ArtículosNúmero 123 (julio 2022)

¿La vida o la muerte de los festivales de diseño?

Lluc Massaguer

Después de dos años muy extraños, este puede ser un buen momento para cuestionarnos la vida, en general, pero también, en particular, cuestiones como de qué manera compartimos la profesión del diseño, cómo nos relacionamos con nuestros y nuestras colegas o si los festivales de diseño son un buen espacio para hacerlo. ¿Qué sentido tienen? ¿Morirán? ¿Han cambiado? ¿Cambiarán?

Los festivales de diseño están pensados para ser un espacio de encuentro entre profesionales y estudiantes, aportar inspiración, conocer el backstage de los proyectos, o su proceso de trabajo, y, sobre todo, hacer networking.

 

Ahora bien, a veces estas premisas dan lugar a sesgos que, en mi opinión, desvirtúan su formato. Uno de los elementos que a menudo se cuela en los festivales son aquellas conferencias que se centran en mostrar unos trabajos que se pueden ver tal cual en la web de quien los está explicando, un pase de diapositivas que no aporta más valor que lo que podríamos ver sentados ante el ordenador o el móvil. En segundo lugar, está surgiendo una tendencia a convertirse en un espacio donde se lleva a estrellas de rock que van haciendo gira por todos los festivales. Cuando has visto a la persona X en el festival Y, ya no hace falta que lo veas en el festival Z, porque son bolos calcados unos a otros. Por último, también hay que tener en cuenta que no todo el mundo tiene competencias comunicadoras. Una persona puede ser muy buena diseñadora, pero no saber explicar, animar o crear un hilo narrativo que enganche a quien lo está escuchando, y estas no son tareas sencillas.

 

A estas observaciones podemos añadir, como contratiempos, el contexto de la pandemia. En los festivales tal y como los habíamos conocido hasta 2020, se encontraban cien, doscientas, trescientas personas que pasaban horas dentro de un espacio cerrado y se saludaban y abrazaban en los momentos de descanso. Algunos festivales se adaptaron a la situación con rapidez.

 

Festivales adaptados a la pandemia

 

Son ejemplos de ello el Blanc! 2021, que en tiempo récord creó un metaverso donde se podía interactuar con el resto de las personas asistentes mientras disfrutaban del festival, o Serifalaris 2020, que se convirtió en un autocine, donde quien iba compartía coche con su burbuja de convivencia, mientras escuchaba las conferencias por la radio y las veía en un proyector gigante. Incluso, en tiempos depandemia, se gestó la primera edición de Latent Festival, que se inauguró en 2021, con el objetivo de volver a reencontrar a las personas interesadas en el ámbito del diseño en una ciudad sin tradición festivalera como es Terrassa.

 

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El metaverso de BLANCO! 2021

Fuente: Blanc! Festival

 

Entonces, ¿cómo volvemos a los festivales? Por un lado, mucha gente se ha acostumbrado al formato online y quizás ahora le da más pereza desplazarse. Por otro lado, hay quien tiene ganas de reencontrarse y abrazarse de nuevo. Hay compañeros y compañeras de profesión que apenas se ven si no es en un festival, así que es un punto de encuentro casi sagrado para muchos diseñadores y diseñadoras.

 

Serifalaris 2020

Fuente: Serifalaris

 

¿Cómo pueden evolucionar los festivales de diseño para no morir?

 

Creo que el pilar que hay que buscar es la emoción. Más que ver proyectos uno tras otro durante horas, deben compartir emociones, llegar al público por una vía más íntima y significativa. Las conferencias que más recuerdo son aquellas que me han emocionado, como la de Pepe Cruz Novillo en el Blanc! 2013 (la podéis encontrar en la web de Cruz más Cruz ), con un largo aplauso apoteósico del público, o, más recientemente, la conferencia de María Rufilanchas (Teta&Teta), en el Serifalaris 2022, donde mostraba proyectos sociales profundos y llenos de sentido.

 

Otro aspecto importante es que cuanto más inter(y trans)disciplinar sea el contenido, mucho mejor. Y no hablo de mezclar diferentes visiones del diseño, sino incluir a personas que no tengan nada que ver con la disciplina. Si lo que vemos es aquello que ya conocemos, o que es afín a nuestro lenguaje o proceso de trabajo, no hay crecimiento. En relación con este punto, añado que cuanto más cuestionamientos nos aporte el festival, mejor. Estos eventos han tendido a la endogamia y a veces acaban reforzando la razón que ya llevábamos integrada antes de empezar. En definitiva, que ir a un festival sea respirar aire fresco de verdad.

 

Por último, y teniendo en cuenta que cuadrar timmings y logística es complicado, integrar la posibilidad de interactuar más y mejor entre la persona que hace la ponencia y el público. Turno de preguntas muy organizado, espacio para encontrarse y comentar la jugada, etc.

 

Sea como fuere, montar un festival de diseño supone un esfuerzo enorme, que a menudo se compagina con el trabajo del día a día de un estudio o empresa, así que espero que este artículo se perciba más como una reflexión –que es lo que pretende ser– que como una crítica gratuita.

 

Es posible que la reflexión que acabas de leer sea extrapolable a otros tipos de festival, de fotografía, cine o música, por ejemplo . Repensemos los festivales y hagamos que se conviertan en experiencias que nos aporten valor, emoción e inspiración .

 

¡Que vivan los festivales!

 

Propuesta de festivales de diseño::

BLANC! (Vilanova i la Geltrú)

Festa del grafisme (Portbou)

Latent Festival (Terrassa)

Selected (Bilbao)

Serifalaris (Getxo)

 

Citación recomendada

MASSAGUER, Lluc. ¿La vida o la muerte de los festivales de diseño? COMeIN [en línea], julio 2022, no. 123. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n123.2246

diseño;  eventos;  creatividad;