«Lo que comemos puede tener más impacto que lo que votamos»
Daphne Duval, nutricionista en salud pública
Daphne Duval, nutricionista en salud pública
Daphne Duval, nutricionista en la Agencia de Salud Pública de Inglaterra, fue una de las protagonistas de la Jornada Anual Alumni Barcelona 2019. En esta entrevista defiende el acto de comer como un acto político, una acción cotidiana con potencial para lograr cambios a favor de un sistema más sostenible. Duval, que trabaja en el campo de la nutrición basada en la evidencia científica, también es graduada en el máster universitario de Nutrición y Salud de la UOC.
Las ideas y opiniones expresadas en esta entrevista son responsabilidad de Duval y no representan las posiciones de sus empleadores.
Daphne Duval, nutricionista en la Agencia de Salud Pública de Inglaterra, fue una de las protagonistas de la Jornada Anual Alumni Barcelona 2019. En esta entrevista defiende el acto de comer como un acto político, una acción cotidiana con potencial para lograr cambios a favor de un sistema más sostenible. Duval, que trabaja en el campo de la nutrición basada en la evidencia científica, también es graduada en el máster universitario de Nutrición y Salud de la UOC.
Las ideas y opiniones expresadas en esta entrevista son responsabilidad de Duval y no representan las posiciones de sus empleadores.
¿Por qué considera que podemos convertir el acto de comer en político?
Cada día comemos de tres a cinco veces, las mismas que elegimos qué compramos y dónde lo compramos. Pienso que con estas acciones cotidianas podemos llegar a tener más impacto que con lo que votamos.
¿Y esto lo convierte en político?
Elegimos donde ponemos el dinero y, de esta manera, apoyamos un sistema u otro: comprar a diario carne industrial en un supermercado o comprar legumbres españolas a granel en una tienda independiente no tiene el mismo impacto, ya sea económico, de salud o ambiental. Elegir, conscientemente, donde ponemos nuestro dinero es una manera muy eficaz de crear la demanda para lograr los cambios que queremos. Pienso que, como individuos, es más fácil conseguir estos cambios en el campo de la alimentación que en muchos otros sectores de la sociedad. En relación con la energía, por ejemplo, ¿qué hacen los gobiernos con el petróleo? Aquí tenemos muy poco poder. La alimentación es una de las pocas áreas en las que tenemos un poder determinado. Lo veo en Inglaterra, donde los supermercados y el sistema alimentario están cambiando gracias a la demanda creada por los consumidores. También está pasando en España.
Para concebirlo como un acto político la gente también necesita tener conciencia. ¿Cómo se adquiere esta conciencia?
La conciencia se adquiere con la educación en un sentido general. En España, en los últimos años, la gente ha tomado mucha conciencia sobre la importancia de la comida. Aquí las redes sociales tienen un papel muy importante, aunque existe una doble cara, porque está el problema de la influencia de los que dan consejos de alimentación sin tener ni idea de lo que dicen. Pero también hay gente muy buena en España que ha ayudado a crear esta conciencia sobre la necesidad de comer sano y sobre la necesidad de entender que nuestro sistema alimentario tiene un impacto en el medio ambiente.
En sociedades con mucha desigualdad conseguir este grado de conciencia será más difícil. ¿Cómo puede romperse esta desigualdad?
Sí, esto ya es más político. Y con el cambio climático es muy probable que aumente esta diferencia, lo que es muy preocupante. El trabajo final de máster en la UOC lo hice sobre la pobreza alimentaria en Londres, y no es que la gente en situaciones precarias no sepa que tiene que comer verdura, es que no puede permitírsela porque es más cara, o porque no dispone de cocinas adecuadas, trabaja en horarios más complicados, u otras dificultades. En ciertos barrios de Londres, hay también el problema de la abundancia de comida basura barata frente a la falta de accesibilidad a alimentos sanos asequibles. Lo primero que debe hacerse es que esta gente tenga mayor poder adquisitivo, porque si no puede pagar el gas y la electricidad, la comida queda en un segundo plano. Hay soluciones, pero requieren voluntades políticas.
