Número 105 (diciembre de 2020)

Deconstruyendo los 90: miradas críticas a la década prodigiosa

Cristina Pujol

La impugnación que hizo el 15M a la connivencia de las élites políticas, económicas y mediáticas de la Transición ha supuesto una revisión de los relatos e iconos de los 90, una década de esplendor que se va deconstruyendo desde diversos ámbitos y puntos de vista para intentar explicar nuestro presente y pensar alternativas futuras.

El culebrón mediático que están protagonizando estas semanas Kiko Rivera e Isabel Pantoja tiene su pecado original a finales de los 80 cuando, tras la muerte de su marido, Francisco Rivera Paquirri, la cantante supuestamente no habría cumplido con las últimas voluntades del torero –legar la casa familiar, Cantora, a Kiko– y habría ocultado objetos de valor sentimental a los hijos mayores de este –los también toreros Francisco y Cayetano Rivera– durante décadas. Su representación mediática como «viuda de España» fue construyéndose a base de reportajes y portadas de revistas durante los 80 y 90 en los que fue erigiendo una personalidad icónica a la que ni siquiera el affaire Julián Muñoz y su paso por la cárcel apenas hicieron mella. 

 

Por otra parte, el caso Corinna Larssen también ha recuperado la relación del rey Juan Carlos con Marta Gayá: sus gloriosos veranos mallorquines nos remontan a una década de total impunidad tanto en sus relaciones personales como en los manejos de las finanzas, gracias, en parte, a una connivencia mediática con la gestión de su imagen pública en la que «a cambio de “pequeñas informaciones” sobre el rey y la familia real, los medios españoles aceptaban liquidar cualquier historia contraria a la figura de Juan Carlos».

 

Estas revisiones de la Transición sirven para deconstruir el statu quo de los poderes político, económico y mediático en España que vivieron una época gloriosa en los años 90 gracias a los Juegos Olímpicos de Barcelona, el boom económico y una representación mediática acorde a sus aspiraciones materiales e identitarias.

 

En este contexto, se han estrenado este año dos producciones audiovisuales muy diferentes en sus formas y propuestas estéticas, pero con muchos paralelismos en cuanto a su discurso: El año del descubrimiento y Veneno.

 

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El documental El año del descubrimiento (Luis López Carrasco, 2020) nos alerta desde el principio de que algunos acontecimientos, «aunque no los recordemos, los hemos vivido». Esta premisa le sirve al director para enlazar nuestro pasado reciente –el año 1992, con los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo de Sevilla y la conmemoración de los 500 años del «descubrimiento de América» como mitos fundacionales de la España moderna y cierre definitivo de la Transición– y la actualidad.

 

Un bar de barrio y sus anónimos clientes sirven para poner en escena un vacío del relato oficial, las manifestaciones, las huelgas y los disturbios que se sucedieron en Cartagena ese mismo año como consecuencia del cierre de los astilleros y las fábricas en pos de una reestructuración industrial de carácter europeo.

 

El nuevo orden económico neoliberal se cebó en los barrios trabajadores de Cartagena, cuya situación de desamparo terminó explotando en una ira colectiva y el incendio de la Asamblea de la Región, un acontecimiento apenas recordado por los propios murcianos.

 

En pantalla, López Carrasco sitúa a los protagonistas en un limbo temporal –paro, precariedad, desesperanza (pero también compañerismo, cariño y solidaridad)– que enlaza con la actualidad: a medida que avanza la película, los temas, las experiencias, las situaciones y los sentimientos que se van explicando entre varias generaciones de cartageneros, se acaba descubriendo que ese impasse vital es el que viven los jóvenes con la crisis del 2008 y la gran recesión actual, y supone un bucle eterno de impotencia y desasosiego.

 

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De forma paralela, pero con una propuesta estética y narrativa popular, la serie Veneno (Atresmedia, 2020) también se propone cubrir un espacio de representación invisibilizado –o, en este caso, distorsionado– por los medios de comunicación. Como dice el personaje de Valeria en el primer episodio, «Los medios de comunicación marcan la línea entre lo socialmente aceptado y lo no aceptado. Pueden transformar los prejuicios en empatía. La oscuridad, en luz. Hacer visible lo invisible. De lo que no se habla, no existe, y lo que no existe se margina».

 

En esta miniserie de ocho episodios, sus creadores, Javier Ambrossi y Javier Calvo, nos devuelven a la infancia y juventud de Cristina Ortiz, La Veneno, lo que supone un viaje por la historia LGTBIQ+ en España desde los años 60 hasta su enigmático fallecimiento en 2016.

 

Para ello, la serie toma la biografía ¡Digo! Ni puta ni santa. Las memorias de La Veneno, que escribió la periodista Valeria Vargas y narra en paralelo la transición de las dos mujeres y su relación especular: el primer capítulo juega con ambas transiciones y las líneas temporales quedan unidas a través de la televisión, cuando el niño se salta la prohibición de sus padres para ver Esta noche cruzamos el Mississippi, y descubrir –y entender– un mundo de posibilidades invisibilizado y oculto en su entorno inmediato, pero también en los medios de comunicación.

 

El programa de Pepe Navarro descubrió a la Veneno en un reportaje sobre la prostitución en el Parque del Oeste de Madrid y su incorporación al programa supuso un hito de la televisión de los 90. Icono, estereotipo, juguete roto… los Javis utilizan su habilidad para recrear, actualizar y humanizar a personajes y fenómenos mediáticos y sociales desplazados, invisibilizados o, como en el caso de la transexualidad, directamente excluidos de las representaciones mediáticas hegemónicas.

 

Su propuesta estética pasa por un ejercicio metarrepresentacional, poniendo en escena a actrices transexuales para encarnar a la protagonista en tres etapas de su vida: juventud (Jedet Sánchez), adultez (Daniela Santiago) y madurez (Isabel Torres). Este aspecto de la serie permite el lucimiento de los Javis en su conocimiento y tratamiento de la cultura popular mediática (contemporánea e histórica), así como su habilidad para incrustar elementos reales en la ficción y viceversa: la influencer y youtuber King Jedet, que anunció su proceso de transición en paralelo a su paso por la serie, es el epítome de icono millennial del que hace gala la serie, junto con infinitos cameos de personajes populares del social media como Soy una pringada, Hang Wang («Gran Hermano»), La Zowi, Brays Efe, Ana Milán, la tiktoker Lala Chus, Nacho Vigalongo, Topacio Fresh, Samantha Hudson, entre otros muchos.

 

Ambas propuestas, el documental y la serie, se suman a otras revisiones de la década muy interesantes para entender de dónde venimos, pero, sobre todo, cómo hemos llegado hasta aquí:

 

- La CT o la cultura de la Transición (DeBolsillo, 2012), editado por el periodista Guillem Martínez.

- Los 90. Euforia y miedo en la modernidad democrática (Akal, 2018), del profesor y diputado de Podemos Eduardo Maura.

- Y ahora lo importante (Caballo de Troya, 2018), de la actual directora del ICAA y especialista en cine experimental Beatriz Navas.

- La generació Tap (Ara Llibres, 2020), del profesor Josep Sala i Cullell.

- El fill del Xofer (Tusquets, 2020), del periodista y escritor Jordi Amat.

 

Cita recomendada

PUJOL OZONAS, Cristina. Deconstruyendo los 90: miradas críticas a la década prodigiosa. COMeIN [en línea], diciembre 2020, no. 105. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n105.2083

periodismo;  televisión;  género;  medios sociales; 
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