Ana I. Bernal (AB): ¿Qué es el periodismo hoy en día?
Ana Pardo de Vera (AP): El periodismo son muchísimas cosas, pero sin duda es un compromiso que se adquiere desde el mismo momento en el que decides hacer información. Y hacer información es no ponerte al servicio de ningún interés, sino escuchar, analizar, publicar… independientemente de lo que te digan que debes hacer.
AB: Eso es la teoría, pero ¿y la práctica?
AP: Al final el periodismo es un cúmulo de intereses. Entraña información sobre muchos temas delicados, personas y poderes. Sobre todo, personas que tienen una influencia en la vida de la gente. Y son tantos los intereses con los que se juega que se puede convertir en muchas cosas pero, desde ese instante, deja de ser periodismo. El periodismo se puede convertir en una especie de campaña para un partido, en un anuncio publicitario de una empresa, en una injuria contra alguien… Periodismo es la información que los poderosos no quieren que cuentes, aunque todo hay que decirlo, también hay poderosos que asumen su función pública y optan porque se cuente.
AB: ¿Cómo se gana independencia?
AP: Se gana independencia si se es libre, y se es libre si no tienes dependencias o intereses económicos, partidistas, políticos… e incluso si no tienes intereses personales. Me refiero a que aunque tengas que publicar una información delicada que afecta a un familiar directo, como periodista debes saber que tienes que hacerlo. Pero, ¿cuál es el problema? Que los medios de comunicación, salvo los públicos, son negocios.
AB: Y bajo esa condición, ¿cómo se genera?
AP: Depende en ese caso de los empresarios y dueños de los periódicos. Hay que preguntarse: ¿Qué buscan los dueños de los periódicos? ¿Lo sabes cuando entras a trabajar para ese medio? ¿Sabes sobre su ética? ¿Qué valores defienden? ¿Están en consonancia con los tuyos? Eso hay que conocerlo desde el principio. Hay empresarios que no buscan el lucro, sino un producto sostenible. Asumen que tienen ese compromiso y función social sobre el periodismo, un factor imprescindible. Yo no lo entiendo de otra manera.
AB: ¿Está descompensada la balanza de los medios en España?
AP: Hay muchos medios nuevos, pero en España lo importante no es el número. Este país tiende al monopolio informativo y hay dos grupos que lo encabezan: Mediaset y AtresMedia. Y, además, son los que tienen más poder porque son los que tienen la televisión.
AB: El mejor escaparate…
AP: Exacto, porque ese es el problema. Que hablamos también de empresas, como Prisa, que cotizan en bolsa. Cuando entras ahí sabes que a la larga te tocará enfrentarte a este poder y cuando vayas a hacer información política sabes que te va a condicionar. Porque sabes que Prisa está endeudado, y tener deuda significa pedir créditos a los bancos, y pedir crédito a los bancos muchas veces significa que entre ese banco en tu accionariado. Y, si entra en tu accionariado, no puedes morder la mano que te da de comer. Así es imposible hacer un periodismo riguroso.
AB: ¿Cómo hacer periodismo en esas circunstancias?
AP: O haces periodismo intentando capear los temas como puedes o, a veces, tendrás que tragarte eso. Ponerte al lado del poder es liarte con lo que no es periodismo, sino unirte al poder económico y político para sacar las prebendas que puedas. Deja de ser periodismo cuando el poder del empresario te condiciona a decir lo que él quiere. Si tal político te dice de no filtrar tal contenido, lo haces. Y si te dice de filtrar algo, aunque sea mentira, también.
AB: ¿Hay mucho periodista manejado como marioneta?
AP: Sí, mucho, aunque yo no les digo marionetas. Les llamo sicarios porque saben a lo que van. A hacer dinero y poder.
AB: ¿La gente sabe identificarlos? ¿Sebe detectar esos mensajes interesados?
AP: No. Quizás se acaban destapando pero tarde, después de mucho tiempo o no se destapan nunca. Siempre hay alguna razón por la que un periodista de este tipo esté en un medio, aunque no comparta información, sino que la prostituya o se la invente. O es por audiencia, que no lo tengo tan claro, o ese periodista es un instrumento del poder. Y todo porque, aunque la información sea falsa, siempre habrá alguien que se la crea.
AB: ¿Cómo se llega a ese punto en el que se ponen límites? Fue su caso después del enfrentamiento en televisión con
Eduardo Inda.
