«La filosofía es también un combate contra todo aquello que no nos deja pensar»
Marina Garcés, profesora del máster universitario de Filosofía para los Retos Contemporáneos (UOC) y coordinadora del nuevo grupo de investigación MUSSOL
Marina Garcés, profesora del máster universitario de Filosofía para los Retos Contemporáneos (UOC) y coordinadora del nuevo grupo de investigación MUSSOL
Filósofa de aula, biblioteca y escritorio, Marina Garcés (Barcelona, 1973) también pone el cuerpo, cuando es necesario. El combate contra la credulidad fue «revolucionario», dice en Nueva ilustración radical (Anagrama), y ahora es «necesario». Está en disputa el interés de todos «contra los intereses del capitalismo actual», asegura. Y, también, que la nuestra ya es una «condición póstuma»: entre el ser humano y la naturaleza solo queda por ver «quién destruirá a quién». Con todo, la resistencia, ilustrada y radical, se la imagina como una tarea de «tejedoras insumisas, incrédulas y confiadas al mismo tiempo». Ahora publica Escuela de aprendices (Galaxia Gutenberg). Antes, Ciudad Princesa (Galaxia Gutenberg), Fuera de clase (Galaxia Gutenberg) y el mencionado título de Anagrama, entre otros. Dirige MUSSOL, el nuevo grupo de investigación en filosofía para los retos contemporáneos de la UOC, que recoge la necesidad de «seguir pensando» que propugnaba Diderot en el siglo xviii y la lleva a pleno siglo xxi, con el objetivo «de aglutinar la investigación» e «impulsar intercambios, seminarios y debates, tanto a escala nacional como internacional».
Filósofa de aula, biblioteca y escritorio, Marina Garcés (Barcelona, 1973) también pone el cuerpo, cuando es necesario. El combate contra la credulidad fue «revolucionario», dice en Nueva ilustración radical (Anagrama), y ahora es «necesario». Está en disputa el interés de todos «contra los intereses del capitalismo actual», asegura. Y, también, que la nuestra ya es una «condición póstuma»: entre el ser humano y la naturaleza solo queda por ver «quién destruirá a quién». Con todo, la resistencia, ilustrada y radical, se la imagina como una tarea de «tejedoras insumisas, incrédulas y confiadas al mismo tiempo». Ahora publica Escuela de aprendices (Galaxia Gutenberg). Antes, Ciudad Princesa (Galaxia Gutenberg), Fuera de clase (Galaxia Gutenberg) y el mencionado título de Anagrama, entre otros. Dirige MUSSOL, el nuevo grupo de investigación en filosofía para los retos contemporáneos de la UOC, que recoge la necesidad de «seguir pensando» que propugnaba Diderot en el siglo xviii y la lleva a pleno siglo xxi, con el objetivo «de aglutinar la investigación» e «impulsar intercambios, seminarios y debates, tanto a escala nacional como internacional».
¿Qué es lo primero que dijo a los miembros de MUSSOL?
El nombre del grupo, MUSSOL, ¿es una metáfora del compromiso de montar guardia cuando todos duermen?
El búho es el ave que acompaña a Atenea, diosa de la sabiduría, pero también de la guerra, y en la cultura occidental ha sido considerado el símbolo de la filosofía. Cuando cumplí diecinueve años, durante el primer año de carrera, mis compañeros de la universidad me regalaron un búho de metal que me ha acompañado siempre. El búho tiene los ojos abiertos de noche, vela mientras todos duermen, emprende el vuelo cuando la vida se repliega y desafía la oscuridad. Ahora estamos en tiempos oscuros, porque nos cuesta leer el presente e imaginar el futuro. Invocar la figura del búho es una invitación a hacer nuestra la noche.
Hacer nuestra la noche y montar guardia, ¿contra qué enemigo?
