«La comunidad académica y los equipos de gestión estamos comprometidos con la ciencia abierta»
Ciro Llueca, vicegerente de Investigación y Transferencia de la UOC
Ciro Llueca, vicegerente de Investigación y Transferencia de la UOC
En los últimos años, la comunidad internacional ha hecho una apuesta decidida hacia el acceso abierto del conocimiento científico. La pandemia evidenció la necesidad de compartir los resultados de la investigación lo más rápido posible y sin trabas para poder avanzar hacia un objetivo global: controlar el coronavirus. También reavivó el debate de si es lícito que la producción de conocimiento esté controlada por unas pocas empresas y no por los propios investigadores, y si este hecho favorece el interés público.
En este sentido, del 23 al 29 de octubre se celebra en todo el mundo la Semana Internacional del Acceso Abierto, una iniciativa que promueve el acceso y la difusión de la investigación académica de forma abierta y a la que la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) se suma año tras año. Nuestra universidad está comprometida con la generación de conocimiento abierto y con la reforma de la evaluación de la investigación para garantizar su calidad, rendimiento e impacto. De hecho, la UOC firmó la Declaración de San Francisco (DORA) en 2019, y en 2022 participó con más de 350 organizaciones de 40 países en un proceso de cocreación que dio lugar a la Coalición Internacional para el Avance de la Evaluación de la Investigación (CoARA). Ahora en la UOC se trabaja en la redacción del Plan de reforma de evaluación de la investigación 2024-2027.
Ciro Llueca asumió la Vicegerencia de Investigación y Transferencia de la UOC hace un año. Hablamos con él de los compromisos y los retos de la UOC en este ámbito.
¿En qué consiste exactamente el acceso abierto?
Es el derecho a acceder al conocimiento científico, especialmente cuando ha sido financiado con recursos públicos. Es el fruto de un movimiento que surgió primero entre la comunidad científica y que posteriormente ha llegado al resto de la ciudadanía. Es la reacción natural al aumento sustancial del coste por el acceso a la producción científica que se produjo a partir de los años setenta, y especialmente en la década de los noventa del siglo pasado. Se constata que lo que antes eran sociedades científicas, universidades o agrupaciones que editaban y publicaban sus propias revistas ha ido derivando hacia una serie de grupos empresariales muy fuertes que gestionan la publicación académica. La comunidad científica reacciona ante esta situación de oligopolio con posicionamientos y manifiestos, como la Declaración de Budapest (2001). En los últimos veinte años, el movimiento se ha generalizado y ha culminado con la Recomendación de la UNESCO sobre la Ciencia Abierta (2021), que eleva la ciencia abierta al nivel del resto de los derechos humanos. La mayoría de las legislaciones y políticas de la Unión Europea y del resto del mundo ya incorporan el acceso abierto.
Seguramente también han influido el avance de la tecnología y la popularización del acceso a internet.
Lo han hecho, y han contribuido a generar conciencia entre la sociedad, que se empieza a cuestionar hasta qué punto la investigación, que en buena parte está financiada con dinero público, llega o no llega al dominio público. Es decir, entre todos pagamos a nuestro personal investigador para que investigue. En consecuencia, esperamos que los frutos de esta investigación tengan un impacto para todo el mundo, para toda la sociedad. La tecnología ha sido y es una herramienta para conseguir este acceso más fácilmente.
¿Qué implica?
En primer lugar, el acceso libre a todo lo que se publica en revistas académicas, porque estas publicaciones científicas son la unidad básica de transmisión del conocimiento en la comunidad científica. Esto ha evolucionado durante las últimas tres décadas hacia el concepto de ciencia abierta, que incluye lo que es puramente acceso abierto en las publicaciones científicas, pero también en los datos, las tesis doctorales, los recursos de aprendizaje o el software. En síntesis, recoge toda la producción científica financiada con recursos públicos.
Hasta ahora, los investigadores tienen que pagar para publicar su investigación, a menudo financiada con dinero público, en revistas con un alto factor de impacto, y tienen que volver a pagar para consultarla. ¿No es una perversión del sistema?
