9/1/18 · Institucional

«El hombre árabe es educado desde bien temprano en su superioridad sobre la mujer»

Abdessamad Dialmy, sociólogo de la sexualidad

Foto: UOC

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Abdessamad Dialmy, sociólogo de la sexualidad


Abdessamad Dialmy es sociólogo de la sexualidad, el género y la religión. Ha sido catedrático en las universidades de Fez y Rabat y es visitante habitual de diferentes universidades europeas. Es uno de los primeros autores árabes que se interrogan sobre la masculinidad en su país y en la cultura islámica, una militancia valiente que le ha supuesto varias amenazas contra su integridad física. Dialmy pronunció la conferencia inaugural titulada «La masculinidad árabe transicional», del ciclo internacional sobre nuevas masculinidades Men in Movement, celebrado los días 16 y 17 de noviembre.


Abdessamad Dialmy es sociólogo de la sexualidad, el género y la religión. Ha sido catedrático en las universidades de Fez y Rabat y es visitante habitual de diferentes universidades europeas. Es uno de los primeros autores árabes que se interrogan sobre la masculinidad en su país y en la cultura islámica, una militancia valiente que le ha supuesto varias amenazas contra su integridad física. Dialmy pronunció la conferencia inaugural titulada «La masculinidad árabe transicional», del ciclo internacional sobre nuevas masculinidades Men in Movement, celebrado los días 16 y 17 de noviembre.

¿La masculinidad del hombre árabe ha evolucionado y se encuentra en transición, como reza el título de su conferencia?

Sin duda. He intentado trasladarle a la audiencia una teoría que he elaborado para poder entender la sexualidad en Marruecos. Bajo mi punto de vista, se divide en tres estadios: en el primero, tanto las normas que rigen la sexualidad como la práctica del sexo son religiosas; en el segundo, las normas sexuales son todavía religiosas, pero la práctica sexual es secular; y en el tercer y último estadio, tanto las normas sexuales como la práctica sexual son seculares, que es lo que sucede en Occidente.

¿En qué estadio se encuentra el hombre árabe?

En Marruecos nos encontramos en la segunda etapa: un divorcio entre la norma y la práctica. Dado este escenario, cuando hablo de una masculinidad árabe en transición me refiero a que hay hombres que aplican normas religiosas a su sexualidad, pero tienen un comportamiento sexual secular. Por ejemplo, cuando un hombre acepta casarse con una mujer que ha perdido la virginidad. Esto no solo es una evolución, es una auténtica revolución en Marruecos. Cuando el hombre árabe cree en la norma pero no la respeta, es cuando hablo de una masculinidad en transición.

No es fácil escribir sobre determinados temas en su país.

Llevo muchos años estudiando la identidad masculina en el mundo árabe. Uno de mis retos ha sido mostrar hasta qué punto el hombre marroquí es consciente de la dominación que ejerce sobre la mujer y cuán arbitraria y socialmente construida es esa dominación. Para el hombre esa superioridad es natural, biológica y religiosa. Piense que aún hoy la mayoría de hombres, pese a tener una práctica sexual moderna, son prisioneros en su mente de las normas religiosas, no son plenamente felices. Soy el autor del primer ensayo sobre la masculinidad, no solo en Marruecos, sino en todo el mundo árabe.

¿Cómo han sido recibidas esas reflexiones?

Publiqué mi ensayo sobre la masculinidad hace quince años y era la primera vez que un ensayo interpelaba al hombre marroquí sobre estos aspectos. Yo pretendía mostrar hasta qué punto está en crisis esa masculinidad tradicional debido a la evolución social y a la revolución y la emancipación femeninas. No fue fácil, me enfrenté a muchas resistencias y amenazas, incluso de muerte. Plantear ciertas cuestiones ante los fundamentalistas es arriesgado. Según ellos, todas las respuestas están en el islam. ¿Puede una mujer mantener relaciones sexuales antes del matrimonio? Para un fundamentalista esta cuestión es inaceptable, porque el islam ya le dio la respuesta y esta es: «Solo después del matrimonio». ¿Es el homosexual un hombre de pleno derecho? Para ellos no, no es un ser humano, es un animal y merece que le maten.

Usted ha señalado que en su país los hombres más jóvenes no son necesariamente los más abiertos de mente. Es un dato inquietante.