La referencia a Atenea nos recuerda que la sabiduría y la guerra no están del todo separadas. La filosofía es también un combate contra todo aquello que no nos deja pensar: los dogmatismos, la obviedad, los sistemas cerrados, el miedo, el castigo, la estupidez... Son elementos de las sociedades humanas que ahora toman nuevos rostros, pero que siempre han existido. Actualmente, hay un reforzamiento del autoritarismo que toma forma de populismo, de liderazgos fuertes, de nuevos conservadurismos, pero también hay un autoritarismo de la productividad, de los resultados, de la inmediatez y de la burocracia. En el ámbito académico, esta segunda forma de autoritarismo es especialmente grave y está estrechando los márgenes del pensamiento. No me refiero solo al margen de existencia de las humanidades o de la filosofía. Me refiero también a la posibilidad de hacer una ciencia que dude, que escuche y que cree líneas de investigación osadas.
¿Los integrantes de MUSSOL deberán ser «insumisos, incrédulos y a su vez confiados», como las tejedoras ilustradas radicales de su ensayo?
Una de las cosas que más me asusta en la vida son las personas que han perdido las preguntas, es decir, la curiosidad por lo que no saben, la inquietud por lo que no es fácil, el deseo de encontrar lo extraño. Pienso que las personas que nos hemos encontrado en MUSSOL compartimos estos deseos. No sé si son virtudes, tal vez nos hacen la vida más difícil, pero para mí son la condición para un pensamiento que no se dedique a reproducir fórmulas.
«Está en disputa el interés de todos contra los intereses del capitalismo actual», ha escrito. Una frase redonda que me recuerda lo que dijo Bukowski: que el capitalismo, después de haber sobrevivido al comunismo, se devoraba a sí mismo (lo que quiere decir que nos devoramos a nosotros mismos).
Estamos en un capitalismo de la depredación. Más allá de la destrucción creadora de la que hablaba Marx, ahora lo que tenemos es depredación y devastación. En los aspectos ambientales eso es evidente, y ahora tenemos también la situación sanitaria, pero pienso que también está pasando respecto a las dimensiones subjetivas, afectivas y relacionales del ser social que somos. El capitalismo actual ya no funciona desde el tiempo de la promesa (de una vida mejor, aunque sea desigualmente mejor), sino desde el miedo de «quedar fuera». Fuera de juego, fuera del país o de la ciudad donde vives, fuera de casa (literalmente), fuera del mercado cada vez más estrecho de oportunidades en que se ha convertido la sociedad. Esto nos hace serviles y orienta nuestra acción hacia algún tipo de «al menos»: al menos tengo trabajo, aunque me paguen mal; al menos tengo casa, aunque sea a un precio abusivo; al menos van a la escuela, aunque no sepamos qué aprenden, etc.
En sus escritos apuesta por la interdisciplinariedad. ¿El grupo MUSSOL también apostará por ello?
Tanto el máster universitario de Filosofía para los Retos Contemporáneos como el grupo de investigación MUSSOL entienden la filosofía como un cruce de saberes y de no saberes. No hay un campo cerrado para la filosofía. No se hace filosofía en un estadio de fútbol, sino en un cruce de caminos. Por tanto, más que interdisciplinariedad en el sentido de sumar o mezclar disciplinas, yo creo en una labor del saber y del pensamiento a partir de problemas comunes. La gracia es saberlos elaborar más allá de los lenguajes particulares.
«Ahora no hay gritos, sino un silencio que duele», una «indiferencia inquietante», ha dicho. ¿El grupo MUSSOL se dirigirá también a la sociedad, entonces?
