Durante años,
Africa ha sido un estándar de las emisoras de radio de pop y rock
clásico y uno de los iconos de la música rock orientada a adultos (lo que los anglosajones denominan AOR) de los años 80. O sea, todos los elementos para pasar directamente a la consideración de producto desechable y fuera de cualquier corriente cultural contemporánea. Pero por algún motivo, que elude hasta a los expertos,
Africa ha seguido ahí, sorteando modas y reapareciendo en distintas formas, con un resurgir particularmente sorprendente a través de las redes sociales, como relata Michael Hann en un artículo para el
Financial Times. Tenemos desde una cuenta en Twitter,
@africabytotobot, que cuenta con más de 50.000 seguidores, donde un bot publica regularmente fragmentos aleatorios de la letra de la canción (y lleva ya así ocho mil tweets), hasta la exitosa campaña de un fan de la banda de rock alternativo Weezer para que versionaran la canción
(@weezerafrica y el
hashtag #weezercoverafrica), pasando por la infinidad de versiones disponibles en
Youtube, algunas de ellas con cientos de miles de visionados, o la instalación del artista germano-namibio Max Siedentopf en la que la canción se reproducirá en bucle por toda la eternidad en un punto del desierto de Namibia, acciones solidarias en las que se
pincha el tema durante toda la noche en bucle (eso pasó en Bristol en 2018 con bastante eco mediático), o su aparición en la banda sonora de la primera temporada de
Stranger Things (y en
Aquaman,
Padre de Familia e incluso en dos episodios de
South Park).
Y memes, muchos memes: memes celebratorios, memes paródicos, memes con la letra de la canción, memes inspiradores… Pero ¿cómo es posible? Hay distintas explicaciones. Por un lado, se trata de un tema con una presencia permanente en radios y recopilaciones, considerada altamente representativa de una década a la vez denostada y admirada; luego está su estructura sencilla pero inmediatamente reconocible; también una banda -todavía en activo- popular pero a la vez anónima, sin un líder carismático o mediático (la presencia visible de Toto suele ser su guitarrista Steve Lukather), quienes han recibido siempre de forma positiva y divertida todo el fenómeno; por otro lado su letra generalista y abierta en cuanto a posibles significados (el tema no habla realmente de África sino que se inspira en esa visión romántica de lugares lejanos y exóticos que nos formamos de pequeños) y también se considera una canción que transmite estados de ánimo positivos. Todos estos motivos y probablemente otros, han contribuido a que, de forma inesperada, se haya convertido en banda sonora de múltiples generaciones, un tema abierto a la expresión de afecto, incluso a través de la parodia.
Un caso especialmente interesante es el de la versión
inducida que hizo
Weezer tras la campaña de Twitter. La banda liderada por Rivers Cuomo aceptó finalmente el juego, aunque ofreció primero la versión de otro hit de Toto, Rosanna, como troleando a sus fans. Tras publicar finalmente el audio de su versión de
Africa, el fenómeno les desbordó hasta el punto de decidirse a grabar un vídeo también muy comentado, protagonizado no por Cuomo sino por “Weird Al” Jankovic, popular cómico estadounidense especializado en parodias de canciones y videoclips de artistas como Michael Jackson, Madonna, Nirvana o Robin Thicke. Jankovic no se limitaba a imitar a Rivers Cuomo interpretando
Africa, sino que, a la vez, todo el vídeo parodiaba con precisión uno de los más conocidos clips de Weezer, el del tema Undone (
The sweater song). Una parodia dentro de otra parodia de una versión.
Coincidiendo con el punto de máxima popularidad de la canción, según Google Trends, Toto respondió al fenómeno versionando a su vez un tema de Weezer, Hash Pipe, en agradecimiento a la atención recibida. Hash Pipe ha pasado a formar parte del setlist de su gira de 40 aniversario (que llega a Barcelona este 2019). Y a principios de año, Weezer publicaban su primer álbum de versiones, Teal, que se abre (y justifica) con... Africa. Un ciclo sin fin.
Esta es una parte de la historia de un fenómeno expansivo que destaca cómo, incluso en una era de algoritmos y bots, la creatividad popular y la comunicación interpersonal en Internet sigue siendo clave un elemento fundamental de dinamismo en nuestra cultura cotidiana. Una dosis de humanidad en red que demuestra que no hay nada que cientos de hombres y mujeres, o más, no puedan hacer.