AP: Se llega de forma muy desagradable y, en mi caso, fue muy radical. Pero más allá de lo que dijera de mí, que no me importa porque no tengo nada que ocultar, lo importante es que no estábamos en igualdad de condiciones. Y no solo por el hecho de ser mujer, porque por todos es conocido como una persona machista, sino porque hay un límite. Nunca voy a entrar en la vida personal de un periodista y entiendo que como no me interesa a mí, tampoco debe interesar a nadie. Y como yo no iba a entrar en esas descalificaciones y él estaba dispuesto a todo, no estábamos en igualdad de condiciones. Y como esa igualdad no se garantizaba desde el programa, la solución era marcharme.
AB: ¿La precariedad del periodismo a qué se debe? ¿A la tecnología, como han comentado muchos?
AP: En un sector como el nuestro las novedades siempre son un revulsivo y es cierto que, de alguna manera, suponen un terremoto, pero son necesarias para reinventarse e innovar. En esta crisis hubo también una crisis de publicidad que hizo que los ingresos de los medios cayeran en picado. Pero es que toda esta devaluación lleva asociada una crisis del periodismo de calidad, porque se hace con los mínimos recursos. E incluso con menos de ese mínimo. Periodismo no es que un ciudadano cuente por redes sociales lo que ha visto. Es fundamental que la gente lo entienda porque para eso nosotros estudiamos, nos especializamos y trabajamos como burros. En el periodismo, a lo mejor, una noticia de cuatro párrafos lleva un día hacerla porque tienes mucho por contrastar. La tecnología no ha provocado la crisis del periodismo, pero otra cosa es que sus responsables se resistan a ella, lo cual es inútil. El futuro de la profesión pasa por contratar a la gente que sabe de esto, integrarla en las redacciones, fusionarlo con el periodismo y aprovechar sus posibilidades.
AB: ¿Cómo se alcanza la rentabilidad en esta profesión?
AP: Esa es la gran pregunta. Yo aún la estoy buscando. Es una duda constante porque la publicidad sigue siendo escasa y muy barata comparada con la publicidad de papel. Y como aún hay crisis, no estamos en la época dorada donde las instituciones ponían tanta pasta para publicidad. Por un lado están las suscripciones, que nosotros no tenemos pero que estamos debatiendo. Y una vez que decidamos, tenemos claro que no cobraremos por la información, por lo que habría que dar un valor añadido. Pocos apuestan por eso, porque todo el mundo busca enriquecerse.
AB: La función social de la prensa es un pilar básico. ¿Cumplimos con esa función durante la crisis? ¿Fuimos cómplices?
AP: Probablemente lo fuimos y tiene que ver con esta parte de crisis económica. Cuando las cosas van bien económicamente, se suele mirar hacia otro lado. Yo nunca he tenido responsabilidad en esa etapa, pero sí es cierto que si las cosas van bien te relajas más. Hemos tenido responsabilidad porque siempre existieron personas o instituciones intocables en este país. La monarquía, sobre todo en la etapa de Juan Carlos I. O el Poder Judicial, que es poco transparente. Son claves que quedaron pendientes de resolver en la Transición y que se fueron tapando. También los poderes empresariales. La crisis nos ha abierto los ojos y creo que todos hemos asumido que no puede volver a pasar, pero tampoco hemos tenido controles ni leyes suficientemente duras contra la corrupción. Dudo también si se hubiesen hecho porque es una crisis estructural, hasta el tuétano del sistema. Lo cual da un poco de vértigo.
AP: El periodismo sigue estando absolutamente desprotegido. Digo el que trabaja con la información, el que firma, no los dueños. Está desprotegido sobre aquellas personas de las que informa, los poderes públicos, pero también de su propia profesión. Solo hay que ver cómo reaccionó la APM en nuestro caso. A esta redacción vinieron dos policías, que no sabían bien ni lo que venían a buscar, porque traían cajas pensando que iban a encontrar cintas de grabación. Todo para pedir las grabaciones del entonces ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, que estaba en un
pendrive. Las cosas hay que judicializarlas y aquí mandaron a la policía política. ¿Crees que la APM dijo algo? No. ¿La
Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE)? Tampoco. Y reciben subvenciones. Nosotros no tenemos a nivel nacional un colegio de periodistas, pagado por nosotros, que nos proteja en estos casos.
AB: ¿El periodismo está en una situación más vulnerable que antes?