Se ha determinado que el sistema de publicación con revisión por pares es la fórmula de transmisión de la ciencia más eficaz. Yo, investigador o investigadora que tengo una idea, una hipótesis, la someto a valoración de la comunidad científica experta en el mismo ámbito que yo, y esta la avala, la matiza, la rechaza o la ignora. Evidentemente, tendemos a querer publicar en la revista que consigue más citas de sus artículos, porque tiene más visibilidad, más impacto en su campo de conocimiento. Sin embargo, esto puede acabar generando una perversión, porque esta revista empieza a cobrar por publicar y también por acceder a sus contenidos. Ciertamente, la edición científica tiene un coste, porque estos grupos editoriales hacen una tarea de edición, maquetación y sostenimiento de infraestructuras que permiten llegar a los contenidos filtrados y seleccionados. El problema es cuando esto se convierte en la única fórmula de transmisión del conocimiento, en la que cinco o seis grandes sociedades dominan toda la distribución científica, concentran todo el conocimiento y limitan el acceso solo a quienes pueden pagar. Esta es la crisis en la que estamos inmersos.
También se quedan con la gestión de los derechos de explotación del conocimiento generado por la comunidad investigadora y publicado en estas revistas.
Existe una convención reconocida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos que prevé que todo el mundo tenga la capacidad de decidir sobre sus creaciones artísticas, literarias y científicas, y pueda explotarlas comercialmente para ganarse la vida. En el caso de los artículos científicos, lo que normalmente hacen los grupos editoriales es obtener una cesión de estos derechos de explotación para publicar el artículo sin restricciones. A menudo, los autores del artículo no son conscientes de que han cedido estos derechos. Dicho de otra forma, si no ceden los derechos, no podrán publicar en esta revista. A continuación, la revista publica el artículo en acceso restringido para las instituciones que pueden pagar la suscripción.
¿Y sigue siendo así?
Existen fórmulas intermedias que permiten la convivencia entre el acceso a la producción científica —otro derecho humano reconocido universalmente— con la sostenibilidad de estos negocios legítimos. Es esencial garantizar el equilibrio entre estos dos derechos. Primero fueron los Países Bajos, en 2015, con la célebre enmienda Taverne (por el nombre del secretario de estado de Cultura neerlandés de ese momento). Sin embargo, España, con el artículo 37 de la Ley de la Ciencia o el artículo 12 de la Ley Orgánica del Sistema Universitario, ha ido más allá en la protección de los derechos del personal investigador: ha impulsado la retención de derechos por parte de los autores a favor del acceso público. Poco a poco se van estableciendo sistemas para proteger al autor o autora de las cesiones de explotación de derechos que puede hacer en una revista del tipo que sea. Actualmente, aunque esta persona haya firmado una cláusula exclusiva con una revista determinada para publicar un artículo, la ley española ampara la publicación simultánea de una versión del artículo en otros medios, como los repositorios institucionales de las universidades.
En 2021, la UNESCO aprobó la recomendación de hacer una apuesta por la ciencia abierta y la elevó al rango de derecho universal. También la Unión Europea ha apostado por ello, y es condición sine qua non para financiar proyectos con dinero público. En este sentido, ¿en qué situación se encuentran Cataluña y España?
Yo diría que ambas están igual: quieren y temen.
¿Qué significa?
Por un lado, se sienten partícipes del movimiento de ciencia abierta, que ya está muy bien descrito y generalizado internacionalmente, además de estar reconocido en la legislación y las políticas propias. La mayoría considera necesario el retorno al dominio público de la producción que ha sido sostenida y financiada, en parte o completamente, por recursos públicos.
Sin embargo, al mismo tiempo, son agentes que forman parte de la primera división científica, una comunidad de investigación de países económicamente desarrollados, que tiene en el acceso a las revistas y las bases de datos de pago el principal instrumento para acceder a la información científica reciente y de calidad. Si nos imaginamos el escenario más radical, en el que se prescindiría de la suscripción en las revistas académicas, existe el riesgo de que la investigación catalana y española pierda capacidad competitiva.
Pero insisto en que hay fórmulas intermedias que permiten un equilibrio entre estas dos posiciones. La mayoría de las universidades y centros de investigación de los países económicamente desarrollados avanzan en el acceso abierto de su producción científica, sin perder competitividad.
