10/10/24 · Economía

"Queda mucho por aprender de los mayores, tanto del pasado como para el futuro que está por construir"

Tomás Sánchez Criado, nuevo investigador del grupo CareNet (foto: Ioannes Thyrsus)

Tomás Sánchez Criado, investigador del grupo Care and Preparedness in the Network Society (CareNet) de la UOC

Tomás Sánchez Criado, experto en transformaciones urbanas del cuidado vinculadas a la accesibilidad, el calor extremo y el envejecimiento poblacional, es investigador Ramón y Cajal, con una Beca Leonardo, en el grupo CareNet del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). En esta conversación, el investigador repasa los principales retos que plantean dos cuestiones muy conectadas entre sí, el cambio climático y el envejecimiento de la población, desde una perspectiva tanto nacional como internacional. Además, recuerda una de las múltiples actividades en las que ha participado para contribuir a hacer de este mundo un lugar más habitable: el taller La ciudad de las sombras en el marco de las Semanas de Arquitectura de Barcelona.

 

Hace ya varios veranos que vemos cómo se baten récords de temperaturas extremas y sufrimos constantes olas de calor. Desde tu disciplina científica, ¿qué podemos hacer para combatir el cambio climático y, en particular, el calor extremo?

Como científico social y antropólogo urbano, del calor extremo como expresión del cambio climático, me interesan dos cuestiones: la dimensión histórica y las desigualdades que produce en un momento en el que cada vez más población vive en entornos urbanos.

Con respecto a la primera cuestión, no se puede entender al margen de nuestras acciones, como el uso que hacemos de las energías fósiles. Son nucleares a nuestro modo de vida, pero a la vez las emisiones de estas energías son las que generan el mayor impacto medioambiental planetario en forma de calor extremo y creciente. En el ámbito de las ciencias sociales ha tenido gran fortuna el término Antropoceno, que tiene que ver con pensar no tanto en una era geológica como en el impacto histórico que ha tenido el ser humano sobre el planeta. Aunque quizá sería más preciso hablar del capitalismo antes que hacer una atribución de culpa a la totalidad del ser humano.

La segunda cuestión que me interesa es la de las desigualdades, porque el calor extremo no afecta a todo el mundo de igual manera. Los más afectados son aquellos que se encuentran en situación de exclusión social o de pobreza: personas mayores, niños, gente que trabaja en exteriores, personas en condiciones de pobreza energética en viviendas de mala calidad o que no pueden usar el aire acondicionado.

¿Qué es más importante para combatir el cambio climático, el papel de los mandatarios o el de la ciudadanía?

La verdad es que nos encontramos en un momento sin precedentes. El filósofo Bruno Latour habla de "mutación climática" y describe el reto al que nos enfrentamos como el de "fundar un nuevo régimen climático". Un momento de gran incertidumbre, y es indudable que hay que tomar cartas en el asunto porque, a pesar de la complejidad, es un fenómeno que tiene que ver con nuestras prácticas, con nuestro hacer.

Necesitamos políticas públicas, sin duda, pero lo cierto es que la administración no puede llegar a todos los sitios ni hacerlo con la rapidez suficiente. Se podría decir que el momento actual es similar al inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando todo cambió por completo en apenas cinco años: se fabricaron los estados sociales como los conocemos hoy en día, se fundaron infraestructuras de transporte y comunicación, etc.

Para que esto sea posible, todo el mundo tiene que hacer su parte. Las políticas públicas son necesarias, pero creo que la administración pública debería salirse un poco de ese cierto afán tecnocrático de dirigirlo todo y dejar mucho más margen a la colaboración y la intervención ciudadana. Sin ese impulso participativo, en cierto sentido activista, será difícil hacer frente de una forma democrática a la tragedia en la que vivimos.

“Para luchar contra el cambio climático necesitamos políticas públicas, pero la administración no puede llegar a todas partes ni hacerlo con suficiente rapidez”

¿En qué situación se encuentra España en este aspecto en comparación con otros países de Europa? ¿Y Europa respecto a otros continentes?

La pregunta es compleja porque hay diferentes indicadores y muchos efectos desiguales, pero España es un país que, por su situación geográfica, un parque de vivienda de baja calidad y muchas personas en situación de pobreza energética, puede ser uno de los países europeos más afectados por el creciente calor extremo.

Aunque en otros lugares del mundo, de los que tendríamos mucho que aprender, se experimentan temperaturas bastante más extremas, es en el efecto de la isla de calor urbano y en las cada vez más frecuentes olas de calor donde se está poniendo el foco: los golpes de calor o qué hacer ante temperaturas mínimas muy altas que no permiten el descanso nocturno. Para ello, además de incrementar el arbolado, se está innovando en medidas como los refugios climáticos, los itinerarios bioclimáticos o las infraestructuras de sombra, entre otras.

Europa y España están haciendo un trabajo ímprobo de medición e intervención. En otros lugares del mundo no tienen las condiciones para ello, pero parece haber un gran consenso en que, a buen seguro, el sur global sufrirá mucho más las consecuencias del calor extremo.

¿A qué conclusiones se llegó en su taller La ciudad de las sombras?

