Ante la perspectiva de que las
películas producidas por
Netflix queden relegadas a secciones no competitivas —lo cual no solo implica una menor exposición pública, sino que también connota un menor “nivel” de calidad—, la operadora de
streaming convertida en productora ha decidido que ninguna de sus producciones originales tenga presencia en las pantallas del festival.
Para el observador distante, todo este affaire constituye en sí mismo un espectáculo. Estamos ante una auténtica lucha de titanes. Hasta hace muy poco era completamente impensable que una productora anunciara un boicot de ese calibre al festival más relevante del mundo. Pero también era inconcebible hasta ahora que un festival se planteara incluir una cláusula de tal severidad en su reglamento, una cláusula que es, de hecho, “la norma anti Netflix” —y en este caso a nadie se le escapa que solo un festival tan consciente de su grandeur como Cannes es capaz de actuar con tanta arrogancia frente a un gigante de la producción como la compañía dirigida por Reed Hastings—. Cabe decir que en realidad la modificación del reglamento por parte de Cannes responde a presiones de otros agentes de la industria, como los cineastas —tanto directores como productores— y ejecutivos del mundo de la distribución y la exhibición que mostraron su disgusto con el relevante papel que el año pasado tuvieron en la sección oficial las películas de Netflix Okja (Bong Joon-ho, 2017) y The Meyerowitz Stories (Noah Baumbach, 2017).
Mientras escribo estas líneas, el debate parece enrocado, puesto que afecta a la esencia misma de los modelos de negocio de ambas partes —sí, el de Cannes es también un modelo de negocio—. El director artístico del festival, Thierry Frémaux, ha afirmado en los medios que está presionando a Netflix para que haga una excepción con Roma, la nueva película de Alfonso Cuarón. La posición de Frémaux es que, dado que estrena una ingente cantidad de películas en su servicio en Francia, a la compañía no le cuesta mucho esfuerzo distribuir Roma en cines y no ofrecerla en Netflix France hasta tres años después de la fecha de estreno. El hecho de que el debate (o la negociación) se centre en una obra tan relevante como la última producción del multinominado y ganador de un Oscar Alfonso Cuarón, no debe ocultar que el conflicto afecta a una gran variedad de películas, incluyendo lo que iba a ser sin duda uno de eventos cinéfilos del festival: The Other Side of the Wind, la obra inacabada de Orson Welles en la década de 1970 cuyo montaje definitivo ha sido producido por Netflix. Beatrice Welles, hija del genio, ha participado en el debate pidiendo a la compañía que reconsidere su decisión y permita el pase de la obra en Cannes.
Cuando emitió el comunicado en el que confirmaba que ninguna producción de Netflix estaría presente en Cannes, el director de contenidos de Netflix Ted Sarandos dejó muy clara su postura, afirmando que «[Cannes] ha elegido celebrar la distribución en lugar del arte del cine» y que Netflix está «100% comprometida con el arte del cine». Al pedir públicamente que Cannes «regrese a la comunidad mundial del cine», Sarandos reclama para la compañía en la que trabaja una representatividad incuestionable en el nuevo panorama de la industria cinematográfica. Parece claro que el mundo del cine apenas ha iniciado su transformación digital, y la comunidad creativa y de negocios alrededor de este arte industrial que cuenta ya con casi un siglo y cuarto de vida se ve obligada a repensar sus roles y posiciones. El lugar al que nos lleva esa transformación está por ver, pero lo que parece claro es que esas discusiones, tenga quien tenga razón y las gane quien las gane, muestran la vitalidad del sector. Seguiremos pensado en ello, mientras vemos cine en streaming sin dejar de acudir a las salas cuando la ocasión lo merezca.
Cita recomendada
SÁNCHEZ-NAVARRO, Jordi. La batalla de la Costa Azul. COMeIN [en línea], abril 2018, núm. 76. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n76.1828