"Me siento un auténtico privilegiado del medio"
Jordi Évole, periodista y premio a la excelencia periodística MoJo Innova 2024 UOC-EFE
Jordi Évole, periodista y premio a la excelencia periodística MoJo Innova 2024 UOC-EFE
En la categoría de los premios MoJo Innova de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y de la Agencia EFE, aparte de reconocer los trabajos y las mejores coberturas de periodismo móvil nacional e internacional, se distinguen también los buenos profesionales, aquellos que actúan como ejemplo de buenas prácticas para el alumnado. Es el caso de Jordi Évole, que cuenta con una trayectoria jalonada por varios premios Ondas y una manera de crecer y de emprender hasta tener una productora propia para pensar en formatos con un sello propio, algo de lo que conversamos con él.
Si mira hacia atrás, ¿qué recorrido piensa Jordi Évole que ha tenido profesionalmente? ¿Ese recorrido ha sido natural, o a veces imprevisto? ¿Qué grado de satisfacción queda al final?
Yo empecé ya con muchas ganas cuando arranqué en la facultad, me lo pasé muy bien en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y luego enseguida me puse a hacer cosas en radios locales, retransmitiendo partidos de divisiones inferiores y también en los informativos de una televisión local, como era Viladecans Televisió, y creo que, en el fondo, sigo haciendo lo mismo, pero con muchos más medios. Viladecans no era una ciudad donde pasasen un millón de cosas. Tenía que buscarme un poco la vida y saber contar una historia para que el espectador, cuando la viese desde su casa, se interesase por ella. Lo que ocurre es que ahora soy un privilegiado, puedo hacer televisión, la que yo quiero, y con medios, con buen presupuesto. Me siento un auténtico privilegiado del medio.
“Es una obsesión que lo que hacemos quede en la memoria”
La universidad te dio una base, pero sabes que hay mucha gente que dice que no hace falta, ¿no?
Yo creo que hacemos un oficio. Hay tanta gente que acaba haciendo periodismo o dedicándose a esto sin tener la carrera... tampoco lo voy a llamar intrusismo, a mí me da igual que se tenga un título o no, pero yo estoy muy contento de haber hecho la carrera por la base que me dio, por la experiencia humana que significa ir a la universidad. He tenido la suerte de acabar trabajando con mucha de la gente con la que estudié. Lo que me dio la carrera ha sido imprescindible, yo no sería el que soy si no hubiese pasado por ella y me hubiese encontrado a la gente que me encontré, tanto profesorado como compañeros y compañeras.
Leía ayer varias reflexiones sobre tu propio estilo periodístico y me topé con un artículo de The New York Times que te comparaba con la narrativa cinematográfica de Michael Moore. ¿Cómo considerarías que ha evolucionado tu estilo? ¿Cómo pensáis en la construcción audiovisual de vuestros relatos?
Yo creo que hemos hecho una evolución a la inversa: empezamos haciendo un tipo de periodismo muy basado en buscar situaciones humorísticas, cuando yo comencé haciendo los reportajes del follonero con Andreu Buenafuente en la televisión. Y luego, con Salvados, íbamos con un ritmo endiablado, con mucho movimiento de cámara, muy picado, tenían que pasar siempre cosas... Hemos hecho una evolución hacia el clasicismo. Ahora, si buscásemos un referente, sería Soler Serrano, cuando hacía las entrevistas de A fondo, de los años setenta, con una pausa tremenda. Hemos evolucionado hacia las ganas de contar una historia, pero con mucha tranquilidad.
Cuando nos dicen eso de que "le damos a la audiencia lo que la audiencia quiere ver", es mentira: no hay ninguna encuesta de ninguna televisión ni de ninguna productora que haya ido puerta a puerta preguntando: "¿Usted, qué quiere ver en televisión?". Tuvimos la suerte, cuando arrancaba La Sexta, de colarnos con un formato raro. Durante muchas semanas, el programa fue líder de audiencia en su franja, cuando estaba en una cadena pequeña, con un formato alternativo. Al final, nadie tiene la fórmula de lo que va a funcionar o lo que no.
En este tiempo, ha habido una evolución narrativa y en la puesta en valor de la escucha, el diálogo y la entrevista. ¿Qué has aprendido respecto a cómo entrevistar?
No tengo una fórmula, y no es falsa modestia. Yo me intento preparar muy bien las entrevistas, intento ir muy bien documentado, pero luego una entrevista es un melón sin abrir. No se sabe hasta que la persona empieza a contestar y se ve por dónde van los tiros, y eso es bonito. Y cuando ocurren cosas imprevistas, es muy interesante, y para que pase eso hay que escuchar, es básico. Me he rodeado de un equipo de gente buenísima, capaces de idear una entrada de la entrevista, una manera cinematográfica de introducir al personaje... Es gente que viene del mundo del cine, el documental y la narración, y sin esa gente yo no haría ni la mitad de las cosas.
Algunos trabajos tuyos han sido muy polémicos, han tenido mucha respuesta, impacto político y social, muchas críticas... ¿Cómo se maneja eso? ¿Alguna vez has sentido miedo o te has autocensurado?
Seguro. Hace un año estábamos presentando en el Festival de Donosti el documental de Josu Urrutikoetxea (Josu Ternera) y nos metimos en un lío bastante gordo, pero yo no tengo ganas de que haya polémica, porque querría decir también que el país ha madurado de alguna manera y acepta según qué tipo de contenidos. Hay gente con ganas de condicionar para que la próxima vez uno se lo piense.
¿Qué es trabajar en libertad para Jordi Évole?
