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Máster Executive MBA en Entrepreneurship e Innovación
Judith Gilbert: «Generamos biocombustible sólido utilizando residuos de café como materia prima y damos empleo a jóvenes inmigrantes en riesgo de exclusión»
¿Cómo se convierte una educadora social en la representante de una multinacional en España?
Pues por circunstancias un poco aleatorias. Yo siempre tuve claro que quería trabajar con adolescentes. Estudié la carrera en Israel y me especialicé en jóvenes en riesgo de exclusión social. El último año de carrera trabajé en la cárcel con jóvenes, pero me desbordó; era muy joven, no tenía las herramientas emocionales para manejarlo y decidí que no era el momento. Me había formado en algo muy específico y había que buscar alternativas.
Era el momento de buscarse la vida...
Aunque con la suerte de que a los veinte años puedes trabajar de cualquier cosa. Fui buscando mi camino por varios sitios hasta que encontré a quien considero mi mentor, lamentablemente ya fallecido. Él era autónomo y vendía productos israelíes a empresas en Latinoamérica y me enseñó todo un mundo comercial, de calle, no de universidad: cómo tratar a los clientes, estrategias de venta, etc.
Tenía una visión comercial diferente.
La filosofía real de querer ayudar a la otra persona. Tenía una forma de encarar el comercio muy inteligente, teniendo siempre en cuenta a la persona que tienes enfrente, sabiendo que también tiene presiones y necesidades, y buscando un punto de encuentro. Muchas veces se interpreta el comercio como una lucha, como un engaño o como el intento de sonsacar algo, pero eso es absurdo, ya que las relaciones humanas van más allá.
Y empezaste a trabajar con él.
Sí. Poco después, a él lo contrató una subsidiaria de la multinacional Stanley Works y trabajamos juntos hasta que me ofrecieron desarrollar en España la familia de productos producidos en Israel (almacenaje inteligente, cajas de herramientas, etc.). Me mandaron aquí para unos meses y ya llevo veinte años.
Y así aterrizaste en el mundo de la multinacional.
Efectivamente. Yo venía de trabajar con mi mentor y lo fundamental con él era disfrutar del trabajo.
De repente, ya no era solo Judith, sino una gestora de grandes cuentas. Aunque también quiero señalar que siempre fui muy atípica en Stanley, un bicho raro, porque trabajaba mucho las relaciones con los clientes como lo había hecho antes y tuve que aprender a trabajar en entornos más formales.
¿Cuál fue tu principal reto allí?
En 2010 nos fusionamos con Black+Decker y me convertí en la directora comercial del canal de consumo. El reto que más disfruté fue gestionar un equipo: trabajar con un grupo de personas e intentar transmitirles mis valores sobre cómo trabajar, tratar con la gente, potenciar las capacidades de cada uno y hacerles disfrutar del camino, aunque reconozco que también era muy exigente.
Estuviste diecisiete años en la multinacional. ¿Cuánto tiempo llevabas madurando tu salida?
Presenté mi renuncia tres veces, pero siempre me la negaban [sonríe]. El último año ya sentía demasiado el peso de la multinacional y empecé a echar de menos la parte social, hacer algo que tuviera algún valor añadido. Como me cuesta estar en varios proyectos a la vez porque necesito tener un punto, decidí que tenía que irme para poder buscar mi camino.
Sí sabías que querías orientarte hacia un tema más social.
Sin duda. Navegué por internet buscando proyectos sociales y descubrí todo un mundo fascinante de gente que está haciendo cosas maravillosas. También es verdad que yo pregunté a la empresa si me dejaría llevar la responsabilidad social corporativa, y es probable que me hubiera quedado si me hubieran dicho que sí, pero en aquel momento no era relevante para ellos, así que en diciembre de 2014 dejé el trabajo.
Así arrancó Factor Escucha.
Sí. La idea fue generar una asociación que escuche las necesidades que hay en la sociedad y actúe generando proyectos. Gracias al trabajo en red en el ámbito del emprendimiento social, acabé haciéndome voluntaria de una entidad que se llama Espai d’Inclusió i Formació Casc Antic (Eicascantic), una asociación que trabaja la alfabetización para adultos inmigrantes, que era algo que ya había hecho en Argentina, y que también tiene el programa Ta-axira para jóvenes inmigrantes no acompañados. Pensé que esa era mi oportunidad de retomar mi pasión. Siendo voluntaria en Eicascantic, conocí la realidad de estos jóvenes, lo que me inspiró a desarrollar Up! Energía.
¿Qué problemas tienen estos jóvenes?
Si bien están tutelados por el Estado mientras son menores de edad, al alcanzar la mayoría de edad no hay recursos para todos y muchos de ellos se quedan en la calle, pasando a ser institucionalmente invisibles y con un alto grado de vulnerabilidad emocional. Es un tema que me toca mucho porque yo soy emigrante y vengo de una familia judía con una larga historia de migraciones. Si para mí, que tenía recursos, ya fue complicado, imagina para estos chicos del Magreb o de Pakistán, que llegan solos y sin recursos materiales o afectivos... La reflexión fue la siguiente: si el principal problema es que necesitan un contrato de trabajo para regularizar su situación, montemos una empresa que pueda contratarlos. Suena un poco infantil, pero es lo que inspiró a Up! Energía.
Tu primera idea era repoblar un pueblo abandonado con estos jóvenes.
Sí, aunque es una idea muy ambiciosa y cuesta encontrar un modelo económico que garantice su sostenibilidad, por lo que la hemos abandonado momentáneamente. Empecé a dar vueltas al modelo económico y un amigo que conocí en un networking me habló de la idea de aprovechar los residuos de café como energía limpia. Investigando, descubrí una empresa de Inglaterra que hace biomasa con estos residuos. En ese momento se unió al proyecto mi socia Danielle, nos apuntamos al programa de emprendimiento social de Barcelona Activa y entre las dos empezamos a estudiar el mercado y a desarrollar el proyecto mediante mucho trabajo en red y contactos. Hemos recibido el tercer premio a la mejor iniciativa social de Barcelona en 2017.
Se trata del primer proyecto de Factor Escucha y lo habéis bautizado como Up! Energía.
Sí. En Up! Energía generamos biocombustible sólido en forma de pélets utilizando residuos de café que se generan en la ciudad como materia prima, potenciando, así, la economía circular y dando empleo a jóvenes extutelados en riesgo de exclusión social y a otros colectivos vulnerables.
¿Cómo funciona el modelo?
Recogemos el residuo de café tanto de puntos de gran consumo (hospitales, aeropuertos, etc.) como del canal HORECA y lo llevamos a nuestro centro de producción, donde pasa por un proceso de secado y peletizado. El principal objetivo es buscar la sostenibilidad y la rentabilidad económica en cada fase del proceso, por eso estamos probando distintos modelos logísticos (última milla, logística inversa, etc.). Para alcanzar este objetivo es importante la colaboración con otras entidades sociales, la Administración pública, la empresa privada y la academia. Creemos que ese es el modelo que garantizará los mejores resultados. Según nuestro plan, calculamos poder emplear a dieciséis personas de forma directa y a otras cinco de forma indirecta en cuatro años, además de gestionar correctamente unas diez mil toneladas de residuos y evitar unas cinco mil emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Ahora estamos buscando financiación para salir al mercado. El 1 de marzo lanzaremos una campaña de matchfunding con la colaboración de la fundación Goteo.