El mercado de los probióticos mueve anualmente en torno a 26.000 millones de euros, cifra que procede principalmente de Europa, según datos del metaanálisis de la Universidad de Copenhague publicado en Genome Medicine. La razón es que es en Europa donde las virtudes de estos microorganismos, que ejercen un efecto positivo para la salud, se han promocionado más. A ellos se les atribuyen distintos beneficios en la prevención y el tratamiento de numerosas enfermedades, como la diarrea, la obesidad o el cáncer. Según los expertos éste es el principal motivo de que se hayan convertido en un negocio al alza, que prevén que seguirá creciendo.
Sin embargo, según explica Alicia Aguilar, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC y directora del máster universitario de Nutrición y Salud, aunque se han realizado estudios para demostrar su eficacia, sería necesario hacer más investigaciones. «Hasta el momento, la eficacia más documentada de los probióticos está en su uso para problemas gastrointestinales. Aunque existen muchas publicaciones científicas sobre las aplicaciones de los probióticos, todavía son necesarias más: poblaciones apropiadas, cepas y dosis bien definidas, efecto a largo plazo…», afirma.
Un siglo de estudios
Los orígenes del interés de la comunidad científica en estos microorganismos vivos se remontan a varias décadas atrás. Como recuerda Anna Bach, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC, ya a principios del siglo XX, Metchnikoff, galardonado con el premio Nobel de medicina en 1908, relacionó las bacterias ácido-lácticas con efectos beneficiosos en la salud y la longevidad.
Desde entonces se mantiene el interés por investigar sobre los mecanismos implicados en esos efectos beneficiosos sobre la salud y el impacto de microbiota (población de microorganismos que habita en nuestro intestino y mucosas que tienen un importante papel en la digestión y producción de vitaminas, entre otras funciones). Pero no solo es la comunidad científica la que está interesada en estos estudios, también lo está la industria, puesto que los probióticos pueden incorporarse a un amplio abanico de productos, alimentos, complementos alimenticios o medicamentos.
«Los probióticos pueden encontrarse en el mercado de diferentes maneras: como complementos alimenticios en forma de cápsulas, viales líquidos o polvo (pueden contener también una mezcla de diferentes cepas probióticas), en fórmulas de continuación (leche en polvo para lactantes de más de seis meses), en alimentos como los lácteos fermentados (yogur, kéfir, algunos quesos…) o también en vegetales fermentados como el kimchi coreano», señala Marta Massip-Salcedo, profesora colaboradora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC. «Aunque en los alimentos lo más habitual es encontrarlos en los lácteos fermentados, también hay otros productos, como zumos, cereales o barritas, a los que se incorporan probióticos», explica.
Sin efectos adversos descritos
Pero, ¿qué son realmente estos microorganismos que podemos encontrar en formas tan diversas? Según explica Aguilar, los microorganismos probióticos son generalmente, aunque no de manera exclusiva, bacterias ácido-lácticas, como Lactobacillus bulgaricus, Streptococcus termophilus, Bifidobacterium bifidum o Lactobacillus reuteri; y, para poner un ejemplo que no sea una bacteria, la levadura Saccharomyces boulardii.
En cuanto a la cantidad adecuada de consumo, varía según la población de la que hablemos —adultos, niños, embarazadas...—, pero, en líneas generales, es superior a mil millones de microorganismos por unidad de consumo. «La cantidad de probióticos se expresa en unidades formadoras de colonias (UFC), que es una indicación del número de organismos vivos presentes. Aunque puede haber una cierta variación, el promedio requerido es de más de mil millones de microorganismos por unidad de consumo, ya sea un vial, una cápsula o un alimento», indica Bach.
Respecto a los posibles efectos adversos en caso de que no sigamos las indicaciones de consumo, hasta la fecha no se han descrito. «En principio no hay riesgos, puesto que los microorganismos probióticos que se seleccionan no tienen capacidad patógena para nuestro organismo. No obstante, en temas de salud siempre es importante ceñirse a las indicaciones de consumo, así como vigilar y tener precaución, por ejemplo, en el caso de individuos con problemas de inmunodepresión importante», explica Massip-Salcedo.
Expertos UOC
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Marta Massip Salcedo
Profesora lectora de los Estudios de Ciencias de la Salud -
Alicia Aguilar Martínez
Profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud
Contacto de prensa
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Redacción