Dicho esto, la ciencia abierta no tiene marcha atrás. Ha venido para quedarse y tiene una evolución imparable.
Como apuntabas ahora, hacer ciencia abierta choca con el hecho de que la comunidad investigadora sigue siendo evaluada por los artículos científicos que publica en revistas con un factor de impacto elevado que no son abiertas. ¿Cómo se resuelve esta paradoja?
Actualmente, en Cataluña, en España y en el resto de Europa, se producen avances hacia una visión más integrada en la que se combinen elementos cuantitativos, por un lado, y elementos cualitativos, por el otro. Las métricas de las revistas son muy útiles: si un artículo es muy citado, tenemos un indicador que nos dice que está muy bien valorado por la comunidad científica y que, por lo tanto, la hipótesis publicada es correcta: ha generado avance científico. Sin embargo, si las agencias que evalúan al profesorado valoran solo las revistas mejor situadas en los ránquines, que a menudo son de pago, se genera un cierto nivel de perversión —como ya hemos apuntado—, porque al final quien puede publicar en revistas de pago es el primer mundo. El segundo o el tercer mundo no pueden hacerlo, y esto da lugar a una situación global de injusticia.
Además, se ha comprobado que los artículos científicos que están firmados por hombres reciben más citas que los firmados por mujeres. Este sesgo de género repercute en la carrera de las mujeres investigadoras, que, de rebote, reciben menos promociones y financiación.
¡Sí, claro! También existe un sesgo entre investigadores del norte y del sur, entre países desarrollados y países en vías de desarrollo. La UOC se adhirió a una coalición que se creó hace un año: la Coalición Internacional para el Avance de la Evaluación de la Investigación (CoARA), en la que participan más de 500 entidades de más de 40 países y que se compromete a preparar un plan de transformación de la evaluación de la investigación con una visión a largo plazo.
¿Qué criterios prevé este plan para evaluar a los investigadores de forma más cualitativa?
Las universidades, los centros de investigación y también las entidades financiadoras intentan definir criterios cualitativos que sean objetivos, como las métricas cuantitativas. La UOC, en este sentido, incorporó esta redefinición en su Plan estratégico, y creó un grupo interno de trabajo —liderado por Marta Aymerich, entonces vicerrectora de Planificación Estratégica e Investigación y actual directora del eHealth Center, y coordinado por Julie Wilson, subdirectora de investigación de los Estudios de Economía y Empresa e investigadora del grupo Nuevas perspectivas en turismo y ocio (NOUTUR)—, que con la colaboración externa de un profesional —el doctor Llorenç Arguimbau— nos ha permitido compilar las prácticas de cómo se evalúa de forma no cuantitativa en nuestro entorno. El paso más reciente ha sido el nombramiento de un grupo redactor del Plan para la reforma de la evaluación de la investigación en la UOC para el periodo 2024-2027, con la participación la propia Wilson; los investigadores Israel Rodríguez —líder del grupo Care and Preparedness in the Network Society (CareNet), del Internet Interdisciplinary Institute (IN3), y profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación—, y Víctor Garcia Font —del grupo K-ryptography and Information Security for Open Networks (KISON), del IN3, y profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación— y Bego Aguilera —directora de Ciencia Abierta de la UOC—. El grupo está coordinado por Pastora Martínez Samper, comisionada para la acción internacional de la UOC.
¿Cómo se evalúa cualitativamente?
Además de tener en cuenta elementos cuantitativos (las métricas), se intenta valorar y evaluar el impacto que produce la investigación en nuestra sociedad. Se plantea la pregunta de hasta qué punto este artículo académico contribuye al progreso científico. Más allá de las citas que haya obtenido, se analiza cómo impacta en la vida de la gente. Este artículo, esta investigación, ¿cómo impacta para que haya personas, por ejemplo, que maximicen su capacidad de aprendizaje en un contexto asíncrono? O un análisis sobre patrones del tráfico de vehículos, por ejemplo, ¿ha formado parte de una solución en las políticas municipales? O, en el caso de un estudio de campo sobre la infrarrepresentación de las mujeres en determinadas profesiones, ¿ha contribuido a contar con planes docentes más inclusivos desde la perspectiva de género? ¿Una aplicación desarrollada para medir los hábitos de alimentación contribuye a un consumo más saludable de alimentos y, consiguientemente, a la mejora de la calidad de vida?
