inicio  
recomienda la Lección  
versión para imprimir  
sobre el autor  
  català
  castellano
  English
 
Lección inaugural del curso 2002-2003
Las nuevas tecnologías, una oportunidad para la acción humanitaria
Juan Manuel Suárez del Toro Rivero

• Presidente de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja
• Presidente de la Cruz Roja Española



Resumen: Es indudable que la evolución tecnológica es una parte fundamental del desarrollo general de la humanidad. La tecnología ha sido y es una herramienta de progreso que permite que la dignidad de vida de las personas y la superación de las cotas de libertad y de bienestar sean factibles –siempre que en su utilización impere la conducta ética y que se realicen esfuerzos, por ejemplo, para superar los problemas de desigualdad de acceso. En particular, las denominadas nuevas tecnologías de la información y la comunicación son ahora una pieza insustituible para el desarrollo social y humano, sobre todo por su capacidad de acelerarlo.

Las instituciones y organizaciones dedicadas a labores humanitarias, como el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, perciben con entusiasmo las potencialidades de estas nuevas tecnologías para el progreso, ya que representan un eficaz mecanismo para el impulso de iniciativas de solidaridad y redistribución, así como para el acceso a los derechos individuales. Es fácil evidenciar la irreversible transcendencia de las nuevas tecnologías en todos los ámbitos del tercer sector: des de la difusión de información, las campañas de sensibilización, la gestión interna y la formación de los voluntarios, hasta la captación de fondos y de socios, la participación social y el trabajo en red –tanto en el interior de la misma organización como con otras organizaciones del sector. Las nuevas tecnologías también han abierto nuevas expectativas en el ámbito humanitario en cuanto a la repercusión directa que pueden tener sobre los beneficiarios de estas organizaciones, tal y como lo demuestran, por ejemplo, los proyectos de teleasistencia y telemedicina, los proyectos de adaptación a los nuevos perfiles del mercado de trabajo o los proyectos de mejora de la calidad de vida.

En esta lección inaugural se lleva a cabo una reflexión, desde la experiencia y los valores de una institución como el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, sobre el papel de las tecnologías de la información y la comunicación como nueva herramienta para la acción humanitaria, y se reivindica la aplicación humanitaria de la tecnología con una invitación a poderes públicos, a agentes sociales y a la sociedad en conjunto a hacer un esfuerzo integrador y colectivo para aprovechar las oportunidades de innovación y de distribución del conocimiento que la vanguardia de estas tecnologías nos ofrece.


1. Introducción

Agradezco a la UOC el honor que me concede de transmitir la lección inaugural del curso 2002-2003. A través de la misma, mi pretensión es, por un lado, extender el conocimiento sobre los fundamentos y el desarrollo de la labor y los objetivos del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Y, por el otro, evidenciar la irreversible trascendencia de las nuevas tecnologías en todos los ámbitos de la tarea humanitaria asumida por nuestra organización.

De forma sintética, el objetivo de nuestra dedicación consiste en defender y propiciar el derecho de cualquier persona a ser dueño de condiciones de vida digna. Y, en este sentido, es indudable que la evolución tecnológica viene siendo parte fundamental del desarrollo general de la humanidad, de que esa dignidad de vida de las personas sea factible, permitiendo superar cotas de libertad y de bienestar. Eso, mientras impere la conducta ética en su utilización, porque siempre tienen que lamentarse, y reprobarse, los usos perversos de ese avance tecnológico, entre los que se incluye el desigual acceso a éste.

Con esa condición ética, la tecnología en general ha sido y es una herramienta de progreso. Y, en particular, las denominadas nuevas tecnologías, basadas en las telecomunicaciones de la información y el conocimiento, son ahora una pieza insustituible para el desarrollo social y humano, sobre todo por su capacidad para acelerarlo. La función de la propia UOC lo atestigua de forma ejemplar.

También la Cruz Roja y la Media Luna Roja perciben con entusiasmo las potencialidades de esta tecnología para el progreso. Representa un eficaz mecanismo para el impulso de iniciativas de solidaridad y redistribución, así como para el acceso a los derechos individuales, sin olvidar la importancia capital para el desarrollo interno de nuestra organización.

Han transcurrido ya casi 140 años desde que Henry Dunant, movido por la compasión ante el sufrimiento de los heridos de los ejércitos contendientes en la batalla de Solferino, concretara la coherencia de sus sentimientos en el impulso de dispositivos, en diferentes países, para socorrer a las víctimas de las guerras. Este fue el embrión de una Cruz Roja, originariamente circunscrita a un cometido puramente asistencial y a lo puntual de los periodos de conflicto bélico, pero que representa los cimientos sólidos sobre los que se sustenta la institución hoy.



