Batas con poemas para personal médico y audios literarios para personas enfermas de COVID-19, algunas muestras de voluntariado en tiempos de coronavirus
Dicen que los momentos difíciles sacan lo mejor de cada cual. Sin duda, esta pandemia ha sido uno de los peores momentos que muchos hemos vivido, y la reacción de tantas personas ha confirmado el dicho popular. A través del teléfono o de las videoconferencias, utilizando las palabras o las manos, incluso haciendo acto de presencia «enmascarada», miembros de la comunidad UOC también han aportado su granito de arena de forma voluntaria. Mascarillas y batas nuevas, clases de repaso, textos leídos, poemas cosidos, conversaciones telefónicas, alimentos repartidos…, toneladas de esfuerzo, trabajo, imaginación, ilusión y solidaridad para estar junto a los más vulnerables, los que sufrían, los que trabajaban sin descanso.Un día y un hospital cualesquiera, un sanitario cuyo nombre no sabemos se pone una bata limpia… y poética: lleva versos de Maria del Puig Ventura, estudiante del grado de Artes y, durante la pandemia de la COVID-19, voluntaria en Sant Celoni para coser batas y mascarillas. «Incorporé "Poesías confinadas" a modo de etiqueta a las batas que produzco porque pensé que sería bonito dar un mensaje de apoyo a todos los sanitarios que se han dejado la piel cuidándonos. Escribir algo que los hiciera desconectar unos segundos, un respiro antes de enfrentarse a situaciones duras. Aproveché unos recortes de las bolsas con las que confeccionamos las batas para escribir poesías mías. Para mí la poesía es huir y refugiarme en un mundo de sentimientos profundos. La poesía tiene muchas lecturas y es la persona que la lee quien la completa con sus experiencias; por eso, en estos tiempos convulsos, la poesía puede aportar sensibilidad, pausa y reflexión», asegura.
«Las palabras han sido igual que los abrazos y las caricias a distancia, a través de la literatura», nos cuenta Ana Valdés, graduada en Información y Documentación y tutora de asignaturas de libre elección. Es bibliotecaria: «Tuvimos que cerrar e irnos a casa con los ordenadores» para seguir ofreciendo algunos de los servicios, como los préstamos en línea o concursos de microrrelatos. Pero tiempos especiales requieren también «efectos especiales». Los técnicos y técnicas de las bibliotecas públicas municipales de Villena, donde trabaja, pusieron en marcha la iniciativa «Textos por teléfono (y por sorpresa)»: «A petición, enviábamos audios con textos relacionados con la situación que vivían las persones oyentes: enfermos, sanitarios agotados de tanto trabajar, personas que habían perdido a un ser querido, mayores que no podían ver a los nietos… Nos hemos dado cuenta del poder de las palabras para aliviar y sanar». Ana nos explica que «han aportado alegría y felicidad agradecida a personas que se han sentido menos solas en este confinamiento que nos ha recluido y nos ha excluido de las relaciones». Gloria Fuertes, Maria Elena Walsh, Roald Dahl, Erich Fromm, Gabriela Mistral, Mario Benedetti, Alejandra Pizarnik, Walt Whitman, Ángel González, José Hierro... han cruzado las calles vacías, han atravesado las paredes y se han metido en casas y hospitales… sin mascarillas. 317 audios por teléfono «y casi ninguno repetido», explica orgullosa.