En este sentido, desde la UOC habéis puesto en marcha una encuesta al personal docente e investigador para que valore los procesos y los criterios internos del modelo de evaluación de la universidad.
Además de la compilación de los métodos de evaluación cualitativa que se producen en otras universidades y centros de investigación a escala internacional, hemos hecho una encuesta y varias acciones para entender cuál era la percepción de nuestro personal investigador y, en concreto, de las direcciones de grupos de investigación o de los investigadores e investigadoras principales. Les hemos preguntado hasta qué punto saben cómo son evaluados y si sabrían evaluar de otra forma que no fuera con las métricas. También les hemos preguntado qué experiencias conocen que sean susceptibles de ser incorporadas en la UOC, entre otras cuestiones. Entonces, gracias a este trabajo, hemos empezado a trasladar todo este conocimiento a este plan que mencionaba, con una visión para 2027. La idea es que el Consejo de Dirección de la UOC, después del proceso de participación, pueda aprobar este plan, con el que la UOC está avanzando al mismo ritmo que otras universidades. Estamos abriendo camino, al mismo tiempo que monitorizamos qué pasa en nuestro entorno, porque, evidentemente, no podemos evaluar de forma disociada de las agencias catalanas, españolas o europeas.
Hace poco se difundió una noticia de una pareja de catedráticos de la Universidad de Granada que habían puesto a su hijo como coautor de sus estudios científicos para ayudarlo en su carrera investigadora, incluso antes de que cursara el grado universitario. No es el único caso de investigadores que no participan en investigaciones pero que figuran como autores. ¿Es un efecto secundario de esta evaluación cuantitativa que comentábamos?
La deshonestidad académica existe, pero quiero pensar que responde a acciones puntuales de individuos concretos. No se puede hablar de una generalización de malas prácticas, ni en la UOC ni en el ecosistema de investigación español o europeo. Es evidente que siempre habrá quien aprovechará las fisuras del sistema para intentar sacar beneficio sin tener que esforzarse.
Como hemos ido comentando en esta entrevista, la UOC hace una apuesta decidida por la ciencia abierta. ¿Podemos destacar algún hito en este camino que ya se haya logrado?
La UOC tiene una situación pionera a escala española, en buena parte por el liderazgo que Pastora Martínez-Samper ha ejercido en este tema como vicerrectora del mandato del rector Planell, y que sigue ejerciendo en su nuevo cargo en la UOC, como comisionada para la acción internacional. Pero en el Consejo de Dirección de la UOC queremos creer que toda la comunidad académica y también los equipos de gestión estamos comprometidos con la ciencia abierta. Lo demuestra el hecho de que el 71 % de nuestra producción científica ya es accesible en acceso abierto, bien porque se ha publicado inicialmente en acceso libre, o bien porque se ha depositado una versión del artículo en el O2 Repositorio UOC. Además, la UOC ha sobresalido en una serie de hitos. Por ejemplo, en el hecho de tener un Plan de conocimiento abierto con una visión integral. Es decir, no es solamente producción científica, ni siquiera ciencia abierta, que ya es bastante amplio, sino que va más allá. Y, de hecho, el plan incorpora el conocimiento abierto porque intenta incorporar elementos de cocreación (por ejemplo, en la divulgación de la ciencia o en la participación de la ciudadanía en la experimentación académica).
La UOC también apuesta por los recursos de aprendizaje en abierto.
Y en esto es muy distinta al resto del sistema, porque la mayoría de las universidades se limitan a verter en sus repositorios en abierto un pequeño PowerPoint o una guía que haya hecho el profesor o profesora de una asignatura. En este caso, la UOC ha marcado una diferencia abismal con el resto del sistema gracias al Plan de conocimiento abierto, que incluye de forma natural los recursos de aprendizaje en el O2 Repositorio UOC y los pone a disposición de toda la comunidad. Actualmente tenemos prácticamente 2.000 recursos de aprendizaje publicados en abierto.
En este sentido, hace unas semanas habéis publicado un conjunto de datos en abierto en CORA.RDR, el repositorio de datos de investigación gestionado por el Consorcio de Servicios Universitarios de Cataluña (CSUC).
