"Hacer voluntariado social es como ir a una sesión de aprendizaje y humildad"
Montse Arias, lcenciada en Humanidades, estudiante del grado de Antropología y voluntaria del Programa de mentoría catalán de refugio
Montse Arias inició el mes de marzo su mentoría en el Programa catalán de refugio (PCR). Esta egarense de 52 años y madre de dos hijos trabaja en el ámbito social en la Administración pública, y decidió volver a la universidad para dedicarse a su pasión, la antropología y la sociología, y culminar así un sueño y un primer ciclo de Historia.
Su carácter social fue lo que la atrajo en el programa de mentoría social del PCR, un programa de la Dirección General de Migraciones, Refugio y Antirracismo del Departamento de Igualdad y Feminismos de la Generalitat de Cataluña, que facilita relaciones de acompañamiento social a través de la mentoría para personas solicitantes de protección internacional, refugiadas y migradas en situación de vulnerabilidad. La participación en el programa como persona mentora implica que colabora con el programa tanto de forma individual como con su familia o con un grupo de amigos, puesto que se busca promover la mentoría grupal, con un máximo de cinco personas por grupo. Entre 2017 y 2021 el programa acogió a 723 personas refugiadas y formó a más de 1.000 personas voluntarias. A partir de 2021 contó con la alianza de la UOC, que ha aglutinado una comunidad de más de un centenar de estudiantes solo en dos ediciones. Es uno de los proyectos del Programa de voluntariado de la UOC.
¿Qué te motivó a apuntarte al Programa de mentoría catalán de refugio?
Al trabajar en el ámbito social, veo muchas realidades cada día y todas las carencias. Por un lado, siento que todos podemos hacer cosas cada día por la gente tanto favorecida como desfavorecida; todos tenemos nuestras cosas. De hecho, ya participo como voluntaria en actividades del ayuntamiento de mi ciudad (Terrassa). Así que un día vi que la UOC tenía una lista enorme de programas y me apunté al programa de refugiados y al de prevención y apoyo del suicidio. Hice las dos formaciones. No podía comprometerme a muchas horas ni días, pero sí podía dedicarle, por ejemplo, una tarde a la semana y, si era necesario, algo más. Así ha sido. Estas aportaciones sociales tienen su recompensa energética en todos nosotros. Son actos de amor que te recompensan con el mismo amor y energía vital.
¿Por qué elegiste este programa y no otro?
Seguramente por el aspecto social, porque conozco a gente que trabajaba en programas como el de la Cruz Roja y porque estábamos y estamos en plena guerra rusa-ucraniana y palestino-israelí. Les pongo cara y nombre, conozco a personas de estos países, y esto todavía me hizo sentir más cerca de su sentimiento. La llegada de personas a las que clasificamos como refugiadas también crea estigmas que me gustaría dejar atrás. No es nada fácil para ellos, como tampoco lo sería para nosotros, y es de una gran dureza para cualquier persona de más de setenta años, por ejemplo, que llega a un nuevo país, donde el idioma y las costumbres no tienen nada que ver con su antigua realidad. Como antropóloga que me siento, sale de mí luchar contra esta alteridad estigmatizada.
¿Qué has hecho exactamente durante el programa?
Después de la formación que nos hicieron a un grupo reducido, me asignaron a un matrimonio de más de setenta años que había huido de su país. Primero, tuvimos una entrevista conjunta con ellos y Cruz Roja, donde intentamos saber qué intereses tenían.
Supimos que a ella le gustaba mucho la natación, y a él también. A menudo me explicaba que iba mucho a nadar al mar y ¡que le gustaba tanto! Así que monté un día a la semana el encuentro en las piscinas del Club Natación Sabadell, donde el programa había conseguido un convenio colaborador para que nos cedieran el espacio, y nadan felices ese rato.
Les dedico una tarde a la semana y, si hace falta, podemos hacer otra. Son cuatro horas, y en esos momentos solo estamos haciendo natación, puesto que ella tiene una lesión que no le permite hacer excursiones o caminatas, que es lo segundo que había pensado hacer con ellos. Pero ella ha tenido problemas de salud, un resfriado fuerte, dolor de rodilla y de cadera por una caída. Por lo tanto, no siempre ha podido nadar.
Intentamos tener conversaciones con los traductores tecnológicos, ¡que son una maravilla! Usamos el traductor de voz de Google, que va bastante bien. No hablan nada de inglés, lo que limita mucho más la comunicación, pero al final te das cuenta de que "amar es poder", y nos acabamos entendiendo perfectamente. Los dos están en el programa de normalización lingüística.
También les encantan las exposiciones y conocen a Tàpies, Miró y Sorolla, de los que se han hecho exposiciones en Barcelona en este último año. Tengo que deciros que el poco rato que supone una tarde a la semana llena de energía al ver una sonrisa que ni pensaba que vería en los primeros encuentros.
¿Cómo ha sido hasta ahora el proceso que has podido acompañar como mentora?
Vi que él está muy adaptado y se esfuerza mucho con el idioma. Ahora hará la prueba de español y está muy nervioso. También empieza a hacer sus intentos de catalán, pero ¡poco a poco!
Respecto a ella, ha sido una progresión muy diferente. Tenía un rechazo inicial de socializarse; su actitud era seria y casi parecía enfadada con la situación y con el mundo. Su pensamiento era que estaba aquí de paso, y por eso no tenía que hacer tanto esfuerzo con el lenguaje ni con la adaptación. Pienso que había una resistencia y se sentía forzada. Totalmente comprensible.
Esto son lutos que cada cual vive a su manera. Personas que viven el cambio como una forma de abrirse a nuevos mundos y aprender, y otros a quienes les provoca angustia y sentir que están fuera de su zona de confort. ¿Cuántas veces nos debe de haber pasado a todas?
¿Qué te ha aportado el PCR tanto personal como académicamente?
Académicamente, supongo que ha sido el hecho de practicar, una vez más, la convivencia con la alteridad de costumbres, de formas de pensar o de actuar. Remueve ver que a todos nos podría pasar tener que cambiar de golpe de realidad, y hace que aceptes todavía más la diversidad de culturas y entiendas que, en realidad, la diferencia solo la crea un mismo.
Personalmente, me aporta amor, que se transforma en una energía maravillosa. Puede sonar idílico, pero realmente es como ir a una sesión de aprendizaje y humildad humana que te hace entender la importancia de las relaciones humanas y que, a pesar de ser una pequeña partícula en el engranaje, es muy importante y sano.
En cuanto al aspecto laboral, recomiendo el programa por lo que puedes aportar en el ámbito de apoyo y lo que puede aportarte a ti como herramienta social y personal. Las experiencias sociales son un abanico de posibilidades y crecimiento que no solo aportan experiencia a tu carrera y atención al público, sino que suman en resolución de conflictos, herramientas emocionales y en empatía.
¿Qué aspectos del programa suponen un mayor choque cultural para las dos partes y cuáles son más fáciles para los beneficiarios?
Choque, quizás la enorme adaptación que hay que hacer por las dos partes, sobre todo por la diferencia de idioma y escritura. En el ámbito emocional, me remueve pensar que tienen a su hijo luchando en la guerra, además de que ella fuera ingeniera y que aquí le cueste tanto motivarse, con toda la comprensión del mundo.
Cuánta gente quedaría apática ante una situación así. Me hace pensar mucho cómo una mujer que ha luchado por su carrera, por su futuro, quede de repente fuera de juego y con las mínimas posibilidades. Todavía dice y piensa que esto solo es provisional y que no tiene que aprender demasiado nuestro idioma porque pronto volverá a casa...
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Anna Torres Garrote