Henry Dunant



Dunant y cuantos participaron en esos momentos fundacionales ya entonces especificaron las más básicas características que identifican a la organización en la actualidad. Desde el comienzo de la conformación de la iniciativa, se incorporaron requisitos como la actuación humanitaria sin discriminación, la necesidad de extenderla en el mayor espacio internacional posible y el desempeño del socorro a quien quisiera ejercerlo de forma voluntaria. También es cerca de ese inicio cuando se empieza a cuestionar la oportunidad de ampliar esa prestación de socorro a los afectados por calamidades en tiempos de paz.

Aun cuando estas condiciones de actuación fueran asumidas entonces desde concepciones caritativas y filantrópicas, creo que bien pueden considerarse como precursoras del actual concepto de solidaridad que, felizmente, cada día asume un mayor número de personas. Así lo refleja el dinamismo de las múltiples organizaciones dedicadas a la cooperación internacional y a la atención a los colectivos desfavorecidos en el seno de las sociedades con mayor bienestar general. En esa respuesta solidaria, cada vez más participada, a flagrantes e injustificables desigualdades o situaciones de sufrimiento, corresponde un protagonismo especial a quienes integran el voluntariado, desde la determinación de transformar esas realidades, no sólo de aliviarlas.

En el ámbito institucional, la experiencia en la aplicación de esos primeros requisitos, acompasada a la evolución del pensamiento social, científico y técnico y a la sucesión de acontecimientos, ha decantado la doctrina humanitaria enunciada, en 1965, en los siete principios fundamentales de humanidad, imparcialidad, neutralidad, independencia, voluntariedad, unidad y universalidad. Éstos son la guía que orienta la actuación de todos sus miembros en cada una de las actividades que conforman el amplio abanico de la intervención de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja en todo el mundo. Una dedicación que encuentra un lugar propio en cualquier situación de sufrimiento humano que afecte tanto a individuos como a colectivos y que, en definitiva, persigue el respeto y aplicación efectiva de los derechos humanos.

Desde el compromiso de solidaridad que se deriva de esos fundamentos, día a día, procuramos ampliar y mejorar nuestra intervención humanitaria. Ante las situaciones de adversidad, que, bien de forma accidental o estructural, pueden padecer o vienen padeciendo una porción grande de la humanidad, buscamos detectar las necesidades desde el conocimiento de las causas. En realidad, como desde el origen, ofrecemos auxilio, pero ya indefectiblemente vinculado a ofrecer soluciones, desde la prevención de riesgos y con la determinación de tornar las circunstancias de postración y desesperanza en procesos de prosperidad en marcos de convivencia.

Esa tarea ha ido asumiéndose durante los años de existencia institucional y según han ido emergiendo y sucediendo las realidades que han requerido nuestra implicación humanitaria. Hoy abarca la atención a las situaciones de conflicto armado, entre países o de carácter interno, a las provocadas por desastres de cualquier naturaleza y a las consecuencias de hambre, enfermedad y miseria causada por la pobreza, así como a las motivadas por la marginación y exclusión de determinados colectivos del bienestar de las estructuras sociales.





La experiencia de todos estos años nos revela las dramáticas consecuencias que la precariedad o el mal uso de los conocimientos y los medios científicos y técnicos han traído consigo. Y, asimismo, podemos reconocer los enormes beneficios cuando ciencia y técnica se han puesto a disposición del desarrollo humano. En el caso de las nuevas tecnologías, es preciso reclamar que logren su alcance universal en el menor tiempo posible. Las ventajas propias de esta auténtica revolución tecnológica pueden ejercer un papel determinante en el equilibrio de oportunidades de personas y países, pero en el caso menos deseable, también, acrecentar las ya abismales desigualdades.

El desempeño de nuestro trabajo ha llevado aparejados la estructuración y el desarrollo de una organización institucional adaptada al mismo y al logro de nuestros objetivos. Para ello, ha sido ineludible incorporar, en la medida de las disponibilidades, los recursos tecnológicos más precisos. Así sucede hoy con el uso de las nuevas tecnologías, herramienta imprescindible para extender el conocimiento de nuestros fundamentos, para incrementar el alcance y la eficacia de las acciones humanitarias y para optimizar los recursos disponibles para llevarlas a cabo.

