En España el 47,6 % de los diagnósticos por VIH son tardíos
El retraso diagnóstico afecta en su mayoría a hombres heterosexuales mayores de 55 años y puede aumentar hasta 24 veces el riesgo de fallecimientoLas causas son las barreras de acceso a la prueba y el estigma que aún rodea a la enfermedad
Los últimos datos sobre la incidencia del VIH en España apuntan a un buen control de la enfermedad y a un mantenimiento de la tendencia descendente de nuevos casos iniciada con la introducción de los tratamientos antirretrovirales. Sin embargo, llama la atención la elevada tasa de diagnósticos tardíos, tal y como señala la doctora Juliana Reyes Urueña, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC y epidemióloga del Centro de Estudios Epidemiológicos sobre las ITS y Sida de Cataluña (CEEISCAT): «Según datos correspondientes a 2018, la proporción de diagnósticos tardíos fue del 47,6 % (reporte nacional), una cifra muy similar a la europea, situada en torno al 49 % en el reporte del Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC). En Cataluña, durante el mismo periodo, la proporción fue del 44 %, una tendencia que se ha mantenido estable en los últimos cinco años en el reporte autonómico».
Clínicamente, un diagnóstico de VIH se considera tardío cuando la persona diagnosticada tiene un recuento de linfocitos (CD4) por debajo de 350 células/ml o si presenta un evento que define el sida (enfermedades o infecciones oportunistas definitorias, como tuberculosis, neumonía por Pneumocystis jirovecii o toxoplasmosis, entre otras), independientemente del recuento de células CD4.
«Asimismo, dentro del grupo de pacientes con diagnóstico tardío se encuentran las personas con enfermedad avanzada por VIH, es decir, las que al ser diagnosticadas tienen un recuento de CD4 por debajo de 200 células/ml», señala Reyes, que es coordinadora científica de la especialización de Infecciones de Transmisión Sexual y VIH de la UOC.
Varón, heterosexual y mayor de 55 años
En cuanto al perfil de pacientes que presentan este diagnóstico tardío, los datos reflejan que es mayor el de hombres heterosexuales mayores de 55 años, lo que concuerda con el perfil europeo. «Las principales causas que están detrás del diagnóstico tardío por VIH son las barreras de acceso a la prueba diagnóstica. En el caso concreto de Cataluña, el mayor número de nuevos diagnósticos se hace en hombres que practican sexo con otros hombres (HSH), con una mediana de edad de 36 años y en su mayoría de origen español (el 54 %)», comenta la experta, para quien el hecho de que el diagnóstico tardío sea más prevalente en hombres heterosexuales pone de manifiesto que los HSH están más sensibilizados sobre las conductas de riesgo, el acceso a la prueba y, también, tienen un mayor conocimiento sobre el VIH. «Aunque esto no quiere decir que no haya un subgrupo de HSH que aún tiene un diagnóstico tardío, como es el caso de los inmigrantes, los trabajadores sexuales y la población trans», afirma Reyes.
Esta situación lleva concatenadas a su vez una serie de circunstancias, como comenta Juliana Reyes: «Las personas que se están diagnosticando tardíamente por el VIH no acceden a la prueba, desconocen su riesgo, tienen poca información sobre la transmisión del virus del VIH y también de otras infecciones de transmisión sexual (ITS). A esto hay que añadir que los proveedores de salud no los consideran como grupos de riesgo y, por lo tanto, no les ofrecen el cribado. Por lo tanto, es muy importante conocer la epidemiología local para poder dirigir las estrategias preventivas».
Mayor riesgo, peor calidad de vida
Todo ello tiene serias consecuencias tanto en el desarrollo de la enfermedad como en la calidad de vida de los pacientes, la más importante de las cuales es el incremento de la mortalidad: «El diagnóstico tardío puede aumentar hasta 24 veces el riesgo de fallecimiento si se compara con personas que no se diagnostican tarde. Por el contrario, el acceso temprano al tratamiento está asociado con un mejor pronóstico y tasas bajas de progresión de la enfermedad. La vinculación inmediata con el sistema sanitario y el inicio de la terapia antirretroviral (TAR) producen los máximos beneficios del tratamiento médico contra el VIH para las personas que viven con esta enfermedad, al tiempo que disminuyen la tasa de transmisión comunitaria del VIH», dice la experta de la UOC.
Reducir esta alta incidencia del diagnóstico tardío es precisamente uno de los objetivos previstos en la estrategia 90-90-90 de la ONU para 2020 —que el 90 % de los infectados esté diagnosticado; que, de ellos, el 90 % esté en tratamiento y conseguir que el 90 % de estos últimos esté en supresión viral— y significa también un reto clave en el abordaje actual de la enfermedad por las importantes consecuencias que implica para todos, como explica Juliana Reyes: «Un diagnóstico tardío es perjudicial tanto para el individuo infectado por el VIH como para la comunidad, por dos razones: en primer lugar, en ausencia de un inicio oportuno de la terapia antirretroviral, la mayoría de los pacientes sufrirá los efectos nocivos de la infección por VIH debido a la falla gradual del sistema inmune, los cuales van desde la infección por enfermedades oportunistas hasta la muerte. Y en segundo lugar, la propensión a la transmisión del VIH por las personas infectadas no diagnosticadas (al no saber que lo están), ya que se ha comprobado que hay un cambio respecto a las conductas de riesgo una vez que las personas infectadas se diagnostican, lo que limita la transmisión del virus a la comunidad».
Contagios en jóvenes: falta prevención primaria
El perfil de los nuevos diagnósticos son personas con una mediana de edad de 36 años. En la franja de edad entre 15 y 25 años, a pesar de que se registra un porcentaje más bajo que en años previos, todavía hay un 11,9% del total de los nuevos diagnósticos. Llama atención que a pesar de las campañas y el mayor acceso a la información que caracteriza a las nuevas generaciones se sigan produciendo nuevas infecciones entre los jóvenes. Juliana Reyes opina al respecto que esto se debe no a que se haya «perdido el miedo» a la enfermedad —considerada actualmente una patología crónica gracias a la introducción de los nuevos tratamientos—, sino a la falta de prevención primaria existente: «La educación sexual inclusiva, libre de estigma e igual para los jóvenes independientemente de su sexo, género u orientación sexual, así como su inclusión en un paquete de prevención combinado, es una asignatura pendiente en el país. Por otro lado, hay que seguir trabajando en la mejora continua de la atención al VIH, algo que impactará en la disminución de la transmisibilidad, en la línea de los objetivos de la estrategia 90-90-90».
Asimismo, la epidemióloga destaca el papel que ejerce tanto en este diagnóstico tardío como en los nuevos contagios el estigma que sigue rodeando a esta enfermedad. «Con frecuencia, las personas que viven con el VIH evitan acudir a clínicas por miedo a que se revele su estado serológico o a sufrir más estigma y discriminación en relación con el VIH, y esto se relaciona con el diagnóstico tardío. Según datos de ONUSIDA, una de cada cinco personas seropositivas no acude a una clínica u hospital por miedo de ser estigmatizada o discriminada a causa del VIH, de lo que se deduce que el estigma sí condiciona y es un factor determinante estructural del diagnóstico, lo que resulta mucho más relevante en poblaciones clave», concluye Juliana Reyes.
Expertos UOC
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