliza los impulsos o un mediador que soluciona los conflictos. Es necesario serlo todo.