15/6/17 · Institucional

«La calidad educativa cada vez será más importante y compleja»

Nati Cabrera es doctora en Pedagogía y directora del máster universitario de Evaluación y Gestión de la Calidad en la Educación Superior.

Nati Cabrera es doctora en Pedagogía y directora del máster universitario de Evaluación y Gestión de la Calidad en la Educación Superior.

 

Nati Cabrera es doctora en Pedagogía y directora del máster universitario de Evaluación y Gestión de la Calidad en la Educación Superior, programa creado por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario (AQU) con el objetivo de formar a profesionales expertos en la calidad de los sistemas de educación superior. Este máster, que empezará a impartirse el próximo octubre, es el primer programa oficial en español del mundo sobre esta temática. «Queremos que tanto las universidades como las empresas de formación, las agencias de acreditación y las administraciones puedan tener profesionales debidamente formados», explica la profesora e investigadora del grupo EDUL@b.

 

 

Nati Cabrera es doctora en Pedagogía y directora del máster universitario de Evaluación y Gestión de la Calidad en la Educación Superior, programa creado por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario (AQU) con el objetivo de formar a profesionales expertos en la calidad de los sistemas de educación superior. Este máster, que empezará a impartirse el próximo octubre, es el primer programa oficial en español del mundo sobre esta temática. «Queremos que tanto las universidades como las empresas de formación, las agencias de acreditación y las administraciones puedan tener profesionales debidamente formados», explica la profesora e investigadora del grupo EDUL@b.

 

El máster universitario de Evaluación y Gestión de la Calidad en la Educación Superior es el primero de esta temática que se hace en el Estado español. ¿De dónde surgió la idea de crear este programa?
Surge de la necesidad de disponer de unos profesionales formados y altamente cualificados en el ámbito de la calidad educativa. Se trata de un tema recurrente que sale en varios foros y que se acaba materializando en una estrecha colaboración entre la AQU y la UOC para hacerlo posible.

Actualmente, la calidad y todo lo que la rodea es una nueva función que tienen las universidades y los sistemas educativos en general. Se han ido creando redes y agencias de calidad en muchos sitios, las universidades tienen unidades e incluso vicerrectorados que se ocupan de esta cuestión, los departamentos de los gobiernos disponen de personal especializado en evaluación y calidad educativa. Cada vez la cultura de la calidad educativa se extiende más y hacen falta personas que sean capaces de gestionarla adecuadamente y de ayudar a todas las instancias y personas que forman parte de las instituciones educativas a integrar los procesos de evaluación y mejora constante en su día a día. Todo esto, entendiendo que el nivel de desarrollo de estos sistemas de aseguramiento y mejora de la calidad no es el mismo en los diferentes espacios de educación superior (Europa, Estados Unidos, Latinoamérica, Asia, etc.).
Por lo tanto, ¿la calidad es tendencia en el mundo universitario?
Es más que una tendencia, en el sentido de que se ha convertido, como decía, en una función más en la universidad. Es decir: ya no se cuestiona que la universidad ha de responder sobre su nivel de calidad en relación con los criterios y estándares que corresponda. En nuestro caso, como estamos en el espacio europeo de educación superior, los criterios y estándares que hay que seguir están bastante consensuados en el ámbito europeo, aunque haya diferencias entre los sistemas de evaluación.
¿Cuáles son los principales aspectos que condicionan la calidad en el ámbito de la educación superior?
Esto tiene mucho que ver con la concepción que tenemos de la calidad. En realidad, la calidad no la puedes definir si no la pones en relación con una cosa o un servicio. Si te preguntan «qué es calidad», dices «¿calidad de qué?» Es algo bueno... pero ¿bueno para quién? ¿Para qué? Entonces ya empiezas con los matices. La calidad es un concepto muy multidimensional y, por tanto, depende de cómo te la imaginas.

Pongamos un ejemplo. Una de las concepciones más extendidas de la calidad educativa es la de la calidad como prestigio. Lo que es de calidad es lo exclusivo. Y en términos educativos nos estaríamos situando en instituciones como Harvard, el MIT... ¿Y por qué son de calidad? ¿Porque tienen este prestigio? Porque hay una percepción social de este prestigio. Estaríamos en una concepción de la calidad donde lo que importa es la opinión, la percepción de las personas, de la sociedad, los poderes económicos, etc. Y aquí los sistemas de evaluación tienen mucho que ver con las jerarquías, con los rankings, con los procesos selectivos... Por lo tanto, cuando vamos al detalle, que sean instituciones muy selectivas desde un punto de vista académico o económico es importante y se valora positivamente.