Nos estamos planteando hacer nuestro trabajo colectivo en el cruce, también, entre el entorno académico, el cultural y el social. No creemos en la autorreferencialidad del sistema académico y entendemos que la universidad es una institución social que se debe a la sociedad a la que pertenece. No solo le debe ofrecer resultados, sino también maneras de poderse pensar a ella misma, en conflicto y en tensión con los problemas comunes de su tiempo. La universidad debe aspirar a elaborar, pero también a compartir las formas de conocimiento y de reflexión más atrevidas y hacerlo en colaboración y en diálogo con otras voces y entornos de experiencia. El dentro/fuera de la universidad se ha convertido en un abismo que empobrece a la sociedad, pero que, sobre todo, esteriliza la vida académica. Por eso el primer proyecto que pondremos en marcha se llama «Ecologías de la imaginación» y pretende estudiar, de manera teórica y práctica, cómo la filosofía puede contribuir, hoy, a la acción cultural y la transformación educativa y social.
También ha escrito, parafraseando Adorno, que «para curar hay que destapar; para pensar hay que dejar gritar». ¿Qué necesitamos destapar, qué está enfermo?
Desde El pressentiment, el último proyecto largo de Espai en Blanc, decíamos hace años que estábamos «enfermos de normalidad»... Ahora no sabemos si queremos volver a esa normalidad que nos enfermaba o apostar, realmente, por investigar otros caminos de vida personal y colectiva. Estamos en un punto en el que se hace tan difícil imaginar un futuro esperanzador, que el pasado más inmediato parece gloria. Pero, por supuesto, es precisamente este pasado, las formas en las que producíamos, consumíamos, viajábamos, trabajábamos, etc., lo que nos ha llevado hasta aquí. Nos da miedo ponernos enfermos de COVID-19, pero todavía nos da más miedo enfrentarnos a las causas reales de esta enfermedad.
¿Aún late el proyecto de pensamiento colectivo Espai en Blanc? ¿Compartirá las experiencias de dicho proyecto con los integrantes de MUSSOL?
¡Sí! El latido de Espai en Blanc ya hace años que se concentra en El pressentiment, una publicación en forma de una sola página, entre el cartel y la octavilla, entre la composición gráfica y el aforismo. Es una nueva manera de habitar el espacio vacío entre discursos formateados que nos acosan continuamente, desde los medios de comunicación, la academia, la industria cultural, el sentido común... Siempre hemos dicho: «algo de imposible o me ahogo», y la manera como lo hemos ido experimentando es abriendo agujeros, interrupciones y desvíos donde podernos encontrar. Ahora, la pandemia nos ha alejado de este terreno de experimentación constante, de relación amistosa y de encuentro abierto... Es lo que añoro más en estos momentos.
¿Cuál es la última vez que «puso el cuerpo»?
¡La última vez que me sentí en peligro ante el poder fue ante el juez Marchena! Pero, más allá de esta anécdota, paradójicamente pienso que cuando verdaderamente todos hemos puesto el cuerpo ha sido durante el confinamiento y los semiconfinamientos. Es una paradoja. Nuestros cuerpos encarcelados en casa, obligados a no tocarse, a estar lejos de seres queridos y de extraños, están viviendo una prueba de resistencia política, una acción colectiva de cuidado recíproco en forma de aislamiento individual que nunca hubiéramos imaginado. Creo que es interesante pensar este momento de este modo, más que como la expresión de una obediencia pasiva y arbitraria. Otra cosa será cómo saldremos de ello. ¿Olvidaremos que el distanciamiento ha sido una manera de cuidar a los demás? ¿Ganará el miedo sobre la solidaridad? Estas preguntas me asustan bastante.
UOC R&I
La investigación e innovación (RI) de la UOC contribuye a solucionar los retos a los que se enfrentan las sociedades globales del siglo xxi, mediante el estudio de la interacción de las TIC con la actividad humana, con un foco específico en el aprendizaje en línea y la salud digital. Los más de 400 investigadores y 50 grupos de investigación se articulan en torno a los siete estudios de la UOC y dos centros de investigación: el Internet Interdisciplinary Institute (IN3) y el eHealth Center (EHC).
Los objetivos de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y el conocimiento abierto son ejes estratégicos de la docencia, la investigación y la innovación de la UOC. Más información: research.uoc.edu #25añosUOC
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