Se ha dado a conocer recientemente que en 2021 la venta de discos de vinilo en España ha superado, por primera vez en más de treinta años, la del CD. Esta noticia, coherente con una tendencia bien conocida en otros países, ha generado en los medios una relativa sorpresa, y ha revitalizado debates sobre el porqué de esta aparente paradoja y tertulias sobre «qué formato es superior».
Aunque la obsesiva fijación por clasificar, listar y categorizar fenómenos culturales y sociales complejos me parece una tremenda simplificación, reconozco que me encuentro a menudo dándole vueltas al tema yo solito. Así que, por ganas de compartir y también por salud mental, aprovecho este artículo para lanzar al vuelo algunas reflexiones sobre el tema.
Fragmento de la portada del libro 'Vinilos. Historia ilustrada del disco'
Fuente: Lunwerg Editores
El primer error cuando nos acercamos a un fenómeno cultural complejo, como el revival del vinilo o la persistencia de los formatos físicos, es intentar buscar una sola causa. Estas son las explicaciones más habituales:
- El formato: «el vinilo, al ser analógico, suena mejor que el CD y los ficheros digitales de las plataformas de streaming».
- El fetichismo por lo material: «el vinilo y lo que le rodea (funda, encartes, colores) es un objeto bonito».
- La nostalgia: «el vinilo exige un ritual especial que estimula la nostalgia por una época determinada, en un colectivo de consumidores de cierta edad».
Estas justificaciones pueden tener un cierto sentido, pero a la vez son discutibles. Y en sí mismas no explican mucho. ¿Por qué? Os lo cuento rápido…
La teoría
Desde el punto de vista de la ingeniería de sonido, tanto el CD como los distintos formatos de archivos digitales ofrecen algunas ventajas tecnológicas en relación con el vinilo. Digo, en teoría, y digo algunas. No olvidemos que el vinilo tal y como lo conocemos se basa en una tecnología de más de setenta años, pero el CD se empezó a comercializar hace cuarenta. Y que formatos de archivo comprimido como el MP3 están en circulación desde hace más de 20 años. En su momento, el CD, como tantas otras tecnologías, se estableció a partir de un compromiso: introducir una serie de características atractivas para el consumo, sin comprometer coste tanto del soporte como de los equipos que tendrían que reproducirlo. El CD ofrecía mayor margen dinámico (diferencia entre los sonidos más bajos y los más altos), separación más nítida entre canales, más duración en una única cara, fiabilidad, reproducción plana y, por supuesto, novedosas funcionalidades (saltar canciones, reproducir aleatoriamente, etc.). Por otra parte, el proceso de digitalización obligaba a una cierta degradación del original para obtener un archivo de tamaño razonable: así, un CD estándar sigue limitado a un muestreo de 44 KHz y un formato de 16 bits. Puede funcionar de maravilla, pero tiene sus limitaciones. Y, por supuesto, sabemos que buena parte de los archivos digitales para streaming o descarga precisan de algoritmos de compresión para crear archivos más pequeños. De nuevo, compromiso.
‘Mona Lisa’ como metáfora visual de la compresión de audio
Fuente: https://londonjazzcollector.wordpress.com/for-audiophiles/cd-or-vinyl/
El vinilo, en sí, no está sujeto a estos procesos. Pero reconozcamos que su principio es algo pedestre: un disco de polivinilo marcado con microsurcos por los que pasa una aguja que vibra y produce la señal que escucharemos en nuestros altavoces. Un proceso sujeto a limitaciones y problemas (rayaduras, suciedad, variaciones en función de la frecuencia del sonido), y por supuesto limitación temporal en cada cara o imposibilidad de poder saltar canciones o cambiar el orden de reproducción establecido.
Y claro, no podemos pasar por alto una realidad: hoy en día los equipos de grabación, mezcla y procesado en los estudios son mayoritariamente digitales. Es utópico pensar que un vinilo de un nuevo álbum venga de un proceso analógico. Incluso una remasterización (recomiendo leer la polémica alrededor de Mobile Fidelity). Pero es que los archivos digitales que se manejan en los estudios nada tienen que ver con un MP3; ofrecen una calidad enorme, indistinguible de la mejor cinta analógica. Así, según la teoría, no es cierto, necesariamente, que «analógico sea mejor». El debate sigue muy vivo en foros especializados, a menudo desde posturas esencialistas de «analógico vs. digital» con muchas confusiones.