Trabajar en libertad es dificilísimo, porque yo también tengo mis jefes y un espacio de una hora semanal, durante diez semanas al año, pero con mucho trabajo detrás. A mí me gusta mucho cuidar esa hora e intentar sorprender con cosas que otros no hacen. Una televisión podría ser como un hotel con muchas habitaciones. Yo no pretendo que, de mi televisión, de mi cadena, me gusten todas las habitaciones, ni mis jefes pueden pretender que a mí me gusten todas las habitaciones; ahora bien: la mía, dejadme decorarla como yo quiera.
Había una frase de un periodista catalán, Josep Maria Huertas Claveria, que decía que "de tu mesa de redacción, tienes que hacer un Vietnam". Es decir, en una mesa de redacción hay que clavar una trinchera, pero no contra lo que hay fuera, sino contra lo que hay dentro del medio. Ahora lo digo desde el privilegio, porque ya me lo he ganado, pero hay que ejercerlo, ser un tocapelotas, una mosca cojonera... Nosotros hemos hecho programas sobre las eléctricas, sobre Mercadona, sobre Inditex y sobre la ropa barata... programas que nos metieron en líos. Con este premio a la trayectoria, ahora solo doy las batallas que son necesarias, pero antes entraba a cualquier trapo. Ahora me lo pienso más y me digo: "¿Vale la pena dar la batalla para que se pueda estrenar en cines y en una plataforma un documental con el que ha sido el líder histórico de ETA?". Es que aquí hay un interés público en que esto se conozca, porque no hay ningún testimonio de ningún líder de la organización terrorista ETA hablando con un periodista que no sea de su cuerda. Yo entiendo este oficio así, me divierte así, y lo voy a intentar ejercer así hasta que me dejen.
Hablabas de esa batalla interior, pero también está la exterior, con esos comentarios que recibes, y la parte política, en un momento de polarización, de crispación constante y de desafección. ¿Cómo ganar de nuevo la audiencia entre esa desafección? ¿Cómo captar la atención mientras te dicen que estás adoctrinando?
Hay que prescindir un poco de todo lo que se nos diga. Tenemos que hacernos ese Vietnam, esa especie de trinchera. Es que yo quiero traer a mi programa a gente que no piense como yo. Es cuando más disfruto el programa, cuando mejor me lo paso. Pero resulta que, si llevo al programa a José María Aznar, lo estoy blanqueando.
Al final, tienes que creer en lo que haces...
Por supuesto. Si no crees en lo que haces, estás muerto. Claro. Si yo no hubiese estado muy seguro en una entrevista como la de Josu Ternera, en la rueda de prensa me habría echado a llorar ante unos periodistas que iban con el cuchillo entre los dientes, que iban a muerte contra un compañero.
Hablemos de los nuevos tiempos de consumo: los hábitos de los jóvenes, la información encapsulada, tiktoks rápidos, etc. Sin embargo, vuestra dinámica y vuestra narrativa es todo lo contrario, ¿no? Y también se habla muchas veces incluso del fin de la televisión. ¿Hay futuro para ella y para los proyectos de largo formato? ¿Para tu productora, El Barrio? ¿Para el sello de Évole?
Pues espero que sí, pero tampoco lo sé. Yo creo que vamos a vivir durante mucho tiempo una transición larga. Y las transiciones son jodidas. Ha pasado de una manera muy curiosa con los pódcast protagonizados por mujeres. De una manera casi artesanal, han llegado a llenar pabellones con gente que ha ido ahí en masa y tienen ahora mismo un seguimiento que a mí me parece admirable. Si eso se hubiese visto como un peligro, no las hubiesen dejado. Siempre pasan cosas en la comunicación que acaban sorprendiendo. El secreto de que esto enganche es que no se sabe lo que va a funcionar. Hoy no conoceríamos ni "Estirando el chicle" ni a Henar Álvarez ni a Inés Hernand, porque jamás un directivo les hubiese dado un horario estelar.
¿Por qué hay tanta gente que no mira la tele? Porque no estamos dando contenidos para motivar a esa gente. La televisión está desaprovechando la oportunidad que ha tenido siempre de ser vanguardia. Hoy en día le falta ese punto de riesgo y de querer cuidar los detalles como los cuida una plataforma, con promociones, una gran cantidad de anuncios por la calle y de entrevistas, presentaciones... y, a veces, no son para tanto. Y, en cambio, hay productos en televisión que para mí son la hostia, pero no tienen esa capacidad de autopromocionarse y autovenderse. Pero es poco popular.
Sí, es cierto. Es complicado...
Hay que intentar convencer al espectador o a la espectadora de que lo que le vamos a poner es caviar, porque nos lo hemos currado para que tenga caviar. No somos el McDonald's, sino El Bulli. Pero eso nos lo tenemos que creer y ejercerlo. Con dinero, con inversión, con tiempo, con buenos presupuestos. Para mí es una obsesión que lo que hacemos quede en la memoria. O sea, que cuando la gente hable de lo que hemos hecho, pueda decir: "Yo vi el cara a cara que hiciste entre Pablo Iglesias y Albert Rivera", o "yo vi el día que juntaste a Felipe González con Artur Mas en medio de todo el jaleo del Procés". O "yo vi lo de Pau Donés". Se me pone la piel de gallina porque yo eso lo he vivido, lo he disfrutado y nos lo hemos currado mucho. Y es muy bonito. Basta ya de mensajes catastrofistas, de que la tele se ha acabado. No, la tele no se ha acabado. Lo que quizá se ha acabado es la tele que arriesga, la tele que invierte, la tele que hace un producto delicado, cuidado, artesanal. Un producto por el que merece la pena pelear.
Contacto de prensa
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Núria Bigas Formatjé