En la época en la que transcurre la acción de Stranger Things, 1983, el VHS se había convertido en la forma de entretenimiento doméstico por excelencia, junto con las consolas de videojuegos como Atari (precisamente el regalo de Navidad que desea el protagonista, Finn). Así, el profesor de ciencias, Mr. Clarke, que tiene un papel colateral pero ocasionalmente decisivo, aparece viendo con su novia una copia en VHS de The Thing (La cosa, 1982), el clásico del terror de John Carpenter y uno de los films ‘no-Amblin’ con más presencia en la serie, ya que sirve también para conectar con la amenaza del monstruo interdimensional que planea sobre los personajes.
The Thing se distribuyó en VHS en Estados Unidos el mismo año de su estreno, 1982 –aunque las ventanas entre cine y doméstico eran enormemente variables, con algunos casos en los que llegaban a los dos años o incluso seis en el caso de E.T.–, con lo que Mr. Clarke probablemente estaba viendo una copia totalmente legal del film. En España la situación era bastante distinta a causa de las dudas sobre las ventanas de distribución locales más adecuadas en formato doméstico (las reposiciones en cine y el circuito de re-estreno daban por aquel entonces una vida bastante larga a las copias en salas), con lo que el mercado terminó anegado de copias piratas de VHS. Así, pudimos ver E.T. en casa antes que nadie, eso sí, con una legendaria pésima copia grabada en sala y con la gente hablando y levantándose de sus asientos. Y así sucedió lo mismo con esos primeros títulos de Amblin que tanto marcaron a una generación de cineastas y público, entre ellos a los creadores de Stranger Things, Matt y Ross Duffer, hermanos gemelos que, paradójicamente, nacieron en 1984. Películas Amblin como Gremlins, Los Goonies o Regreso al futuro y, por supuesto, La cosa y otras contribuciones clave del cine y la cultura popular de la época como Exploradores, Encuentros en la tercera fase (la obsesión del personaje de Wynona Ryder llenando la casa de luces para comunicarse con su hijo desaparecido, vista como locura por los que la rodean), Juegos de guerra (que reflejaba el clima de guerra fría de la época que se respira muy levemente con menciones puntuales a los ‘rusos’), los libros y adaptaciones cinematográficas de Stephen King (Ojos de fuego, Cujo y, muy particularmente, Cuenta conmigo) y films de terror como Poltergeist (de hecho, también producción Amblin aunque no acreditada), El resplandor, Alien, Aullidos o Un hombre lobo americano en Londres. Todos clásicos de una era muy particular de entender el cine y también la distribución de cine.
Y es que, paradójicamente,
Stranger Things se ha distribuido de una manera que sería inimaginable en los años ochenta. Como es marca de la casa, Netflix ha estrenado los ocho episodios de la serie de forma simultánea el fin de semana del 15 de julio en todo el mundo, animando al visionado de la serie en su totalidad, la estrategia que conocemos como
binge watching. Y esta misma estrategia es la que está trasladando la compañía en el caso de las películas que produce, con estrenos simultáneos en cine y en Netflix aunque, como trató ya anteriormente Judith Clares en
COMeIN, con resultados inciertos ante la comprensible resistencia de los exhibidores de cine respecto a esta estrategia, que rompe radicalmente la filosofía de ventanas. Para Netflix, todo su contenido propio cae bajo el paraguas de
original programming y, en el caso del cine, el estreno en salas se convierte, en parte, en ritual (para dar algún retoque a los cada vez más desdibujados límites entre lo que entendemos por ‘películas’ y otros productos audiovisuales) y, en parte, en trámite (para poder aspirar así en determinados casos a la carrera de premios como los Globos de Oro o los Óscar).
Eso sí, si bien los costes de un capítulo de una serie de televisión importante pueden superar los cinco millones de dólares, Netflix está invirtiendo de media ya más de 60 millones en películas de producción propia y, consecuentemente escalando la dimensión de los ‘films originales de Netflix’. La ambiciosa apuesta de Netflix combina films independientes (los que encuentran mayores dificultades para acceder a estreno en salas) con otros de presupuesto medio y, cada vez más cerca, blockbusters, con un catálogo impresionante previsto para los próximos meses, incluyendo films protagonizados por Brad Pitt (War Machine), Adam Sandler (título todavía por concretar tras el fiasco crítico, aunque no económico, de su primera colaboración con Netflix, Los ridículos 6) o Will Smith (el film de ciencia-ficción Bright).
No sé si estas películas excitaran la imaginación de futuras generaciones de creadores; de hecho, tengo muchas dudas que el impacto de las series aptas para el binge watching tengan una traslación fácil al cine (su principal competidora, Amazon, está precisamente apostando por una línea más ‘amigable’ para con los exhibidores), pero está claro que Netflix está actuando como acelerador de cambios en la forma en que se produce y se consume el audiovisual. Nos quedan cosas portentosas y aun más extrañas por ver.
Para saber más:
Fantástico
vídeo donde se comparan imágenes de la serie con sus referentes, con la pegadiza música de la misma, reminiscente, como no, de la de los films de John Carpenter.
Banda sonora:
Stranger Things Main Theme (2016), de Kyle Dixon and Michael Stein.
Nocturnal Me (1984), de Echo & The Bunnymen.
Cita recomendada
ROIG, Antoni. Cosas extrañas (y cosas más extrañas). COMeIN [en línea], septiembre 2016, núm. 58. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n58.1655