La ruleta rusa del Sida: una falta de educación sexual
La conocida como ruleta rusa del VIH, una orgía a ciegas en la que una de las personas invitadas es portadora del virus sin que los participantes sepan quién es, o el chemical sex, un maratón de drogas sintéticas y sexo sin protección que puede llegar a durar tres días, son dos de las últimas prácticas de riesgo sexual que se están llevando a cabo sobre todo entre la población menor de cuarenta años. Esto, sumado a escenas como la de la pareja practicando sexo en el metro de Barcelona el pasado fin de semana, es síntoma de que la sexualidad ha cambiado. Pero, ¿qué ha pasado para que los jóvenes pongan en riesgo su salud para mantener relaciones sexuales?
Jordi Casabona, médico epidemiólogo y director del curso de especialización de Infecciones de transmisión sexual (ITS) y VIH de la UOC, y Begonya Enguix, directora del Grado de Antropología y Evolución Humana de la URV-UOC y experta en antropología de los géneros y las sexualidades, lo analizan.
Según los expertos, una de las claves para poner en peligro la salud por sexo es la falta de educación sexual que tienen los jóvenes. «Es una de las grandes asignaturas pendientes», asegura Casabona. Según el médico, la desaparición de los «miedos tradicionales» -como embarazos no deseados, infecciones de transmisión sexual (la mayoría de las cuales ya tienen curación) o el moralismo que mediatizaba las relaciones sexuales- hace que sea imprescindible informar y educar desde la niñez sobre los aspectos que rodean las relaciones sexuales saludables. «Hay que tener unos conocimientos necesarios para poner en valor la salud integral de la persona», insiste.
Para Enguix, medidas como no utilizar preservativo son un claro ejemplo de esta falta de educación sexual. «Hay una falta de memoria histórica porque los años ochenta y noventa, cuando el sida hizo estragos, ya quedan lejos y esto ha provocado que el VIH, lamentablemente, se haya desdramatizado», dice. La utilización del preservativo, añade, vuelve a ser vista como poco natural, como un elemento que puede interrumpir la dinámica sexual y modificar las sensaciones que se derivan de ella.
A esta falta de educación sexual hay que añadir, según la antropóloga, la extrema individualidad de las sociedades de riesgo. «El sociólogo alemán Ulrick Beck definía estas sociedades en base a un vacío político e institucional, una desvinculación de la tradición y el retorno de la incertidumbre, características del momento que vivimos», asegura la antropóloga.
Las infecciones de transmisión sexual se disparan
Casabona coincide con Enguix en que se ha perdido el miedo al VIH porque en países desarrollados ha dejado de ser una enfermedad mortal, pero recuerda que el preservativo no solo protege del VIH, sino también del resto de infecciones de transmisión sexual, como la gonorrea o la sífilis, que se han disparado en los últimos años en España. Según el último informe SIVES, los casos de gonorrea han aumentado un 187% en los últimos cinco años y los de sífilis, un 92% en comunidades como Cataluña. La gonorrea afecta a 21,3 de cada 100.000 habitantes, tasa superior a la media de los países de la Unión Europea, que es de 15,3 casos por cada 100.000 habitantes. En cuanto a la sífilis, se detecta en 12,4 casos por cada 100.000 habitantes en Cataluña, cifra lejana al 5,1 del conjunto de la Unión. En cuanto al VIH, tiene una tasa del 11,1 por cada 100.000 habitantes, cifra que se mantiene estable desde 2001, pero que es superior a la media española, que es de 8,5 casos por cada 100.000 habitantes, y a la de la Unión Europea, que es del 5,7.
Para los expertos, la utilización del preservativo reduciría las ITS. «Sin embargo, en entornos donde se reduce el nivel de alerta por el uso de drogas y donde el objetivo es tener mucho sexo, se crea una cultura contraria a su utilización», alerta Casabona. El doctor añade que por el momento el impacto de la ruleta rusa del VIH entre la población es «irrelevante», lo que no ocurre con el chemical sex. «Tiene mucho impacto y está claramente demostrado que favorece las conductas de mayor riesgo y, por tanto, la adquisición de ITS», deja claro.
La pareja del metro: la búsqueda de la transgresión
Los motivos para que una persona opte por participar en estas prácticas de riesgo son diversos, explica Enguix. Los hay que lo deciden ellos mismos, pero a otros les llevan las circunstancias, como el consumo de alcohol o de drogas. «También puede entenderse como un mecanismo de superación de uno mismo, de sus propios miedos. Cuando se trata de sexo en grupo, además, no se puede obviar la presión del grupo sobre el individuo», explica la antropóloga.
Sea como fuere, lo que está claro es que hay atracción por las relaciones rápidas y con desconocidos, tal y como lo demuestra el éxito de aplicaciones como Grindr o su equivalente heterosexual, Tinder. «Muchos usuarios son personas que se sienten atraídas por relaciones que no implican compromiso, ni intimidad ni afecto y, por lo tanto, no implican más que una parte mínima de la persona. El hecho de que las relaciones promiscuas, además, sean de riesgo añade un punto de subversión, de estar “por encima de”, que puede seducir a algunas personas», matiza Enguix.
¿Este punto de subversión es también el que sedujo a la pareja que decidió practicar sexo en el metro? Según la antropóloga, en estos casos se busca el valor excitante de la transgresión. Para Enguix, vivimos en una época paradójica: muy sexualizada (como se puede apreciar en los medios de comunicación y vídeos musicales) pero al mismo tiempo todavía pudorosa y con una separación bastante clara entre lo que debe ser privado y público. «Las relaciones sexuales y su visibilización siguen siendo ahora un elemento íntimo que no debe mostrarse en público», concluye.
Expertos UOC
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