"La cultura es uno de los sectores donde más se manifiestan las desigualdades"
Jazmín Beirak, directora general de Derechos Culturales del Ministerio de Cultura
Jazmín Beirak es la directora general de Derechos Culturales del Ministerio de Cultura desde marzo. Es historiadora del arte e investigadora en políticas culturales. También es autora de Cultura ingobernable. De la cultura como escenario de radicalización democrática y de las políticas que lo fomentan (Editorial Ariel, 2022). Y en mayo participó en la III Jornada de la Cátedra UNESCO Pau Casals, organizada por la Fundación Pau Casals y la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) en Barcelona. En esta entrevista nos cuenta por qué los derechos culturales son los grandes olvidados, el papel transformador de la cultura y cómo las políticas deben ayudar a diseminar la cultura en la sociedad.
¿Crees que los derechos culturales son los grandes olvidados?
Sí, creo que la gente de la cultura ponemos en valor la capacidad de la cultura para resolver muchos de los problemas presentes; la implicación que tiene en la transformación social; cómo nos permite acercarnos a la realidad de otra manera, no normativamente... Pero lo cierto es que hay una brecha con la gente que no es del mundo de la cultura, que tiene otras inquietudes, otras preocupaciones y que ve la cultura como algo secundario. La cultura tiene una falta de relevancia social y se la considera menos importante que otras cosas; con los derechos culturales sucede lo mismo.
Además, creo que hay dos razones más: por un lado, nos hemos olvidado de que el derecho a la cultura es un derecho. En otros países pasa lo mismo con la educación o la sanidad; una vez se han mercantilizado, la gente no percibe que son derechos, como pasa aquí con la vivienda.
Por otro lado, nos cuesta definir qué son los derechos culturales. Las personas que trabajamos en el sector cultural, como creadores y artistas, nos hemos acostumbrado a defender mucho el valor de la cultura por su parte económica, como si eso fuera lo único que nos permitiera legitimarla ante una falta de relevancia social ─por ejemplo, que aporta empleo─, y hemos dejado de valorar las otras aportaciones.
En Barcelona, el 58% de las personas que vive en barrios de renta baja asiste regularmente a actos culturales, mientras que, si atendemos a los barrios de renta alta, este porcentaje sube hasta el 75%, según los últimos datos de la encuesta de derechos culturales de Barcelona. ¿Podemos decir que la cultura es elitista?
No diría que la cultura es elitista, sino que hay un claro sesgo en la participación en la vida cultural en todos los sentidos: acceso, creación y toma de decisiones. El vector de la desigualdad es un vector que en la cultura no se aborda tanto como en otros ámbitos, como pueden ser la educación o la sanidad, y que es crucial; de hecho, creo que es uno de los sectores donde más se manifiestan las desigualdades. Las políticas culturales están redistribuyendo recursos entre quienes ya tienen acceso a la cultura. Hay que poner en el centro la cuestión de la desigualdad económica, por origen, por razón de discapacidad, territorial…
¿Cómo crees que desde la política se puede acercar la cultura a la ciudadanía para que forme parte de su día a día, sea cual sea su renta?
Creo que esa idea del día a día es la fundamental. La cultura es algo ordinario, no es algo excepcional. No es algo que solo surge de un museo ni que tiene que ver solo con los espacios de ocio. Para incorporarla al día a día creo que hay que hacer políticas públicas que tengan eso como misión. Esto, por un lado, tiene que ver con la transversalidad de la cultura, es decir, entender que la cultura hay que ponerla a jugar con muchos otros ámbitos como la educación, para que aparezca en el día a día en las escuelas, o como la sanidad, donde las prácticas artísticas pueden ser también instrumentos de atención integral de las personas enfermas o de sus familiares. Tiene que ver con fortalecer los espacios de proximidad, los modelos de cogestión, la consolidación de proyectos comunitarios; que son los que revierten en la ciudadanía.
Hay que sacar la cultura de sus lugares y llevarla a la calle, a las cárceles, a los mercados, para que cualquier persona pueda encontrarse con ella. Entonces, hay que hacer políticas que busquen diseminar la cultura y diseminar los proyectos culturales, que proliferen, y para eso hay que ceder recursos. Desculturizar la cultura, entender que la cultura no es eso tan grande que nos imaginamos o algo secundario en nuestra vida, sino que es eso que nos atraviesa para interpretar el mundo, entenderlo, y que todas las personas podamos desarrollar capacidades culturales, que son simbólicas, de expresión, de imaginación…
“La cultura es algo ordinario, no es algo excepcional”
¿Qué potencial crees que tiene la cultura para la transformación social?
En primer lugar, creo que el arte tiene una capacidad de aproximarnos a la realidad de maneras inesperadas, no previstas, divergentes, no normativas; de ensanchar siempre los horizontes de lo que existe. Esto, per se, es un valor. Aparte, creo que tiene la capacidad de construir comunidades, construir cohesión social, fraternidad, de vincularnos al otro, de ensayar la democracia. También nos sirve para atender a retos que tenemos por delante, como el cambio climático o la desigualdad. Siempre digo que la cultura no nos hace buenas personas, y por eso son importantes las políticas culturales, porque tal capacidad depende en buena medida de las políticas culturales: si la cultura genera igualdad o desigualdad, si nos sirve para ensanchar la mirada o estrecharla. Es central qué políticas se ponen en juego para poder extraer esa potencialidad que tiene la cultura.
¿Qué papel crees que tienen las escuelas en la educación de los derechos culturales de los más pequeños?
Un papel fundamental. El ámbito educativo es de los principales aliados que tiene la transformación social en general y para la cultura en concreto. Estrechar los vínculos entre cultura y educación está consolidado. El problema ahora es sistematizarlo, que realmente forme parte de los centros escolares, que no dependa de que haya un profesor, una profesora o un centro directivo que tenga una vinculación.
En 2022, la UOC y la Fundación Pau Casals crearon la Cátedra Pau Casals de Música y Defensa de la Paz y de los Derechos Humanos para fomentar la docencia, la investigación y la difusión del conocimiento de la figura de Pau Casals. ¿Qué importancia crees que tiene esta investigación cultural para la sociedad en general?
La investigación cultural es, al final, generar un saber colectivo. Es importante conocer los relatos de éxito del pasado y conocer las cosas que se hicieron y funcionaron. Te da inspiración y te permite encontrar modelos.
Has participado en la III Jornada de la Cátedra UNESCO Pau Casals; ¿qué idea nueva o proyecto inspirador te llevas?
Me llevo la sensación de una comunidad muy amplia que piensa en los derechos culturales, y eso es una muy buena noticia. Este tipo de encuentros permiten reforzar las alianzas y la comunidad.
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Anna Torres Garrote