Ha sido el conjunto de datos número 500. La noticia es simbólica, pero nos permite visibilizar la cuestión, y también celebrar pequeños éxitos, tanto institucionales como colectivos, porque CORA es un repositorio cooperativo de datos de investigación. Como comentaba antes, ya no se trata solo de publicar en abierto los artículos surgidos de nuestra investigación, sino de publicar también los datos que han sido generados en cada estudio. Sea como sea, estamos muy contentos. Se trata del dataset "Visualización del compromiso con la Responsabilidad Social Corporativa de las agencias de relaciones públicas", de Elisenda Estanyol, Marc Compte-Pujol y Ferran Lalueza, miembros del Grupo de Investigación en Aprendizajes, Medios y Entretenimiento (GAME) de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.
¿Qué retos tiene la UOC en este sentido?
Consolidar este movimiento de ciencia abierta en la universidad y que la metodología de trabajo del personal de la UOC sea abierta, en el sentido de que forma parte de nuestra cultura. Asimismo, debemos cumplir la literalidad de la ley, que dice que toda la producción científica financiada con dinero público debe estar a disposición del público de forma inmediata. Como decía el lema de una semana del acceso abierto, "abierto por defecto".
Hace un año asumiste una nueva responsabilidad con la Vicegerencia de Investigación y Transferencia de la UOC. ¿Qué balance haces y qué retos tenéis?
La UOC está en el momento vital más oportuno para la investigación y la transferencia. Durante este último año hemos captado más recursos económicos externos que nunca, y esto es un indicador positivo. Al mismo tiempo, también tenemos los niveles de producción científica con más impacto y visibilidad de nuestra historia. Y a esto se le suma que hace un año inauguramos el Hub Interdisciplinario de Investigación e Innovación, la apuesta de la UOC por tener un edificio dedicado íntegramente a la actividad investigadora, con unos laboratorios que ya están al servicio de la comunidad de investigación.
Después de este año, mi propia diagnosis es que nuestro personal académico está más motivado que nunca para investigar. Por este motivo, nuestro principal reto es poder dimensionar los equipos de apoyo para no generar un cuello de botella. Debemos evitar que el personal investigador y el profesorado quieran presentar propuestas de financiación o publicar artículos o colaboraciones con empresas y entidades de nuestro entorno, o simplemente tener tiempo para avanzar en su investigación, y que los equipos de gestión no estemos a la altura, por mal dimensionado de los equipos, por límites burocráticos internos o externos, por silos que duplican o solapan esfuerzos, por herramientas tecnológicas poco adecuadas o por desmotivación de los profesionales en esta época pos-COVID-19, con las bondades y las disfunciones que genera el teletrabajo. Este reto forma parte de lo que concebimos como un modelo de explotación, y es un elemento crítico para el buen funcionamiento de la Vicegerencia de Investigación y Transferencia.
En paralelo, debemos poder trabajar en modelos de exploración, a fin de innovar y crecer, adaptarnos a otros desafíos y generar nuevos servicios, con una cultura más flexible, que tome riesgos y sea capaz de experimentar. ¿Y qué mejor forma de hacer posible esta estrategia que con el Hub Interdisciplinario de Investigación e Innovación?
En este sentido, recientemente se ha aprobado una ley que establece que las universidades deben dedicar un 5 % de su presupuesto a la investigación.
Debemos conseguir que la UOC llegue a este porcentaje. No estamos lejos, ya nos acercamos, pero este umbral debe consolidarse y no puede estar en riesgo.
En la sesión informativa del 16 de octubre, la rectora, Àngels Fitó, compartió la proyección a medio plazo sobre la estrategia de investigación de la UOC, que lidera el vicerrector Xavier Vilajosana. La rectora explicó que la estrategia implica, en primer lugar, dotar a la universidad de los recursos y las infraestructuras necesarios para consolidar la investigación. En segundo lugar, incluye la transferencia de conocimiento: por lo tanto, hay que estructurar, visibilizar y fomentar la transferencia del conocimiento que se genera en la universidad. Y, en tercer lugar, hay que visibilizar la UOC como una universidad de excelencia en el ámbito de la investigación.
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