Ser bibliotecario, una profesión valorada y cada vez más social
Ser bibliotecario es una opción poco elegida por los jóvenes pero bien remunerada y valorada socialmente. En los últimos 15 años las matrículas a los estudios de Información y Documentación han sufrido un descenso del 76,4%. En el curso 2001-2002 los matriculados en todo el Estado eran 8.480, mientras que en este curso 2016-2017 son 2.001, según datos del Ministerio de Educación. «Sin embargo, la profesión de bibliotecario está bien valorada socialmente, bien remunerada económicamente y ha evolucionado mucho en los últimos años», explica Sandra Sanz, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC. El salario medio de estos profesionales públicos se sitúa en torno a los 37.000 euros al año, una cifra que en el caso de Estados Unidos sube a unos 51.000 dólares de media para las mujeres y 58.000 dólares para los hombres, como señalan en un artículo las profesoras Sandra Sanz y Ana Isabel Bernal, esta última también de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC.
Los nuevos roles de los bibliotecarios
«Internet, Google y la crisis económica son los principales factores que han hecho evolucionar las tareas de los bibliotecarios», explica Sandra Sanz. Para esta experta, con la crisis de los últimos años estos equipamientos han potenciado su labor de velar por la cohesión social. «La función social de las bibliotecas ha ido en aumento. Ya hace tiempo que se habla de las bibliotecas sociales para hacer referencia a aquellas que tienen una actividad más intensa en este sentido, muchas de ellas integradas en el tercer sector», afirma esta profesora. Sanz añade que las bibliotecas ofrecen «una serie de servicios para compensar los desequilibrios sociales derivados de la crisis económica».
Las bibliotecas acercan el conocimiento a las personas que más sufren la crisis, les ofrecen un espacio de lectura y de estudio, y desarrollan una tarea fundamental para evitar la fractura digital entre la población. «Los bibliotecarios ejercen muchas y variadas funciones; más allá de facilitar el acceso a la información a la ciudadanía, ofrecen valor añadido a las búsquedas de información con criterios de relevancia y pertinencia», afirma Sanz. «Forman a los usuarios capacitándolos para identificar sus necesidades de información, y aplican estrategias de dinamización cultural y de lectura».
También las demandas que realizan los ciudadanos han cambiado. Si bien antes solicitaban ayuda para buscar libros, ahora toma relevancia el servicio de selección de la información. «Ante tanta saturación de información, del ruido informacional se necesitan profesionales que sepan seleccionar la información más pertinente para cada usuario. Además de asegurar que sea veraz y fiable», señala Sanz.
Una profesión (aún) estereotipada
La formación de bibliotecario tiene una larga tradición en España. Ya en el siglo XIX proliferaron las primeras escuelas de bibliotecarios. Aunque cada vez hay más hombres en las aulas, esta ha sido una profesión feminizada, donde durante muchos años han pervivido estereotipos de género y se ha relegado su valía. De hecho, según datos del Ministerio de Educación, el porcentaje de hombres y mujeres casi se ha mantenido desde hace 15 años. En el curso 2001-2002 el 70% de los estudiantes eran mujeres, y hoy el 65% sigue siéndolo.
«Se considera que es una profesión femenina, probablemente debido a la asociación original de las tareas educativas, el ámbito doméstico y las responsabilidades asistenciales con las mujeres», añade Jorg Müller, investigador del grupo GenTIC de la UOC. Milagros Sáinz, directora del grupo de investigación, considera que existe la creencia de que las profesiones feminizadas, como la del bibliotecario, «son fáciles de aprender, en comparación con otras carreras de ciencias duras, y cualquier persona podría ejercerlas». «Se consideran secundarias, porque todo lo que se codifica como femenino en nuestra cultura es menos valorado que lo que pertenece a la esfera masculina», afirma Müller.
Sáinz asegura que los hombres que eligen profesiones consideradas femeninas, como la de bibliotecario, están mal vistos socialmente, aunque esta desconsideración se rebaja debido a que ocupan más puestos de responsabilidad dentro de estas esferas.
Según Jorg Müller para erosionar los prejuicios y etiquetas de género vinculados a esta profesión es necesario un cambio profundo: «Hay que cambiar una parte importante de nuestra cultura. El género no es solo una etiqueta que adherimos a los cuerpos, afecta a toda nuestra sociedad». Para el experto, los estereotipos son difíciles de combatir y hay que educar a la gente para cuestionarlos y a ser flexibles en los esquemas cognitivos.
La figura del bibliotecario en el futuro
«Deberán ser flexibles, creativos y multidisciplinares», augura Sanz. En sus competencias tendrán que incorporar todo lo que Google no tiene: habilidades de pensamiento crítico para poder facilitar información fiable, veraz e imparcial y utilizar la inteligencia emocional para comprender mejor las necesidades de los usuarios.
La experta considera que el futuro de las bibliotecas pasa por unos profesionales capaces de mejorar e incrementar la cooperación y colaboración dentro y fuera de la biblioteca, reforzar la creación de comunidades, dotarlas de cohesión social y garantizar la igualdad de oportunidades de los ciudadanos al acceso de la información.
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