Acompañar, el único control parental eficaz para las plataformas digitales destinadas a niño
El 15 % de los padres afirma que sus hijos han visto en el último año contenido que les ha hecho sentir incómodosSegún la Comisión Europea, los niños empiezan a navegar en internet a los 7 años y pronto comienzan a hacerlo incluso solos: en Inglaterra, uno de cada cuatro menores de 0 a 2 años y el 36 % de los niños de 3 a 5 años tiene su propia tableta, afirma un estudio difundido por Technology and Play. En cuanto a España, el dispositivo con el que los menores suelen estrenarse en internet es el móvil, y a los 15 años prácticamente todos –el 94 %– tienen uno en propiedad, concluye la última Encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de información y comunicación en los hogares, realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en colaboración con el Instituto de Estadística de Cataluña (IDESCAT).
Sin embargo, los niños no siempre están preparados para lo que van a encontrar, y prueba de ello es que en la Encuesta sobre hábitos de uso y seguridad de internet de menores y jóvenes en España, llevada a cabo por el Ministerio del Interior, el 15 % de los padres afirmó que sus hijos habían visto en el último año contenido que les había hecho sentir incómodos. Cuando se preguntaba por el tipo de contenido que los propios menores reconocían que no deberían haber visto, los dos más mencionados fueron imágenes sexuales explícitas y contenido violento.
Por eso, la llegada de plataformas audiovisuales destinadas específicamente a menores fue recibida como una muy buena noticia entre la mayoría de padres y educadores. Filmin Kids, HBO Kids, Netflix Kids o YouTube Kids parecían resolver los problemas de un posible uso inadecuado de los productos digitales, de forma que los más pequeños podían navegar por ellas a su antojo pero sin riesgo. «Los nativos digitales, que han crecido con las tabletas, navegan con muchísima facilidad, por eso estas plataformas se activaron como opciones cerradas dentro del ecosistema de las plataformas generalistas, de forma que los niños solo pudieran acceder a la selección de contenidos infantiles», explica Elena Neira, miembro del grupo de investigación en aprendizaje, medios y entretenimiento (GAME) de la UOC y autora de La otra pantalla (Editorial UOC, 2015).
Sin embargo, como explica Judith Clares, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC y también miembro del grupo de investigación GAME, hay que diferenciar entre plataformas como YouTube, que ofrecen un servicio «destinado a compartir vídeos gratuitos, cuyo catálogo se alimenta de los millones de vídeos que sus usuarios suben a la plataforma sin que esta realice un trabajo de selección ni editorial previo», y otras como Filmin, Netflix o HBO, plataformas de suscripción de vídeo a la carta (subscription video on demand, SVOD) que producen y distribuyen contenido, seleccionan productos y cuentan con un trabajo editorial cuidado de los títulos que incorporan en sus catálogos. «Si bien YouTube Kids está diseñada para ofrecer "una experiencia más segura que YouTube para los niños", lo cierto es que la selección de contenido de esta plataforma utiliza sistemas de selección y filtro de contenido automatizados, explica Clares. «Está diseñada para excluir contenido no apropiado para niños, pero no existe una labor editorial, ni siquiera una revisión manual, personalizada, de dicha selección, de ahí que resulte esencial que ofrezca sistemas de control parental y la posibilidad a los padres de programar, decidir y seleccionar a qué canales o contenidos pueden tener acceso sus hijos», afirma.
Lo legal y lo ideal
La necesidad de proteger a los menores contra contenidos que puedan ser perjudiciales para ellos no ha pasado por alto a las instituciones europeas. Hace unos días, los representantes permanentes ante la UE confirmaron el acuerdo alcanzado a principios de junio sobre la modernización de las normas en vigor para la prestación de servicios audiovisuales en Europa, con las que se pretende mejorar la protección de los menores frente a contenidos violentos o nocivos. La legislación responsabiliza a las plataformas si infringen las normas y permite tomar medidas contra ellas, pero tampoco esta directiva garantiza que los menores vean el contenido más adecuado. Clares recuerda que, si bien existe una regulación que protege a los menores, «estos tienen cada vez más contenido a su alcance, de fuentes y canales diversos, con contenido que puede no ser adecuado para su edad, y es necesario que los padres invirtamos tiempo, nos impliquemos y los acompañemos», señala.
Los expertos coinciden en que la única forma de garantizar al 100 % que los niños no vean contenido inadecuado es acompañarlos en el uso de estas plataformas. «Los sistemas de control parental pueden ser una ayuda, pero es necesario que los padres acompañen a los hijos, que se involucren», señala Clares.
También es la opinión de José Ramón Ubieto, psicólogo clínico y psicoanalista, profesor de la UOC. «Prohibir por sí solo no suele dar muchos resultados, y menos en una realidad donde la cara oculta es más accesible para ellos que para nosotros», explica el coautor de Niñ@s híper. Infancias hiperactivadas, hiperconectadas, hipersexualizadas (Ned, 2018). «Quizás es más inteligente enseñarles a usar esas plataformas, conversar con ellos de esas plataformas no el aspecto técnico, sino sobre todo de su uso ético, de la responsabilidad de nuestros actos. Eso implica una supervisión, porque esta tecnología tiende fácilmente a la alienación del usuario, y todavía más si los usuarios son menores y vulnerables. Es una tecnología que está diseñada intencionalmente para que el usuario sea atrapado en la red: colores, formas, sonidos, música, notificaciones, premios… No por nada algunos de sus creadores, ahora arrepentidos, han creado un centro para humanizarla», señala.
Consecuencias de un mal uso
La orientación y el acompañamiento que los especialistas consideran imprescindibles son las herramientas que encuentran más efectivas para evitar que los menores accedan a contenido inadecuado, y es que ver ese contenido tiene consecuencias. «Existe riesgo en el mal sentido de la palabra adultizar: hacer aquello que todavía no toca por la edad. Un ejemplo es el porno, que se ha convertido en la vía de iniciación sexual de los adolescentes, y cada vez más precozmente», apunta Ubieto, quien recuerda que como hoy ya es inimaginable una infancia o adolescencia fuera de la cultura digital, lo más aconsejable es enseñar a los niños y adolescentes a aprovechar lo bueno de esa cultura. «Tabletas y móviles son los instrumentos de los más jóvenes. En la red buscan respuestas y encuentran a otro joven con el que conversar y aprender. Los youtubers son cada vez más una referencia presente. La cuestión para los adultos no es entrar en rivalidad con ellos, sino acompañar a sus hijos y alumnos en el uso de esas tecnologías, ofreciéndose como interlocutores válidos. Internet modifica las dinámicas familiares, pero no liquidará un invento –la familia– que ha resistido a todas las crisis habidas y por haber», concluye.
Aunque de momento la supervisión sea clave, es posible que en el futuro cada vez resulte menos necesaria gracias a la aparición de nuevos actores que modificarán el escenario actual. «Dentro del contenido infantil, debería poder establecerse una limitación, porque no es lo mismo la madurez que tiene un niño de 6 años que la que tiene un niño de 8 o un niño de 10. Y creo que quien sí irá por esa línea, ofreciendo contenidos por tramos de edad, será Disney», explica la autora de La otra pantalla, recordando que aunque hasta ahora Disney solo vendía su contenido a terceros, el verano pasado ya anunció que lanzaría su propio servicio de emisión en continuo o streaming. «Adelantó que sería de naturaleza familiar y más económico. Creo que ahí Disney sí va a establecer las pautas de lo que supone un servicio de emisión en continuo para toda la familia (streaming family friendly), incluyendo a los llamados "jóvenes adultos", que ahora quedan fuera del paraguas», afirma.
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