Las TIC en la educación. Una perspectiva desmitificadora y práctica sobre los entornos de aprendizaje generados por las nuevas tecnologías[*]
José A. Gabelas Barroso

Profesor de Multimedia y Comunicación de la UOC
jgabelas@uoc.edu


Resumen: Algunos autores afirman, y nosotros lo firmamos, que la tecnología es ideología. No se trata sólo de saber "usar" los medios y las llamadas nuevas tecnologías. Ni la tecnología es neutra, ni la mirada inocente. Desde una perspectiva desmitificadora y crítica planteamos un análisis del impacto de las TIC, partiendo de que el reduccionismo tecnológico al que nos conduce y somete el imperio del marketing, exige un planteamiento. Un por qué y para qué utilizamos estos medios. La compleja fenomenología de las pantallas invita, hoy más que nunca, a que los educadores hagamos una reflexión sobre el valor de la comunicación en el encuentro presencial y virtual.


1. Introducción

Internet hoy forma parte del oxígeno que respiramos. Este ecosistema digital impregna todas y cada una de las actividades humanas. Sin embargo, como todo fenómeno que agiganta su impacto en poco tiempo, precisa una reflexión y un debate. Hace treinta y cuatro años U. Eco escribió Apocalípticos e integrados, en donde calificaba a los que estaban en contra y a favor de los medios de comunicación de masas (a partir de este momento MCM). Ahora tenemos otro debate abierto frente a las llamadas tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Desde las instituciones escolares y académicas este debate adquiere una polémica paradoja. Por un lado, los organismos gubernamentales nos dicen que es necesario ampliar la cultura de las humanidades –estaríamos en una línea apocalíptica, puesto que esto implica reducir los horarios de otras materias más tecnológicas, así como algunas optativas–, pero, por el otro, al mismo tiempo nos venden grandes proyectos que se sostienen en el reparto de ordenadores, planes de conexión y muchos cursos informáticos. Mientras tanto, en los centros y escuelas sigue funcionando la pizarra y, salvo honrosas excepciones, las salas de informática sólo sirven para repetir los tradicionales esquemas de transmisión de conocimientos en los que sólo interesan los programas y el docente.




Hay quien dice que nada cambia si no cambia la mentalidad. La compleja fenomenología de las pantallas mete mucho miedo en el cuerpo de los docentes. Los motivos son muchos y diversos, pero qué duda cabe que el tren de la sociedad corre más que el de la escuela. ¿Podemos seguir enseñando desde las batallitas de los libros de texto cuando la información circula a velocidades de vértigo por las autopistas de la Red? Es obvio que el rol del profesor no debería ser el de depositario del saber, el de portador de la palabra y de la información. Tampoco la comunicación puede ser unidireccional y jerárquica. Ni podemos seguir teniendo como referencia la unidad espacial de las cuatro paredes del aula, ni como tiempo de aprendizaje el horario lectivo. Quizás podríamos empezar a perfilar un educador mediador, facilitador de procesos de aprendizaje, en el que lo esencial es el sujeto estudiante. ¿Qué retos y exigencias conlleva una revolución digital que se implica e integra en los distintos entornos educativos?

Desde el año 1996, la universidad virtual[1] desarrolla un modelo educativo con una metodología educativa no presencial, que podemos explicitar del siguiente modo: "Conjunto de espacios, servicios, informaciones, comunicaciones, contenidos generados por personas que se sirven de técnicos informáticos y telemáticos, a partir de un entramado de estrategias orientadas a tomar, manipular, transferir y dirigir información, con la finalidad de transmitir conocimiento en unas coordenadas espacio-temporales asincrónicas y no físicas, tan reales como las presenciales". Este modelo integra plenamente la revolución digital, lo que supone romper las tres unidades de la escuela tradicional: la unidad de espacio, representada en el aula; la de tiempo, determinada en las programaciones curriculares, y la de contenido, centrada en las materias o áreas. También supone, por otro lado, un cambio de mentalidad y de rol en el educador. De profesor transmisor a facilitador, a mediador de procesos de aprendizaje, con una capacidad, habilidad y aptitudes para transformar la información en conocimiento.