La palabra también es el camino que Lídia Yesares ha usado para acompañar. «Mi confinamiento tiene un nombre (más allá del de mi pequeña), y es Sra. Joana», afirma esta graduada en Psicología y Psicopedagogía y tutora del máster universitario de Neuropsicología. «El confinamiento me cogió de baja maternal, con una niña de dos meses. Mi ayuntamiento buscaba personas voluntarias y me ofrecí para hacer acompañamiento telefónico. La Sra. Joana tiene noventa años, no tiene apoyo familiar y se siente muy y muy sola». ¿En qué ha consistido su tarea? «Le he estado haciendo un pequeño apoyo, sobre todo emocional, charlando un ratito cada día con ella, sobre la COVID-19, la situación, sus historias personales... Escucharla me aporta la sabiduría de una vida larga. Hablar con ella cada día me reconforta; saber que, a pesar de la situación, la soledad y las complicaciones físicas, espera cada día mi llamada, que haya pasado del "quiero que mi vida termine ya porque así no se puede vivir" al "a ver si acaba todo esto y te veo a ti y a tu pequeña, que tengo un regalito", me reconforta. Paradójicamente, también me genera intranquilidad ver que el sistema y el confinamiento pueden ser tan perversos en ciertas situaciones...». También ha hecho gestiones en el CAP para agilizarle algún trámite médico, ayudarla con la medicación... «No sé si en realidad esto entra dentro del plan de voluntariado, pero entra en mi plan personal de empatía y compasión», y añade: «Poco a poco ha cogido confianza y hemos establecido un vínculo suficiente para que pueda ayudarla en pequeñas gestiones».
Bendito teléfono... ¡ya casi lo teníamos olvidado! Stephanie Alvarez, estudiante del posgrado de Cooperación Internacional y Administrativa, recibió una llamada de Cruz Roja para colaborar «llamando a personas vulnerables. Finalmente, fui a Fira de Barcelona como mediadora intercomunitaria, donde colaboré ayudando a las personas sin techo»; eso sí, «sin dejar de presentar mis actividades» ¡porque la UOC ha seguido! Julio César Rey también es voluntario de Cruz Roja y ha coordinado el centro de los sintecho de su ciudad, Torremolinos, situado en un hostel. Su tarea ha consistido en «trabajar con los servicios sociales, hacer visitas y celebrar reuniones individuales para hacer valoraciones, a pesar de que muchos son conocidos de los servicios sociales. Y después... ¡he sido "chico para todo"! Repartir alimentos, comprar en farmacias y supermercados...».
Aquí y ahora, muchas personas de la comunidad UOC se han preguntado qué sabían hacer. Era el momento de recuperar habilidades y conocimientos. Por ejemplo, Raquel García, estudiante de grado de Marketing e Investigación de Mercados, ha cosido mascarillas para darlas a hospitales y personas que tenían que trabajar. Asegura que «es importante aportar en estos momentos porque no cuesta nada. Yo sé coser y faltaban mascarillas. ¿Por qué ser egoísta y no hacerlo o hacerlo solo para mí?». Mònica Corrales, estudiante del grado de Relaciones Laborales y Ocupación, se apuntó a la plataforma www.universitarioscontralapandemia.es y da clases de asignaturas técnicas por Skype. «Me han designado una familia con dos hijas, de 6.º de Primaria y 1.º de ESO, con problemas de aprendizaje diagnosticados. Las chicas están supercontentas y yo siento una gran satisfacción. Su esfuerzo y aplicación para el estudio son conmovedores».
Carles Sierra también ha dado apoyo, pero no académico, a niños y jóvenes. Este estudiante de primer semestre creó, con su familia, una asociación para adolescentes con diversidad funcional y se dedican a hacer actividades deportivas, de ocio o asistencia con perros para trabajar su inclusión. Ahora, teletrabajando y con dos hijos pequeños, han seguido haciendo videollamadas colectivas para acompañarse, y gracias «al chico del bar donde siempre vamos con los chicos, he repartido más de 35 menús en un mes entre las familias que lo necesitaban».
Estas experiencias marcan el confinamiento; lo hacen diferente para los demás, pero también para ellos mismos. Ana nos comparte que, al leer los textos por teléfono, «sobre todo sentí emoción en el sentido más amplio de la palabra. ¡Había niños que creían que lo que oían era casi mágico!». Maria afirma que «cuando empieza la pandemia y el mundo se para, te das cuenta de lo que es importante y de qué trabajos son esenciales. Tienes cierto malestar cuando te das cuenta de que en estos momentos no eres útil a la sociedad. ¡Así que tenía que buscar algo para hacer!».
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