Sobre todo porque yo veo una regresión. La gente mayor tiene el poder, a todos los niveles: domina la situación, no necesita ser igualitaria, tiene actitudes permisivas –en algunos campos, incluso abiertas–, pero porque goza del poder y está instalada en él. Por el contrario, los jóvenes no tienen poder, se sienten débiles, sin trabajo y sin dinero. Su masculinidad no tiene una base económica para ejercer el poder sobre la mujer; por eso son más conservadores y usan la religión para justificar su superioridad y dominación sobre ellas. «No tengo dinero ni trabajo ni poder, pero al menos Dios ha decidido darme el poder sobre ti, mujer»: esa es su lógica.

Algunas mujeres han empezado a trabajar y a contribuir económicamente a la estructura familiar. ¿Significa eso un avance hacia una relativa normalización?

Desafortunadamente no. Aunque trabajen y contribuyan al presupuesto familiar, su poder decisorio es todavía muy débil. En general sus salarios son más bajos y, aunque sean iguales, el marido es todavía el señor sobre la base de la religión y puede usar incluso la violencia si la mujer no es obediente. También se ha intensificado el uso del sexo como herramienta de dominación: «Eres mi mujer, puedo hacer lo que quiera contigo sin tu consentimiento y la religión lo avala, porque soy un hombre de verdad».

¿Cómo se transmite esa cultura de superioridad del hombre sobre la mujer?

En la propia familia, en las primeras etapas de la socialización. Las tareas domésticas son divididas según el género desde muy temprano: los chicos salen de casa y no se les puede molestar, las chicas se quedan en casa. El hombre tiene una proyección en el ámbito público, pero la mujer solo en el doméstico. La escuela transmite esta cultura: que la mujer es inferior, que debe ocultar su cuerpo, que ella es el origen del caos social y del mal. El hombre integra esas ideas desde la infancia.

Y esto sucede en 2017, con toda la información existente, con el acceso a internet...

El fundamentalismo está en la escuela, en el propio currículo escolar, y luego es diversificado en todos los aspectos de la vida y en la televisión. Además es muy eficaz. Hay muchos profesores conservadores. A mí me invitan a hablar en televisión, pero nunca para hacerlo sobre estos temas, sobre todo porque lo hago desde una visión antipatriarcal, que es contraria a la visión dominante y oficial islámica.

¿Cómo se han organizado las mujeres? ¿Se puede hablar de algún tipo de resistencia?

Por supuesto, a partir de los años ochenta mujeres militantes de partidos de izquierda empezaron a organizarse, porque ni en sus propios partidos veían sus aspiraciones canalizadas, eran marginadas. A partir de 1985 fundaron su propio movimiento y nacieron dos organizaciones feministas que obtuvieron las primeras conquistas tímidas en 1993 con Hassan II. En 1999 hubo una segunda oleada de logros de la mano del gobierno de izquierdas, que lo era por primera vez en la historia de Marruecos. Hubo un alzamiento popular en Casablanca de rechazo a esas mejoras y tuvo que intervenir el rey Mohamed VI. Se formó una comisión que diseñó un nuevo código de familia gracias a la presión feminista. Se consiguió que la familia fuera definida como un espacio de cooperación entre marido y mujer y no como algo que emana de un amo; la noción de obediencia desapareció. Se hizo una lectura diferente del texto coránico, fue una conciliación entre feminismo moderno e islam, una relectura. Aunque no pocos jueces y legisladores tradicionales se opusieron claramente y le han plantado cara.

El matrimonio no pasa por su mejor momento en el mundo occidental, sin embargo en Marruecos sigue siendo muy importante.

Es la norma. Para estar integrado socialmente y ser reconocido hay que casarse. Si un hombre se queda soltero, se convierte en sospechoso y, en el caso de la mujer, es una deshonra. Según el censo nacional de 2014, la media de edad a la que se contrae matrimonio es de veintidós seis años para las mujeres y treinta y uno para los hombres. El hecho de tener que esperar tanto antes de poderse casar hace que algunas personas tengan relaciones sexuales antes del matrimonio, pero se tienen a escondidas, porque según el Código penal marroquí es un delito que conlleva pena de prisión. Encuestas recientes muestran que el sexo comienza antes del matrimonio. Las chicas tienen sus primeras relaciones a los diecisiete años y los chicos, un año antes, normalmente con prostitutas. La diferencia entre la edad en la que comienza la sexualidad y la edad del matrimonio es una evidencia de que existen prácticas sexuales prematrimoniales. Esta sexualidad se oculta porque es ilegal según el Código penal, que la considera una perversión, y porque la prohíbe la sharía, que la considera fornicación.

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