El contexto mediático que se ha ido generando a lo largo de este último siglo y, sobre todo, los entornos virtuales que han producido las llamadas tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) en estas últimas décadas, nos obligan a definir con una nueva perspectiva el fenómeno de la comunicación. Ésta se ha convertido en un concepto comodín que se emplea para todo, de modo que ha adquirido ciertas connotaciones que merecen un análisis más detallado para desbrozar ideologías presentes, aunque no aparentes. La comunicación es poliédrica, nos permite observar al menos tres dimensiones, que están estrechamente relacionadas y se complementan. En primer lugar, cualquier pueblo, cualquier civilización ha nacido y ha crecido desde la narración, desde el relato. Occidente debe a la Ilustración sus principios fundamentales que hoy son santo y seña de todas las cartas constitucionales. En segundo lugar, entendemos por comunicación el combinado de los medios de comunicación de masas, que a lo largo de un siglo ha dejado una huella muy profunda en nuestra sociedad, especialmente la televisión. Añadamos a ello la creciente importancia que tiene el entramado informático –telemático y audiovisual–, que ha cambiado vertiginosamente nuestra manera de entender el mundo y nuestras relaciones. Por último, no podemos olvidar ese conjunto de símbolos, valores, normas, representaciones que forman la llamada "cultura posmoderna", con sus múltiples signos y manifestaciones. Si bien éste es el marco en el que se debería resituar la comunicación, observamos que el discurso oficial no va en esa dirección. Se ignora la comunicación como relato y como manifestación cultural para enfatizar lo tecnológico. Desde este reduccionismo la publicidad vende números sin fin de ordenadores porque nos dicen que indica el nivel de progreso y desarrollo de un país y de sus ciudadanos. Todos los medios en todo momento se ponen de acuerdo para decirnos lo mismo. Se cumple una vez más la profecía de M. McLuhan cuando exponía que el medio es el mensaje y también el masaje, por cuanto desde la repetición de todos los medios en todo momento se nos impone como cierto lo que no lo es. Pero también observamos que la realidad es mucho menos multimedia de cómo nos la venden.




¿Por qué nos gusta y nos atrae tanto la tecnología? D. Wolton[2] afirma que se produce un conjunto de transferencias. Se asocia tecnología a juventud, lo que supone modernidad, igualdad, libertad de acceso y desplazamiento. De hecho, el ochenta por ciento de programas informáticos dirigidos al gran público son juegos, según los datos que ofrecía el periódico Libération en agosto de 1998. También se asocia tecnología a utopía. La utopía de la Red que predica de modo directo o implícito el lema que delante de los ordenadores todos somos iguales.

Volviendo a la realidad, observamos que sólo el ochenta por ciento de los ciudadanos están conectados a la Red. Que el perfil del internauta es varón, blanco y de clase media o media-alta. Que nunca tantos han sido incomunicados por tan pocos. Tomamos y hacemos nuestras las palabras de E. Galdeano cuando afirma que "estamos ante un mundo sin alma; no hay pueblos, sino mercados; ciudadanos, sino consumidores; naciones, sino empresas; relaciones humanas, sino competencias mercantiles". Si la comunicación se reduce a tecnología y mercado estamos convirtiendo nuestras relaciones en puro intercambio comercial, con lo que alimentamos la triste espiral del que más tiene, más invierte, para tener más. Las grandes empresas venden a los que tienen; los que carecen de poder adquisitivo sencillamente no existen. Ya lo afirma con un amplio registro de eufemismos N. Negroponte en su obra Digital men: o eres digital o no existes. El costo social ya lo conocemos: grandes partidas presupuestarias que deberían emplearse en proyectos de educación o sanidad se destinan a compras de materiales informáticos que sólo son aprovechados por unos pocos o que se apolillan en los almacenes o estanterías de los centros porque no hay nadie que los gestione con una visión de desarrollo comunitario.

Nuestra propuesta parte de un replanteamiento de la comunicación que tenga en cuenta las otras dimensiones, la social y la cultural. Como manifiesta D. Wolton, es preciso vaciar el falso discurso de que la comunicación es progreso y futuro. No puede haber teoría de la comunicación sin la implicación social. Urge, por tanto, socializar las nuevas tecnologías, humanizar la comunicación. Esto supone separar la comunicación del problema de la productividad; entrar en el terreno de la comunicación como valor, no como mercancía. De lo contrario tropezamos con las duras palabras de F. Colombo: "El Edén de la Red está al otro lado de una cancela que se está abriendo… solamente para unos pocos… Diferentes jerarquías de cerebros manejarán los ordenadores, jugarán y experimentarán con ellos. Para los excluidos queda el juego interactivo… para llenar un inmenso tiempo libre". Las alegorías de Blade Runner y Matrix son una buena ilustración de lo que está ocurriendo.

