Los 'haters' contra la ciencia: los investigadores y divulgadores sufren acoso en las redes
Expertos e investigadores de la UOC alertan de las crecientes actitudes intimidatorias contra la comunidad científica y sus opiniones en las redes socialesUna encuesta estima que cerca del 60 % de los expertos que han participado con su opinión sobre la pandemia ha recibido algún tipo de abuso en redes sociales e incluso amenazas de muerte
Los científicos juegan un papel fundamental para combatir con argumentos veraces las 'fake news' y la desinformación en redes sociales
Los haters, personas que se dedican a difamar y acosar en redes sociales a otros usuarios mediante faltas de respeto, insultos y amenazas, se han convertido en una constante muy habitual que tiene unas importantes consecuencias intimidatorias en todos los sectores de la sociedad. Es un problema que, en el caso de los científicos que se prodigan en estos canales y en los medios de comunicación, podría limitar el progreso y la innovación de las investigaciones debido a la presión tan agresiva que reciben, según un informe.
Una reciente encuesta realizada por la publicación científica Nature a más de trescientos expertos que participaron en medios de comunicación y redes sociales para informar y opinar sobre la pandemia causada por la COVID-19 concluye que en torno al 60 % de ellos recibió algún tipo de acoso y abuso en redes sociales, e incluso el 15 % afirmó haber recibido amenazas de muerte. Este acoso o bullying a los expertos podría haber tenido un efecto paralizador en la comunicación científica e incluso en algunas investigaciones, advierte este trabajo.
«En redes es habitual recibir comentarios más o menos insultantes de los que no están de acuerdo. Lo mismo pasa con los comentarios en los artículos de periódico. No es que esté bien, pero te acostumbras. Pero durante la pandemia algunos han ido más allá y, en mi caso, he sido víctima de alguna campaña organizada de odio, que ha consistido básicamente en un montón de gente dejando amenazas e insultos en todas las redes sociales», explica Salvador Macip i Maresma, profesor e investigador de los Estudios de Ciencias de la Salud en la UOC, director investigador del Mechanisms of Cancer and Ageing Lab de la Universidad de Leicester y divulgador científico.
En concreto, este experto ha tenido que bloquear el acceso durante un tiempo de varios usuarios debido a la numerosa cantidad de comentarios desagradables que recibía, como amenazas de muerte o de tortura, además de acusaciones falsas o ataques al honor. «Muchos profesionales cuyas aportaciones se dirigían a la población general también han pagado precios muy altos por sus contribuciones altruistas para ayudar a la ciudadanía a afrontar el reto más importante del momento histórico en el que nos encontramos», asevera Enric Soler, psicólogo y profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
Presiones para condicionar las opiniones
Este proceso de presión a los argumentos y las opiniones científicas busca intimidar las opiniones y los argumentos de los usuarios que piensan de un modo diferente. Por ejemplo, expertos que divulgan sobre temas medioambientales y alimentarios o sobre violencia de género reciben permanentemente constantes insultos y amenazas.
«Para el personal académico y científico que no está acostumbrado a lidiar con este tipo de acosos puede llegar a cohibir e incluso se puede llegar a autocensurar en sus opiniones», indica Alexandre López Borrull, experto en fake news o noticias falsas, e investigador de la UOC, otro de los expertos que ha recibido cierto acoso en redes sociales por su posicionamiento durante la pandemia.
Pero esta situación, a pesar de que actualmente es mucho más visible, también sucedía antes de la popularización de las redes sociales, con situaciones similares. En el año 2011, la prestigiosa Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS), entidad editora de una de las revistas científicas más importantes del mundo como es Science, publicó un comunicado en el que se oponía «enérgicamente» a los ataques al personal investigador que cuestionan su integridad personal y profesional o amenazan su seguridad debido al descontento con sus conclusiones científicas relacionadas con el cambio climático.
«Esta presión en redes sociales puede limitar las opiniones de los investigadores o las investigadoras, aunque sea inconscientemente. Sin embargo, creo que no hasta el punto de condicionar la dirección de una determinada investigación. Quizá sí en la forma de comunicar con el público general o de decidir no hacerlo nunca más», advierte Marta Aymerich, vicerrectora de Planificación Estratégica e Investigación de la UOC.
Hay que recordar que toda investigación científica se mueve en el terreno de la incertidumbre, por lo que su principal cometido es hacer preguntas tan pertinentes y adecuadas como se pueda cuyos resultados no siempre son verdades perdurables. Es decir, lo que hoy es cierto mañana puede dejar de serlo porque ha sido superado o incluso refutado por otros grupos de investigación.
«No se trata de creer en la ciencia, se trata de tenerla en cuenta. La investigación científica no produce resultados que deban seguirse a pie juntillas. Los resultados científicos ayudan a tomar decisiones, pero no dicen qué es lo que se debe hacer, porque las decisiones las tomamos las personas. Por eso los estudios científicos, o quienes los han llevado a cabo, no pueden ser los chivos expiatorios de unas malas decisiones. Y es que tomar decisiones en condiciones de incertidumbre es muy difícil», detalla Aymerich sobre la decisión de adoptar medidas y estrategias en determinadas situaciones. «Eso sí, comprender y tener en cuenta la ciencia creo que nos prepara para la complejidad», añade.
El papel de la comunidad científica
Sin embargo, a pesar de las presiones, en el contexto de redes sociales, con un bombardeo informativo, de opiniones e incluso de fake news, los argumentos científicos se hacen más necesarios que nunca. «La pandemia ha dado visibilidad a los expertos, que hasta ahora trabajaban discretamente en los laboratorios de sus instituciones. Un científico no debería trabajar por y para su imagen pública; la mejor imagen de un experto es el valor y la utilidad de sus descubrimientos para mejorar la calidad de vida y la salud de la población», argumenta Enric Soler.
Por tanto, el papel que deben jugar los expertos en las redes sociales y en los medios de comunicación debe ser el de exponer los argumentos científicos y avalados para combatir la desinformación. «En este tipo de canales tiene que haber contenido de valor que ayude a combatir las fake news, y que exista este tipo de información útil y veraz que difunda la ciencia es muy importante», recalca Alexandre López Borrull.
Además, durante la pandemia, la exposición de los científicos estos últimos meses ha sido muy positiva y muchos se han animado a divulgar por primera vez. Aparte, muchos ciudadanos han escuchado a científicos por primera vez. «Este flujo de información de calidad es esencial y hay que aprovechar este impulso e intentar mantenerlo», concluye Salvador Macip i Maresma.
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