"El estudiantado valora la formación para la igualdad de género, pero también cree que no la necesita"
Cristina Miralles, investigadora premiada por la UOC por su investigación sobre desigualdades de género en ciencia y tecnologíaLa última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) acerca de las percepciones sobre la igualdad entre hombres y mujeres en España revela que el 44,1 % de los hombres considera que se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que se está discriminando a los hombres. Sin embargo, casi una de cada dos personas encuestadas reconoce que ha escuchado comentarios sexistas en los últimos doce meses. Y los datos revelan que son ellas las que siguen dedicando significativamente más horas al día al cuidado del hogar y de los hijos.
Opiniones como la reflejada por el CIS están muy determinadas por el conocimiento que las personas tienen de conceptos como la perspectiva de género. Con el objetivo de educar en este ámbito, la igualdad de género ha empezado a ocupar espacio en los planes de estudios. Pero ¿hasta qué punto cuentan los docentes con competencias adecuadas para integrar la igualdad de género en la formación? Y ¿cómo valoran los estudiantes esta formación?
Cristina Miralles Cardona, doctora en Estudios Interdisciplinares de Género por la Universidad de Alicante, busca respuesta a estas preguntas en su tesis Estudio exploratorio de las percepciones, competencias y actitudes de docentes en formación hacia la igualdad de género. El trabajo le ha valido para ganar el premio Cecilia Castaño 2023 de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) —que coordina el grupo de investigación Género y TIC (GenTIC), del Internet Interdisciplinary Institute (IN3)— en la investigación sobre desigualdades de género en ciencia y tecnología.
Tu investigación se centra en la incorporación de la perspectiva de género en la docencia para alcanzar la igualdad. ¿Qué te llevó a interesarte por este ámbito?
Históricamente, las mujeres han sido tratadas de manera diferente en la sociedad, han estado expuestas a estereotipos en algunos casos perjudiciales y también se les han inculcado unas ideas y expectativas diferentes a las de los hombres. Como mujer, quería contribuir a cambiar esta realidad y al avance del objetivo de desarrollo sostenible (ODS) número 5 de la ONU: alcanzar la igualdad de género mediante la implementación de la perspectiva gender mainstreaming en todos los ámbitos y contextos.
Durante dieciocho años, estudié y trabajé en el estado de Minnesota, en Estados Unidos. Allí se habla mucho de igualdad, equidad y diversidad, principios que las personas estadounidenses llevan en su ADN y tienen muy presentes. Sin embargo, las cuestiones de género no han calado tanto como aquí. Me parece curioso que la incorporación de la perspectiva de género en la formación de docentes no haya sido foco de atención como lo está siendo aquí en Europa y, en concreto, en España.
¿Qué importancia tiene incorporar la competencia de género en los estudiantes, tanto en los más jóvenes como en los que cursan carreras universitarias?
Es fundamental para sensibilizarles y hacerles tomar conciencia de las desigualdades y de las diferentes formas de violencia existentes. Desarrollar competencias socioemocionales y de género adecuadas es clave para su empoderamiento y para que puedan afrontar y desmantelar las barreras creadas por los estereotipos, las normas y los roles sociales vinculados al género.
Preparar a la juventud para que sea consciente y crítica con los estereotipos y las desigualdades es una obligación. La educación exige darles habilidad para crear un mundo más justo y equitativo. Como afirma Tendu Yogurtcu, miembro del Consejo de Tecnología de Forbes, "no podemos lograr la igualdad de género sin antes recibir educación… sin incluir este principio en el sistema educativo y reconocer las brechas en la igualdad de oportunidades educativas para todos los géneros o grupos existentes".
Y ¿cómo perciben los estudiantes la formación por la igualdad de género?
Sorprendentemente, mucho estudiantado tiene una idea equivocada y distorsionada de la igualdad, y eso condiciona su pensamiento sobre la importancia de la formación. Aunque generalmente la valora, cree que no la necesita, porque tiene interiorizada la creencia de que la igualdad entre mujeres y hombres existe. Tiene una percepción poco realista de las desigualdades y sus consecuencias. Esta idea, que hay que combatir a través de la educación, reafirma la necesidad de concienciar antes de trabajar en las competencias.
¿Hay alguna diferencia importante en las respuestas en relación con la edad o el género del estudiantado?
Las estudiantes fueron más exigentes y críticas que sus compañeros a la hora de valorar el compromiso del centro con la aplicación de la política de igualdad. Lo fueron también al estimar la necesidad de incluir el enfoque de género en su formación. Consideran que este enfoque debería ser obligatorio y transversal y lo ven como algo esencial para combatir el sexismo.
La edad no fue una variable crítica en la investigación. Sí lo fue la titulación de los participantes: cuanto más bajo el nivel educativo, más necesaria percibían la inclusión del género en su formación. A la vez, la conciencia de las desigualdades de género era significativamente más baja en el alumnado de primaria y de secundaria que en el de infantil.