Consideramos que las TIC no sólo consisten en usar el ordenador o aprender unas nociones de informática. El modelo político en el que hoy se enmarcan es neoliberal, con una clara y única propuesta tecnócrata. Nos dicen y nos repiten que la irrupción y su uso generarán abundancia y bienestar. Como apunta R. Aparici[3], se parte de un problema tecnológico cuando el problema es económico y social: pobreza e injusto reparto de la riqueza. Así pues, también se buscan soluciones en la tecnología, cuando no las hay.

La reflexión de un para qué, de unos modelos de sociedad y persona supone otro modelo de educación. Una nueva forma de aprender y enseñar. Otra comunicación. Esta reflexión resulta muy difícil sin tener en cuenta una serie de añadidos y deformaciones que desde la industria del marketing se ha atribuido a las TIC.
2. Algunos mitos de las TIC

2.1. Con las TIC cambiamos el modelo de la educación a distancia
La educación a distancia ha pasado por tres etapas. En primer lugar, fue el documento impreso, con la publicación de materiales escritos que se intercambiaban. Luego vino la etapa llamada "analógica", con la incorporación del vídeo, la radio y la televisión abierta y por cable. Por último llegó lo digital, caracterizado básicamente por la videoconferencia, las redes y la creación de las aulas virtuales. Hoy tenemos una educación a distancia que integra las tres etapas, pero con la tendencia a repetir con las TIC lo que siempre se ha hecho sin ellas: transmitir y transmitir información, de un modo unidireccional. Se nos antoja pensar que esto ocurre en gran medida porque la jerarquía de las estructuras de mando, gestión y organización chocan con la horizontalidad de la comunicación y su coaprendizaje. Lo importante sigue siendo el sistema educativo, sus contenidos, los saberes y sus portadores (los docentes), los resultados académicos, en vez de los alumnos. El saber no está en un centro cerrado llamado libro o aula, tiene muchos accesos y precisa de la participación de todos para llegar a las redes del conocimiento. César Coll[4] define esta tendencia afirmando que se está generando la idea de que la introducción de las nuevas tecnologías va a comportar un cambio metodológico, de una manera casi mágica, y se pregunta si ese optimismo es sólido o se queda a menudo en lo potencial, en lo posible, antes que en lo real.
2.2. Con las TIC se facilita la comunicación entre todos
De los seis mil millones de habitantes que pueblan el planeta, más de dos mil no tienen acceso a las redes. El alto costo de las comunicaciones virtuales dificulta la igualdad de oportunidades. No en balde, el perfil del internauta está dibujado como varón, blanco, de clase media. A este problema económico tenemos que añadir lo ya dicho sobre el empleo reduccionista de la comunicación. Cuando la escuela incorpora las TIC, ¿qué tipo de comunicación está proponiendo?, ¿qué tipo de educación plantea?
2.3. Con las TIC se afirma que todos estamos más informados
Vivimos en la sociedad del exceso de la información. Nos resulta difícil seleccionar, discernir lo necesario de lo superfluo, lo importante de lo accesorio. Nos falta tiempo y criterios. Mientras el ciudadano usuario se mueve entre la basura informativa del exceso y las sobras, los productores y propietarios de los medios y sus estructuras manejan información selectiva. Ellos conocen e identifican a los consumidores en sus gustos y consumos. Un servidor de Internet o el uso de la tarjeta electrónica permite conocer las necesidades y preferencias. Los lugares, las horas, los productos y los establecimientos de consumo. Se emplean sistemas de información muy sofisticados que nos controlan y nos vigilan. Mientras escribimos estas líneas se publicó, la semana del 16 al 22 de abril de 2001 en el New York Times, un anuncio original que mostraba la fotografía de un teléfono móvil y un eslogan que podríamos traducir como: "Ahora equipado con llamada a tres. Tú, la persona con quien hablas y el gobierno". Resulta ser un anuncio de una campaña publicitaria auspiciada por la Unión Americana para las Libertades Civiles. Cada mensaje que enviamos por correo electrónico, cada palabra que escribimos en un chat o que decimos en un móvil, cada operación o transacción que realizamos con la tarjeta están almacenados en el ordenador de una empresa.

