Entramos en fases de desescalada, lo que implica que empezarán a reactivarse muchos sectores y negocios, después de dos meses de parón obligado de la actividad habitual por la pandemia del COVID-19. Un parón durante el que, sin embargo, en muchas empresas se ha trabajado más que nunca para buscar formas alternativas de organización, producción, ventas… También las empresas publicitarias se han visto afectadas, pero a diferencia de anteriores crisis, parece que ahora se reivindican más que nunca como un jugador imprescindible para ganar este maldito partido.
La grave pandemia que estamos viviendo nos afecta de muchas maneras y una, sin duda, es el cambio de hábitos. Diferentes estudios que han salido a la luz estas últimas semanas afirman que estamos entrando en una nueva era protagonizada por un consumidor más consciente y que se guiará por unos nuevos valores, buscando una compra de proximidad y productos naturales. Sin ninguna duda, la publicidad y las marcas tendrán que adaptarse si no quieren desaparecer.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha puesto el nombre oficial de COVID-19 a la enfermedad causante de la actual pandemia de alcance mundial. El nombre se ha adoptado con rapidez, sustituyendo a otras denominaciones iniciales que se usaban coloquialmente, como «gripe de Wuhan». Precisamente, la OMS recalcó en su momento que uno de los motivos de adoptar el nombre de COVID-19 era la conveniencia de evitar el uso de nombres geográficos y, en general, de nombres que den pie a estigmatizar a países, personas o colectivos.
La Real Academia Española define contexto como «Entorno físico o de situación, político, histórico, cultural o de cualquier otra índole en el que se considera un hecho». El contexto en el que nos encontramos las personas influye en como buscamos y recibimos la información. Así lo demuestran estudios de expertos en búsqueda y recuperación de la información.
Esteve Riambau y Mireia Sanahuja Pascual, director y jefa de Administración de la Filmoteca de Catalunya, respectivamente, son entrevistados por las profesoras Judith Clares-Gavilán y María Soliña Barreiro en el marco del proyecto de investigación «EU-VOS Patrimonio cultural inmaterial. Para un programa europeo de subtitulado en lenguas no hegemónicas» (CSO2016-76014-R), del grupo Estudos Audiovisuais de la Universidade de Santiago de Compostela.
Conforme la crisis de salud pública provocada por la COVID-19 ha ido avanzando, la desinformación se ha convertido en un elemento central en el debate social, científico y, sobre todo últimamente, político. Así como hace unos días en un artículo en esta misma revista tratamos de arrojar un poco de luz sobre el tipo de rumores falsos que se difundían y el posible perfil de las personas que los generaban, en este de hoy –acabado de redactar el 4 de mayo (estos días hay que contextualizar más que nunca)– trataremos de dar ejemplos de la respuesta a la desinformación.
Según el Plan de Transformación Digital (2015-2020), en 2020 la Administración española ha de ser digital y vanguardia en el uso de las TIC. Para ello, se debían aplicar distintas actuaciones como transformar los procesos de gestión internos en electrónicos con sistemas de información y plataformas integradas, y desarrollar el puesto de trabajo digital del sector público. ¿Está la Administración Electrónica preparada para atender al ciudadano durante el confinamiento? ¿Cuán ágil ha sido la Administración Digital para adaptar los procesos a las medidas urgentes propuestas por el Gobierno?
Desde que se declarara el estado de alarma el 15 de marzo, nuestras vidas han cambiado radicalmente. Unos actos tan cotidianos como ir a comprar, bajar la basura o sacar al perro se han convertido en extraños y angustiantes. Sin duda, hemos perdido muchas cosas: libertad de movimientos, estar con aquellos que nos importan y algunos, desgraciadamente, el empleo (sin mencionar a enfermos y fallecidos). Sin embargo, hemos ganado otras, quizá no tangibles, que nos permiten mejorar nuestras relaciones personales y, especialmente, hacer el confinamiento más llevadero.
El pasado 17 de marzo el Grupo Daguisa Hotels, segunda cadena hotelera de Andorra, tuvo que cerrar sus seis hoteles a causa del coronavirus, dejando tan solo operativa a una persona del departamento de reservas para que pudiera gestionar las cancelaciones de todos aquellos clientes que tenían una reserva en una fecha posterior. Como directora de cuentas de su agencia de comunicación –Undatia Comunicación–, la situación planteaba retos muy singulares.
Pocas horas antes de la redacción de estas líneas, el Festival de Cannes, el encuentro cinematográfico más importante del mundo, emitía un comunicado oficial en el que anunciaba de que el aplazamiento inicialmente anunciado (de mayo a finales de junio) resultaba imposible de llevar a cabo. Además, en su nota dirigida a la prensa, la dirección afirmaba que, «en estos momentos, se hace difícil pensar que el Festival de Cannes pueda organizarse este año en su formato original».