Comprimido ‘vs.’ no comprimido
Font: https://www.guitarworld.com/blogs/session-guitar-understanding-compression-and-why-you-need-it
Además, no podemos ignorar que el formato es solo una parte de la cadena: hay que considerar también el equipo y el entorno en el que vayamos a escuchar la música. Aquí entrarán los audiófilos y nos hablarán de equipos razonables a partir de 5.000 euros, de válvulas, de altavoces gigantes, de acondicionamiento acústico del salón…
La práctica
Ahora es cuando la cosa se pone interesante. Porque la teoría se tambalea ante una cuestión muy simple: ¿cómo escuchamos la música?, ¿qué vínculo establecemos con ella en nuestra vida cotidiana? Esta es la clave en el diseño de los equipos portátiles, del Walkman, el Discman, el iPod, de la continua evolución de los auriculares, las tecnologías inalámbricas, las plataformas… La explosión del consumo en movimiento, en entornos más o menos ruidosos, en momentos de atención variable, han sido la principal revolución del consumo musical en las últimas décadas. Las plataformas de streaming potencian lo intangible, las canciones, las listas, las recomendaciones, y obligan a un nuevo compromiso: hacer que la música suene fuerte, para asegurar que suene resultona cuando viajamos en metro, cuando ponemos en marcha un altavoz portátil o un ordenador. Esta es la base de priorizar la compresión del sonido, y el origen de las llamadas «guerras del loudness», la polémica entre los aficionados por la reducción de la dinámica de la música para que todo suene compactado, aunque se pierdan matices. Todo lo contrario de lo que espera una persona –audiófila o no– que quiera disfrutar de la música en las mejores condiciones que pueda (escuchar en un buen equipo y a cierto volumen un disco altamente comprimido durante un rato no es particularmente agradable). Así, poco importa si un CD puede, en teoría, proporcionarnos una gran dinámica si desde mediados de los noventa abandona, por lo general, esa opción, en favor de una alta compresión. La compresión siempre se ha utilizado y no es mala en sí misma, pero nunca se había usado antes a estos niveles, y de ahí la ira de los audiófilos.
Viñeta de Tim Cordell
Fuente: https://londonjazzcollector.wordpress.com/for-audiophiles/cd-or-vinyl/
Y todo lo demás
No hay duda de que existe una tendencia al retorno de lo material en el consumo cultural y que, en el campo de la música, el vinilo goza de una ventaja estética, también ritual. Pero, curiosamente, también hay un pequeño revival de la cinta de casete, que no había mencionado. ¿Entra el factor nostalgia? ¿Son el vinilo o el casete cosas de hipsters o de gente mayor? Quizás, pero debemos cuidar el uso de la palabra nostalgia y no dar por sentado que se trata solo de un tema de edad o modas. En un artículo anterior hablé con adolescentes y jóvenes fans del vinilo, y algunas respuestas me parecieron reveladoras: el vinilo remite a una época no vivida, pero que parece mejor que las negras perspectivas actuales, es un ritual tangible y visible que te obliga a escuchar y atender durante un breve rato, con lo que cedes el control ante el salto compulsivo. Y es una forma de relacionarte con la música distinta y complementaria al consumo digital.
Si técnicamente todavía hay debates sobre «qué formato es mejor», es probable que la respuesta que buscamos no esté ahí. El vinilo, que adoro, aunque no tenga ni de lejos un equipo de 5.000 euros, nos lleva a una manera, olvidada y reencontrada, de relacionarnos con la música, de poner atención, de cerrar los ojos, de viajar por un rato (y si queremos, renovamos el contrato levantándonos y dándole la vuelta al disco), con sus crack de vez en cuando, que se integran en la experiencia. Y luego nos llevaremos la música, literalmente, a otra parte, a la calle, a la oficina, con una experiencia distinta. Esta es su magia.
Para saber más:
BELLO HUIDOBRO, Alfonso (2022, marzo). «Las ventas de vinilo superan a las del CD por primera vez en 36 años». El Economista [en línea]. Disponible en: https://www.eleconomista.es/tecnologia/noticias/11650227/03/22/las-ventas-de-vinilo-superan-a-las-del-cd-por-primera-vez-en-36-anos.html
EVANS, Mike (2016). Vinilos. Historia ilustrada del disco. Lunwerg Editores
LONDON JAZZ COLLECTOR (2021). «CD or Vinyl?». LondonJazzCollector [en línea]. Disponible en: https://londonjazzcollector.wordpress.com/for-audiophiles/cd-or-vinyl/
RODRÍGUEZMUSICANDFILMS (2018). «La guerra del volumen» [vídeo]. Youtube. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=dhkodizcq3u
ROIG, Antoni. «Jóvenes fans del vinilo: breves notas sobre el ‘revival’ del coleccionismo de música en formato físico». COMeIN [en línea], juny 2021, no. 111. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n111.2144
STEVE HOFFMAN MUSIC FORUMS [en línea]. [Data de consulta: setembre de 2022]. Disponible en: https://forums.stevehoffman.tv/
Banda Sonora:
The Beatles - «Taxman» (remaster 2009, en Spotify)
The Beatles - «Taxman» (remix 2022, en Spotify)
The Beatles - «Taxman» (fragmento de la versión mono original, con explicación del origen de la canción)
Citación recomendada
ROIG, Antoni. «Audiofilias y audiofobias: notas sobre el ‘revival’ de la música en vinilo». COMeIN [en línea], septiembre 2022, no. 124. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n124.2259