El exceso de información se debe en gran medida a que la tecnología permite localizarse y distribuir desde cualquier parte; lo esencial para producir contenido en Internet es tener información y conocimiento, lo que se traduce –como explica detalladamente M. Castells– en personas con esa información y ese conocimiento, que están sobre todo concentradas en los grandes centros culturales y las grandes áreas metropolitanas del mundo. Con toda la información en la Red, pero no con el conocimiento que se necesita para lo que se quiere hacer. Se trata de saber dónde está la información, cómo buscarla, cómo procesarla, cómo transformarla en conocimiento específico y útil. Se trata de la capacidad de aprender a aprender que tanto se pregona desde los púlpitos ministeriales, aunque la diaria realidad manifiesta lo contrario. Sin accesos, sin infraestructura, sin mentalización, sin preparación es imposible.
2.4. Las TIC y los mitos de la interactividad, la participación y la libertad de expresión
Con los MCM se construyó el simulacro de la realidad. Liderados por la televisión, creemos lo que vemos. Sólo existe lo que sale por la televisión y lo que repiten el resto de medios. Con las TIC se ha impuesto el simulacro de la participación, de la interactividad, de la igualdad. Se confunde interactividad con interacción. Lo primero implica una participación activa de todos los participantes con una máquina, mientras que la interacción sería el proceso que se produce entre seres humanos. Cuando operamos con una máquina sólo podemos seguir el itinerario diseñado previamente por el programador del producto. Como señala R. Aparici en la ponencia citada, no hay forzosamente una correspondencia entre el grado de interactividad de un dispositivo técnico y el nivel de democratización del medio.

En estos últimos años la televisión abandona su epicentro como medio que modela la opinión pública a favor de las redes. La industria del marketing integra los modelos de representación tradicionales en los nuevos medios. La relación entre los tradicionales MCM y las TIC es un tema muy poco estudiado, por lo que se olvida que unos medios no desplazan a otros, sino que aprovechan sus sinergias. La fascinación que ejercen las todavía llamadas "nuevas tecnologías" cubre un deseo muy humano, que poco ha cambiado con el paso de los años: ser joven. Modernidad, nuevas solidaridades, libertad de acceso y desplazamientos, igualdad… son rasgos que aparecen en todos los anuncios. "Delante del ordenador todos somos iguales" sería el eslogan de esta macrocampaña muy bien orquestada por las grandes empresas tecnológicas y entidades financieras.

Internet se ha convertido en el corazón que articula el resto de medios. Tal como apunta M. Castells[5], la Red es el sistema operativo que permite interactuar y canalizar la información sobre qué pasa, dónde pasa, qué podemos ver, qué no podemos ver, y ser, por tanto, el sistema interactivo del conjunto del sistema multimedia. Como ilustración de lo dicho podemos ver la sala de redacción del Chicago Tribune, totalmente integrada en Internet, en la que los periodistas procesan información en tiempo real y de ahí sale hacia éste y otros periódicos en Estados Unidos, una serie de cadenas de radios y varias estaciones de televisión. ¿Cuál es el cambio? Esa información llega y se procesa en tiempo real. Un medio de comunicación masivo, continuo e interactivo que permite el acceso de sus usuarios. La escuela debería recoger este testigo y responder a lo que la actualidad le demanda.

Notas:
[*] Este artículo fue publicado en La mirada futura. Educación y Nuevas Tecnologías. 2001. Prensa Diaria Aragonesa; El Periódico de Aragón (Comunicación y Medios; vol.4).
[1] UOC, universidad virtual que desarrolla el módulo Multimedia y comunicación como asignatura transversal que se realiza en todos sus estudios.
[2] D. WOLTON (2000). Internet, ¿y después? Barcelona: Ediciones Gedisa.
[3] R. APARICI (2000). Mitos de la educación a distancia y de las nuevas tecnologías. Madrid.
[4] C. COLL. "Interacción y construcción del pensamiento". Ponencia en el II Seminario de Primavera de la Fundación Santillana.
[5] M. CASTELLS (2000). "Internet y la sociedad red". Lección inaugural del programa de doctorado para la UOC de Barcelona.
[Fecha de publicación: enero de 2002]