La ciudad de las sombras cobra sentido como parte de un convenio de colaboración que la UOC ha firmado con la Oficina Técnica de Cambio Climático y Sostenibilidad y la Fundación BIT Habitat del Ayuntamiento de Barcelona. El Plan Clima de Barcelona, bastante ambicioso, contempla un plan de sombras. Han estado analizando la insolación urbana de la ciudad y la idea principal del Ayuntamiento es que la mejor climatización posible es la sombra de un árbol. Sin embargo, para los lugares donde el arbolado no puede instalarse, se está pensando en estructuras de sombreado efímero. Estas unidades del Ayuntamiento lanzaron un concurso para incentivar prototipos de soluciones que no están en el mercado.

Mi papel ahí es hacer un estudio del proceso de prototipado, el proceso de implementación y el paso subsiguiente, que será la transformación de estos prototipos en un pliego de condiciones del Ayuntamiento, es decir, fabricar las condiciones para que el Ayuntamiento pueda llamar a este tipo de proyectos e incorporarlos en el catálogo de sus servicios. En este contexto, monté un taller, La ciudad de las sombras, en el que el interés era ampliar el pensamiento sobre la vida social y urbana de las sombras y crear, para ello, un departamento de umbrología ficticio. En él intentamos reflexionar prácticamente sobre qué significaría construir y vivir las ciudades desde las sombras, algo arraigado en la arquitectura mediterránea tradicional, pero olvidado por el urbanismo moderno. La sombra tiene una dimensión poética y popular innegable, pero permite, además, abordar un tema inasible como es el calor como algo que podemos retrabajar colectivamente, con nuestras manos.

En tu trabajo te interesas por la relación de esto con el envejecimiento de la población. ¿Cuáles son sus principales efectos? ¿Y qué podemos hacer para combatirlos?

En los países más industrializados, un número cada vez mayor de personas vive más tiempo. Sin embargo, esto, que sería motivo de celebración porque es una situación sin precedentes, es leído por ciertos expertos como un tsunami gris, una catástrofe en ciernes que provocará una crisis de la caja de la Seguridad Social (los costes de los cuidados de larga duración serán cada vez mayores, etc.). A su vez, todo esto ocurre en un momento de cambio climático, con el calor siendo uno de los principales retos para el cuidado de las personas mayores, sobre todo aquellas en condiciones de aislamiento y soledad. De hecho, la mortalidad atribuible a las olas de calor suele impactar gravemente en la población de más edad.

Los estados europeos han trabajado mucho para generar mejores condiciones de vida para las personas mayores a través de prestaciones sociales o —y en esto España es pionera— de infraestructuras tecnológicas y de movilidad accesible: autobuses de piso bajo, remodelaciones de baños, aceras caminables, redes sociales contra la soledad. Pero en esta concatenación de crisis sin precedentes, la tormenta perfecta, los adultos de hoy no sabemos si podremos envejecer en las mismas condiciones que nuestros padres, porque en muchos casos no hemos tenido acceso a una vivienda en propiedad o a un trabajo estable. Seguramente seremos más pobres. Es una situación nueva, porque lo que en principio es un logro, que haya muchos mayores viviendo bien, se convierte en un problema si se mira desde la clave del estado del bienestar en tiempos de cambio climático.

Entonces, ¿cómo ves el futuro? ¿Eres optimista o pesimista?

La reflexión sobre la dimensión futura de estas infraestructuras, netamente urbanas, para el cuidado de los mayores es uno de los ejes centrales de un proyecto en el que comenzaré a trabajar ahora: "Ciudades que envejecen. Los futuros del urbanismo de la edad avanzada en el litoral español", financiado por la Fundación BBVA. A pesar de este gran cambio cultural, seguimos conviviendo con muchos tipos de discriminación basada en la edad, o edadismo. Se ve a las personas mayores como una carga y se habla de los jóvenes como el futuro.

¿Pero por qué no le damos la vuelta y pensamos en el futuro de esas ciudades hechas para envejecer desde la perspectiva de los mayores, y no solo de los jóvenes? Por ejemplo, una de las principales acciones legales sobre el clima que ha tenido lugar en Europa en los últimos años ha partido de la Asociación Suiza de Mujeres Mayores por el Clima, que llevó al Estado suizo ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y le forzó a salir de su descuido intergeneracional en la política pública climática argumentando la profunda afectación que las olas de calor tienen en las personas mayores. Así que queda mucho por aprender de los mayores, no solo sobre el pasado, sino sobre los posibles futuros que nos podrían ayudar a construir.

 

UOC R&I

La investigación e innovación (I+i) de la UOC contribuye a solucionar los retos a los que se enfrentan las sociedades globales del siglo XXI mediante el estudio de la interacción de la tecnología y las ciencias humanas y sociales, con un foco específico en la sociedad red, el aprendizaje en línea y la salud digital.

Los más de 500 investigadores e investigadoras y más de 50 grupos de investigación se articulan en torno a los siete estudios de la UOC, un programa de investigación en aprendizaje en línea (e-learning research) y dos centros de investigación: el Internet Interdisciplinary Institute (IN3) y el eHealth Center (eHC).

La universidad impulsa, también, la innovación en el aprendizaje digital a través del eLearning Innovation Center (eLinC), y la transferencia de conocimiento y el emprendimiento de la comunidad UOC con la plataforma Hubbik.

Los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y el conocimiento abierto son ejes estratégicos de la docencia, la investigación y la innovación de la UOC. Más información: research.uoc.edu.

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