Los desafíos de las familias reconstituidas: la competitividad entre los hermanastros y los celos de los adultos
Los expertos alertan de que se debe evitar hablar mal de las parejas anteriores porque son «exparejas pero no expadres»Una familia reconstituida es la formada por una pareja en la que al menos uno de los dos adultos aporta uno o más hijos de relaciones anteriores, como es el caso de los divorciados o los viudos que forman pareja con otras personas. En España este fenómeno va al alza. Según los últimos datos del INE (2011) un 7,4% de las familias son reconstituidas y representa para los nuevos miembros del núcleo familiar varios desafíos que hay que superar: rechazo de los hijos hacia la nueva pareja, celos de los adultos y falsas expectativas, competitividad entre los hermanastros, entre otros. Para la psicóloga de la UOC, Sílvia Sumell, una integración adecuada de los miembros en la nueva familia depende en gran parte de cómo se haya desarrollado el divorcio o la separación de los padres y de su capacidad de reorganizar la nueva familia de una forma funcional o no.
El rechazo de los hijos hacia la nueva pareja es uno de los principales obstáculos que hay que superar en una familia reconstituida reciente. «Es un sentimiento normal y habitual porque los hijos suelen tener la esperanza de que los padres volverán a estar juntos y a menudo piensan que con una pareja nueva ya no se les querrá», explica Sumell, también profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.
Ante esta situación, «dar tiempo a los hijos» es la primera recomendación que hace la experta a la pareja. A veces es el adulto quien tiene prisa por ir a vivir con la nueva familia y, en cambio, los niños necesitan más tiempo para adaptarse. «Es necesario que la implicación sea progresiva y explicarles cuáles serán los siguientes pasos». Se les tiene que hacer entender que como padres no los perderán y, por eso, es importante no criticar al otro progenitor delante de los hijos. «Se tienen exparejas, pero no expadres», recuerda.
Al principio de la convivencia entre los hijos de una parte y de la otra también se pueden generar situaciones de competitividad. A su vez, pueden surgir discusiones entre los adultos al darse cuenta de que se comparten pautas educativas diferentes, dice la psicóloga, y se puede tener una sensación de injusticia porque la pareja tiene un trato diferente con los hijos propios y los otros, sobre todo en cuanto al cumplimiento de las normas. «Hay que ir con cuidado con las desigualdades que se pueden generar y, para evitarlo, una de las propuestas es que los adultos elaboren una lista de normas y reglas de casa haciendo partícipes a los hijos», recomienda.
En otros casos, uno de los adultos puede llegar a pensar que la nueva pareja solo está bien cuando no hay hijos de por medio, o puede tener falsas expectativas pensando que la nueva pareja «le dará todo lo que no obtuvo de la anterior relación». O incluso puede sentir celos: «Hace más caso a sus hijos que a mí». En este caso, Sumell alerta a los adultos de que deben afrontar la nueva relación aceptando que surgirán problemas de pareja y de que tienen que evitar posicionarse entre el nuevo matrimonio o pareja, o sus hijos.
Convivir con nuevos miembros en una familia, de hecho, aporta ventajas. Permite tanto a la pareja como a los hijos establecer nuevos vínculos afectivos con la otra parte de la familia (abuelos, primos, tíos, etc.), aprender a relacionarse con otras personas (por ejemplo, amigos de la otra parte) y así fortalecer la capacidad de adaptación social, o ganar, en el caso de los hijos, apoyo entre los «nuevos hermanos». «En definitiva, nadie sustituye a nadie y en todo caso los nuevos miembros de la familia se complementan», concluye Sumell.
¿Las familias reconstituidas predominarán sobre las demás en el futuro?
«La familia reconstituida en muy buena medida será la familia del futuro, pero no porque sea la deseada o a la que se aspira, sino sencillamente por una cuestión estadística», apunta el sociólogo de la UOC, Francesc Núñez: «El número de divorcios aumenta y los divorciados siguen emparejándose». Para el experto, lo que habrá en el futuro será sobre todo diferentes tipos de familia que no encajarán con el modelo de familia nuclear vigente en el siglo XX.
Actualmente, las familias se hacen y se deshacen más rápidamente y los tipos de reconstrucción también aumentan. No solo por circunstancias sociales, sino también por intervenciones biomédicas en la fecundación y la gestación de los hijos. «Todo ello, que puede parecer muy complicado, no conllevará ningún problema si está bien legislado y bien establecido; esto quiere decir que será posible cualquier familia (cualquier modo de organizar la reproducción) que esté legalmente, y socialmente, permitida», señala el sociólogo, que también es profesor de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC.
«Lo que está cambiando profundamente, y la familia es una consecuencia de ello, es cómo los individuos se perciben y se construyen», remarca Núñez, también investigador del grupo MEDUSA. La autonomía —en el sentido de independencia ideológica—, la racionalización, la capitalización, el intercambio en términos instrumentales y económicos son factores, entre otros, que condicionan a las personas en la construcción de su vida. «Por lo tanto, los individuos modernos se casan, tienen hijos, se separan y se vuelven a emparejar siempre en función de este cálculo-percepción de lo que les sale más a cuenta para gestionar y organizar la crianza de sus hijos. Cuando no hay hijos, los criterios de selección son otros», concluye el experto.
Expertos UOC
Contacto de prensa
-
Redacción