Fue el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) el organismo fundacional de nuestro edificio organizativo, que incluye actualmente también a 178 sociedades nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja de otros tantos países y a la Federación Internacional en que se agrupan, y que tengo el honor de presidir. Cerca de 100 millones de voluntarios y voluntarias materializan toda esa labor prácticamente en todo el mundo.

El CICR, institución independiente, siempre ha conservado su dedicación original referida al socorro de las víctimas de los conflictos armados. Su experiencia le ha cualificado como el intermediario neutral en los escenarios de guerra, de tal forma que asume el encargo de la comunidad internacional de velar y hacer velar por la aplicación del Derecho Internacional Humanitario, conjunto de normas destinado a proteger a los no-contendientes –sea población civil o combatientes desarmados– y a limitar el potencial destructivo del uso de las armas. En definitiva, trata también de dar una oportunidad a la paz y a la recuperación de la convivencia, limitando en lo posible la violencia y, por tanto, la prolongación de los recelos entre comunidades. Este articulado legal, suscrito hoy por 180 estados y más conocido por los convenios de Ginebra, ha sido impulsado desde el principio por el propio CICR.

Corresponde a la Federación Internacional de Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja la coordinación del esfuerzo humanitario conjunto de sus miembros. Su actuación se localiza en cualquier escenario de emergencia, a excepción de las atendidas específicamente por el CICR, contribuyendo a reducir, a reconstruir y a resarcir los daños ocasionados por desastres puntuales o por carencias básicas y generalizadas, que detienen o impiden el desarrollo de las poblaciones de países y regiones desfavorecidos.

Por su parte, las sociedades nacionales de cada país, junto a su contribución a ese proyecto institucional común, desarrollan planes de atención adecuada a cuantos requerimientos humanitarios surgen en el seno de sus propias comunidades. Obviamente, el potencial de actuación de cada Cruz Roja o Media Luna Roja se proporciona a la realidad social y económica del país respectivo. En la Federación Internacional hemos asumido como una prioridad impulsar, desde la solidaridad interna, el fortalecimiento de la capacidad de las implantadas más precariamente, dotándolas de la infraestructura necesaria para llevar a cabo su función de factor de desarrollo de la sociedad a la que pertenezcan.

Ni que decir tiene que esta distribución organizativa y de cometidos está enfocada a la coordinación y eficacia en la ejecución de nuestro compromiso, para avanzar en el logro de unos objetivos comunes. Y vuelvo a insistir en la indiscutible relevancia que, en cualquiera de las vertientes de nuestro trabajo, adquiere la utilización de las nuevas tecnologías. Precisamente, a través de este espacio virtual, la UOC me ofrece la oportunidad de detallar las convicciones e ilusiones de quienes participamos en este proyecto humanitario desde la solidaridad.

Mi intención es que quienes a partir de ahora visiten este espacio tengan la ocasión de profundizar en la evolución de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja así como en su papel en el mundo de hoy. En concreto, deseo poner al alcance de todos la posibilidad de pormenorizar sobre cuantos aspectos son necesarios para entender nuestro ideario y conocer nuestros objetivos.

Con ese fin, es posible transitar, primero, por la historia, los fundamentos y la estructura de nuestra organización. También, acercarse a nuestro voluntariado, motor de la institución desde el origen y que ahora, desde su trabajo y desde sus convicciones éticas, evidencia que la vulnerabilidad de las personas es evitable. Asimismo, internarse en la cada vez más compleja intervención humanitaria en las emergencias internacionales, en las que frecuentemente las situaciones de conflicto o de catástrofe sobrevienen a realidades de extrema pobreza y vulnerabilidad. Por último, recorrer la acción local, especialmente la que se refiere a los colectivos marginados o excluidos, tomando como referencia la dedicación de Cruz Roja Española.





Intencionadamente todo ello se apoya en los soportes que las nuevas tecnologías nos ofrecen y que nuestra institución ha venido incorporando para su utilización cotidiana. Creo que es una buena fórmula para ratificar nuestro convencimiento sobre las deseables expectativas que se abren en el ámbito humanitario. Al tiempo, desde aquí, deseo reivindicar la aplicación humanitaria de la tecnología con una invitación a poderes públicos, a agentes sociales y a la sociedad en su conjunto, a realizar un esfuerzo integrador y colectivo para aprovechar las oportunidades de innovación y de distribución del conocimiento que la vanguardia de ésta nos ofrece.



© FUOC, 2002