¿Cómo percibe el profesorado la formación por la igualdad de género?
El profesorado tiene percepciones un tanto contradictorias. Por un lado, reconoce que necesita formación para incorporar la perspectiva de género a la docencia, pero, por otro, se aprecia neutralidad e incluso resistencia a todo lo que suene a perspectiva de género. Esto no es nuevo. La literatura especializada en gender mainstreaming reconoce contradicciones que conviene resolver para implementar la transversalidad de género en las instituciones educativas.
El personal docente participante en el estudio era de la opinión que el profesorado no está suficientemente sensibilizado con las cuestiones de género, que el centro no tiene un plan de actuación claro y bien articulado con el Plan de igualdad institucional y que, además, se siente poco preparado para incorporar un enfoque de género a la enseñanza. Esto sugiere la necesidad de aumentar el compromiso institucional y las competencias del profesorado.
¿Has encontrado diferencias significativas en función del género de los docentes o del nivel educativo en el que imparten sus clases?
En el estudio se trabajó con un número reducido de docentes; su composición era equilibrada en cuanto al género; había más docentes que impartían clases en máster que en grados; no todos tenían experiencia en docencia en género, y su participación fue voluntaria. Conviene tenerlo en cuenta para no malinterpretar los resultados o llegar a conclusiones equivocadas.
No se apreciaron grandes diferencias de opinión entre ellos; más bien coincidían. Las personas entrevistadas creen que la estrategia ha tenido muy poco impacto en la enseñanza, como lo demuestra el hecho de que no haya ninguna asignatura obligatoria de educación sobre género en los planes de estudio. También echan en falta tener un plan de actuación en el centro, con directrices claras, y grupos de trabajo dentro de los departamentos para compartir conocimiento y apoyarse mutuamente.
¿Alguna conclusión te sorprendió especialmente o no coincidió con lo que esperabas?
Lo que más me sorprendió fue comprobar que tanto estudiantado como profesorado coincidían en los condicionantes mínimos y necesarios para avanzar en este campo: la formación en género, la necesidad de coordinarla dentro de la universidad, la creación de procesos reflexivos y colaborativos para hacer frente a la indiferencia y a las resistencias, y la disposición de directrices para implementar los planes de actuación a todos los niveles.
Actualmente, estamos muy perdidos debido a la falta de modelos que marquen el camino que hay que seguir. Los planes de igualdad institucionales deben concretarse en cada uno de los centros y facultades a través de planes de actuación propios, y deben establecerse directrices para que la formación no quede a merced de la voluntariedad del profesorado o del interés del alumnado.
Tras realizar el estudio, ¿consideras que la formación de competencia de género es la adecuada?
Esta es una pregunta difícil de contestar. La formación actual de grado o máster consiste en el seguimiento de algún curso o asignatura, generalmente optativa, incluida en los planes de estudio. Aunque más vale esto que nada, es insuficiente. En mi opinión, habría que diversificar la oferta, quizás optando por combinar un componente mínimo obligatorio con otras opciones de carácter optativo.
Más que adecuada, creo que formalmente no existe, salvo excepciones, que debe de haberlas. Aunque en la tesis doctoral se vio que el estudiantado, al término de sus estudios, cree tener la competencia en género necesaria para desarrollar una pedagogía sensible al género, este dato es equívoco, y creo que debe ser interpretado con mucha cautela.
¿Qué importancia tiene esta tesis como herramienta para diseñar y desarrollar una guía de buenas prácticas para incorporar la perspectiva de género en la formación docente? ¿Sabes si alguna institución va a utilizarla?
Esta tesis contribuye a informar del estado precario de la formación en género en los estudios de magisterio y máster en profesorado de educación secundaria, aunque sea a partir de datos obtenidos de una sola institución, y sienta precedentes sobre los que construir un nuevo camino a seguir.
Un grupo de profesores de la Universidad de Alicante hemos adquirido el compromiso de redactar una guía de buenas prácticas formativas basadas en evidencia empírica para contribuir a resolver el dilema de la incorporación del género a la formación.
¿Qué supone para ti que tu tesis haya sido premiada por la UOC?
Supone un honor y valida la noción de que el esfuerzo y la perseverancia tienen su recompensa tarde o temprano. Cuando estaba preparando la defensa de mi tesis, estábamos en plena pandemia. Como muchas otras personas, estaba trabajando cuarenta horas por semana, lejos de mis padres, cuidando de dos hijos de cinco y ocho años, haciendo la comida y atendiendo los quehaceres del hogar. Este premio simboliza, para mí, el fruto de ese esfuerzo y conmemora a esas personas que me apoyaron durante todo ese largo y difícil proceso.
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