Ser enfermero en tiempos de pandemia
Explican que no se sienten héroes, a pesar de haber trabajado largas jornadas con mucha tensión y haberse enfrentado a tanto sufrimiento durante muchos días consecutivos«Toda la humanidad ha sido llamada a vivir esta "coronaexperiencia" y considero que nos llevará a experimentar grandes cambios en el ámbito laboral y en el social», afirma Stefano Scrimieri, estudiante del grado de Antropología y Evolución Humana (URV, UOC). Estudió Enfermería en Italia y desde el 2009 reside en Cataluña. A él le ha tocado vivir esta experiencia como enfermero de quirófano y reanimación en el Hospital Sant Joan de Déu de Manresa, donde trabaja de noche en urgencias. «Mi "coronaexperiencia" ha sido intensa en todos los sentidos, en el plano profesional y sobre todo en el personal. Siempre he sido consciente de que el mundo sanitario está caracterizado por una presión constante, por cierta inestabilidad laboral, por los recortes, por la falta de personal... pero nunca había pensado que me encontraría en esta situación», explica.
Para Ariadna Tigri tampoco ha sido fácil. Estudia Derecho y trabaja como enfermera gestora de casos en la Unidad de Enfermedades Minoritarias del Hospital Vall d'Hebron y como profesora de inglés en una academia. «He acompañado a pacientes y alumnos que realmente han vivido situaciones muy duras. Habitualmente, las relaciones personales y la implicación emocional que comportan mis trabajos son algo con lo que convivo y que me gusta, pero durante esta pandemia no siempre ha sido fácil de gestionar», afirma. Aun así, está convencida de que «habría sido más duro si no hubiera seguido con el ritmo habitual de mi rutina: dar clases a mis alumnos y estudiar Derecho me ha permitido evadirme de lo que vivía en el hospital. Sentir que daba lo mejor de mí me ha permitido saber que no me mantenía al margen y que ayudaba en lo que podía», señala.
Tatiana Andrea López, enfermera colombiana y estudiante del grado de Derecho, eligió esta profesión para «atender de una forma íntegra a nuestros pacientes, desde el punto de vista físico, psicológico y social. Además, nuestra labor está dirigida a la promoción de una vida saludable, a la prevención de enfermedades y a la gestión de un cuidado integral tanto de la persona sana como enferma», señala. Actualmente ejerce en Madrid como enfermera de UVI y en un centro geriátrico. Tampoco ella había imaginado una situación así: «Me convertí en una soldado sanitaria y lo que he vivido es digno de darse a conocer. Me ha dejado muchas enseñanzas, entre ellas, el hecho de que cada día me convenzo más de que el ser humano es muy vulnerable a adquirir una enfermedad y que, por lo tanto, debemos trabajar unidos, de una forma interdisciplinar, con miras a una proyección académica, investigadora, administrativa, comunitaria y clínica, para satisfacer las necesidades de la población». Estas semanas, Stefano Scrimieri lo ha vivido así: «Lo que no ha faltado en ningún momento ha sido el compañerismo. He tenido la oportunidad de conocer nuevos compañeros, cada uno con su manera de ser, y actuar juntos delante de una situación tan caótica. Éramos un todo», señala.
Él considera, como Tatiana Andrea López, que «no hay mal que por bien no venga». «Solo hay que recordar que, durante la cuarentena por la epidemia de la gran peste de 1600, Isaac Newton desarrolló la teoría de la gravedad y transformó nuestra visión del cosmos», afirma. «Como futuro antropólogo y apasionado del misterio del ser humano, esta experiencia ha sido y sigue siendo una oportunidad para crecer interiormente y valorar lo más valioso: mi vida misma. Lo mejor ha sido descubrir, personalmente, nuevos mundos interiores, entre ellos, recursos y habilidades como la capacidad de adaptación, la creatividad, la tenacidad, la valentía, la empatía y, sobre todo, la presencia y el hecho de fluir de manera constante», añade.
Pero sería de insensatos o de inconscientes negar una realidad de enfermedad, dolor y muerte que ha pesado y aún pesa. «A pesar de estar acostumbrado a tratar con pacientes críticos, lo peor ha sido enfrentarme a tanto sufrimiento durante muchos días consecutivos: trabajar doce horas seguidas con una sobrecarga de trabajo fuera de lo normal, en un entorno de tensión, estrés, impotencia, con todo tipo de emociones y en muchos casos con equipos de protección individual (EPI) reesterilizados más veces por falta de recursos», añade Scrimieri.
Xavier Urgell, auxiliar de enfermería en el servicio de urgencias del Hospital de El Vendrell, estudiante de Turismo y padre de un bebé de veinte meses, nos explica que, además, «sufría mucho porque no sabía si llevaría la enfermedad a casa, viendo que muchos compañeros y compañeras se contagiaban». «Con mi pareja debatimos cómo actuaríamos si se daba el caso... ¡Con lo que nos costó que nos hiciesen las PCR! Cada día me levantaba pensando "ojalá esté bien y no tenga ningún síntoma de COVID-19"», añade. Merche, enfermera en el Hospital General de Granollers y estudiante de Derecho, no tuvo tanta suerte: «he vivido la COVID-19 desde primera línea con toda su crudeza; he estado aislada por prevención por posible contagio», afirma.
A pesar de tanto esfuerzo y sufrimiento, «no me he sentido como un héroe porque es nuestro trabajo, pero sí como miembro de un colectivo que se convertía en el centro de atención», reconoce Xavier Urgell. «El reconocimiento ha sido gratificante, pero también pedimos a la sociedad que tenga memoria y que no nos abandonen en nuestras reivindicaciones, ya que también son para que todo el mundo tenga una sanidad digna», añade. Tatiana Andrea López también quiere «que la gente sepa y tenga siempre presente que debemos dejarnos guiar por los expertos y cumplir a cabalidad con las normativas impuestas, ya que se hacen por el bienestar de todos».
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