¿Cuáles?
Creo mucho en el poder de los impuestos. Deberíamos tener un sistema de impuestos para que los productos que sean menos sostenibles y menos sanos sean más costosos, y los productos sanos con menos impacto sean más baratos. Ha habido mucho debate recientemente en Inglaterra sobre un posible impuesto a la carne para reflejar su coste ambiental. Pero no parece que vaya a seguir adelante, entre otras cosas porque aumentarían las desigualdades: las personas con menos recursos, que suelen tener menos acceso a alternativas sanas y asequibles, ya no podrían permitirse comer carne, mientras que las personas con mayor poder adquisitivo, que suelen ser las que más contaminan, podrían seguir comprándola. Tendría que ser un sistema mucho más complejo, en el que cuando introdujeras un impuesto sobre la carne bajaran al mismo tiempo otros impuestos. También es necesario que se implanten programas para mejorar el acceso a comida sana asequible a los que lo necesitan. Si no se hace así, habrá más desigualdad. No hay una solución fácil y es un tema complejo. También hay muchos lobbys. Es importante que la gente que pueda haga este cambio a dietas más sanas y sostenibles, y así crear la demanda que comentaba antes.
¿Cómo puede lograrse reducir el uso del plástico?
Todo está relacionado. Puedes elegir comprar algo muy procesado, que no es sano y lleva mucho embalaje, o comprar más frutas, verduras y legumbres, sin plástico. Hay cada vez más opciones para comprar a granel o con menos plástico, hasta en los supermercados, y eso es un ejemplo del cambio conseguido por la demanda.
Seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades. ¿Hay tiempo para detener el desastre?
Queda poco tiempo. ¿El número exacto de años? Son estimaciones, hay incertidumbres… Sabemos que vamos mal y que hay poco tiempo, pero merece la pena intentarlo. Si no, ¿qué hacemos? Hay que intentarlo, es importante aunque solo mejore un poquito la vida de las generaciones futuras.
¿El gobierno del Reino Unido tiene en cuenta aspectos de nutrición para hacer sus políticas?
En los últimos años, sí. El Reino Unido tiene elevadas tasas de obesidad: dos terceras partes de los adultos y un tercio de los niños tienen sobrepeso u obesidad. Desde 2016, el gobierno inglés está implantando una estrategia bastante completa sobre la obesidad infantil, que incluye medidas relacionadas con el acceso a comida sana, actividad física, publicidad de comida basura en la televisión e internet, etc. Otra de las medidas que se puso en marcha fue el impuesto sobre bebidas azucaradas. Es un impuesto que va por umbrales, con un mínimo de 5 g por 100 ml por debajo del cual no se paga ningún impuesto. En consecuencia, muchas industrias han reformulado sus bebidas para conseguir situarse por debajo de este límite y no pagar estos impuestos. Eso hace que la cantidad de azúcar en las bebidas que la gente consume, muchas veces a diario, haya disminuido. Hay también programas de reformulación de la cantidad de calorías y azúcar de los productos más consumidos por los niños. La idea es que la gente, aunque no cambie sus hábitos, consuma menos calorías y azúcar.
Aparte de los impuestos y los límites, ¿la educación no es un terreno con el que pueden conseguirse cosas?
Sí, la educación es importante, y lo ideal sería que cada uno cambiara sus hábitos hacia una dieta más sana y sostenible gracias a la educación. Pero los estudios demuestran que la educación no tiene tanto impacto en este aspecto. Vivimos en un entorno obesogénico, rodeados de tentaciones. Por mucho que uno sepa que un donut no es sano, es muy fácil caer en ello. Sobre todo en las situaciones que comentábamos antes. Aun así, la educación es necesaria, entre otras cosas para justificar las demás medidas. Y para la toma de conciencia.
Si el problema ya es grave en los países ricos, ¿en qué situación se encuentran los países pobres?
Es lo que se llama la doble cara de la malnutrición. Por un lado, los problemas relacionados con la desnutrición, pero también existe un problema de obesidad, entre otros, en las grandes ciudades.
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Redacción