En cambio, si vamos a otra concepción de la calidad que entiende que una institución educativa de calidad es aquella que es capaz de transformar a las personas y sacar lo mejor de ellas, el criterio de la selección ya no sería un criterio de calidad. Al contrario. La cuestión sería esta: cuantas más personas seas capaz de educar y puedan sacar el mejor provecho de ellas mismas, más calidad estás demostrando con tus procesos de enseñanza y aprendizaje y más impacto eres capaz de producir en la sociedad. En definitiva, bajo esta concepción, cuando el proceso educativo que ofrece una institución es capaz de sacar lo mejor de cada persona es cuando de verdad se demuestra su calidad. Fíjate como todo tiene que ver con la ideología que hay detrás.

En estos momentos, socialmente estamos muy inmersos en la calidad como prestigio porque los rankings universitarios salen cada dos por tres en los periódicos y vamos detrás de unos rankings que, si alguien analiza los elementos que evalúan, son elementos que están muy lejos de las personas.
¿Qué opinión te merecen los rankings universitarios?
No se pueden meter todos en el mismo saco, pero sí que es cierto que están muy lejos de las personas, como decía. Si están evaluando aspectos como los premios Nobel que tiene una universidad o los artículos científicos publicados en revistas ISI de cuartil 1, la gente normal dice: «Y esto ¿cómo me afecta a mí como estudiante? ¿Seré mejor persona? ¿Trabajaré con más rigor?». Tiene poco que ver. Los rankings, además de ser un negocio porque detrás hay empresas con determinados intereses, están jerarquizando la educación con una concepción de la calidad muy determinada con la que soy bastante crítica. El objetivo que buscan las universidades en los rankings es mejorar su visibilidad, su reputación y, por tanto, «venderse» más y mejor. Todo esto es bastante peligroso, porque se pueden desviar e incluso cambiar los propios objetivos institucionales para mejorar el posicionamiento en los rankings. ¡Un despropósito!
Muy a menudo, la evaluación acostumbra a ser el elemento olvidado de cualquier política. ¿Qué aporta realizar una práctica sistemática de la evaluación en las instituciones?
Depende. Si no se hace bien, aporta mucha burocracia y resistencia en las instituciones y las personas, porque se vive como un trámite que hay que superar porque es obligado y no aporta nada bueno más que trabajo, papeleo, tiempo y recursos invertidos... Pero si se hace una buena integración de un sistema de evaluación de la calidad que aborde también la cultura de la calidad en la institución, permite y facilita que las personas implicadas lo integren como una actitud más que como un trámite. Entonces aporta una mejora continua de los procesos, los servicios, del impacto... Esto es mucho más difícil de conseguir, es más lento, y hay que tener mucha voluntad y no solo desde las cúpulas y las direcciones de las instituciones educativas y también de los gobiernos de turno, sino que también hay que trabajar mucho la cultura de las personas.

Cada uno, en su día a día, debería plantearse siempre lo que hace, por qué y para qué lo hace, y el sentido global al que contribuye, y analizar cómo puede mejorar cada una de las cosas que hace y cómo las hace. Todo contribuye al todo, y al final, desde la cosa más pequeña, como el servicio en la ventanilla, ese pequeño trámite por más insignificante que sea, hasta el proceso de evaluación del aprendizaje más complejo que se pueda diseñar, todo contribuye a que esta transformación que queremos provocar en las personas y en la sociedad, sea real y... ¡de calidad!
En un mundo global donde la educación. cada vez es más flexible y universal, ¿la gestión de la calidad cada vez tendrá más importancia?

Cada vez será más importante y cada vez será más compleja. Este es el gran reto. Ahora conocemos sistemas de calidad que están muy anclados a cosas más estáticas (instituciones, programas...), pero esto se está rompiendo porque cada vez los currículos son más abiertos, hay más flexibilidad en la concepción de la educación, en su impartición, en la necesidad de actualización constante... Ya se habla, cada vez más, de ecologías de aprendizaje, de espacios personalizados que combinan la presencialidad y la virtualidad, una multitud de recursos, interacciones o la posibilidad de construcción colaborativa del conocimiento, más que de sitios estáticos para aprender un programa concreto. La educación debe responder a esta complejidad, y los procesos que evalúen su calidad, también.

 

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