AP: El periodismo está absolutamente desprotegido. Nuestra redactora Patricia López recibió amenazas y dudamos si publicarlo o no. Primero porque el periodista no puede ser protagonista y algunos podían pensar que hacíamos un alarde de victimismo; pero decidimos darlo a conocer porque refleja la situación de la institución policial, con amenazas a la prensa y a todo lo que se ponga por delante.
AB: El próximo 21 de septiembre debatiremos en Madrid sobre el techo de cristal en la profesión. Siempre has defendido que el periodismo debe ser feminista.
AP: Es una cuestión muy sencilla y se debe solo a una razón. Primero, porque la gente cuando escucha la palabra feminismo tiene muchos prejuicios. El poder de decisión de los periódicos ha sido siempre masculino y la prueba es que solo hay un 10% de puestos directivos desempeñados por mujeres en España. ¿Quiénes deciden sobre los contenidos? Los hombres. ¿Qué criterio tienen? Masculino. ¿Entonces, dónde queda el 51% de la realidad? No queda. No consta. La mujer solo existe si es una noticia destacada, y eso no puede ser. Incluso, por costumbre cultural, cuando se buscan expertos, se tiende a buscar al hombre porque es lo que se nos ha enseñado. Lo mismo ocurre con la historia, donde los nombres femeninos están ausentes. Debe existir una igualdad de posiciones, porque entonces dejamos que la realidad esté fuera.
AB: Pero asumir esa postura feminista es tachada de radical.
AP: Se ve radical lo que debería ser normal. Esto solo demuestra que queda mucho por hacer. Mi apuesta como directora es hacer un periodismo feminista. De hecho, cuando me nombraron directora lo primero que hice fue que mi número dos también fuese una mujer. Siempre me dije que si alguna vez llegaba a ser responsable, entre varios candidatos en igualdad de condiciones, elegiría a una mujer.
AB: ¿Has sentido el machismo en la profesión?
AP: Sí, y en todos los sentidos. Desde fuera, con gente que tenía que contactar como políticos o empresarios; y en la misma redacción.
AB: ¿Y cómo se reacciona?
AP: Muy mal. A veces expresando desagrado, y otras, asumiendo. Yo he soportado mucho. No siempre me he levantado o le he hecho frente. Cuando para tu jefe eres solo una ''plumilla'' y tienes que comer, yo reaccionaba como otras mujeres, bajando la cabeza o con media sonrisa a quien te violente. Pero siempre me dije que si asumía un cargo de responsabilidad haría lo posible por cambiarlo.
AB: ¿Tiene visión de género la sociedad?
AP: No existe. Hay mucha ignorancia porque la gente teme que se les tache de radicales y ante eso no se quiere molestar, pero tampoco existe un compromiso en las instituciones. A las cosas hay que llamarlas por su nombre. Hay que escribir que son asesinatos, que es el machismo, y que tiene unas causas y unas consecuencias; y evitar expresiones como ''morir a manos de…'' porque confunden la realidad.
AB: Así se reduce al ámbito de lo privado.
AP: Es un auténtico drama porque cuando empezamos a bucear en las historias, en las madres, en los hijos, en las familias… es terrible y no somos conscientes de su dimensión. Y aquí defendemos que hay que narrarlo con toda su crudeza. A los que dicen ''qué desagradable'' o ''nos hacéis sentir culpables'' les respondemos que se trata de eso, de remover conciencias. Esto forma parte de nuestro trabajo.
AB: ¿Ha visto desigualdad salarial durante su carrera?
AP: Alguna vez sí lo he notado pero porque venía encaminado al hecho de que a las mujeres se les asignaba trabajar en lo que se llamaban secciones ''blandas'', que eran sociedad y cultura. Que de blandas no tienen nada, pero bueno, se consideraba así. Y esas eran peor pagadas. Lo extraño era que una mujer hiciera política o crónica internacional. Sin embargo, ahí se trataban temas cruciales como la sanidad, la educación, la migración… Lo de ''sociedad'' no me inspira nada.
AB: ¿Hacia dónde va el futuro del periodismo?
AP: Bendita pregunta. Lo sigo viendo precario mientras no exista un modelo de negocio sostenible. Lo veo con el monopolio informativo con dos grupos: Mediaset y AtresMedia, que no descarto que terminen incluyendo a más medios. De esta forma quedarían esos dos grandes planetas, otros medianos como Prisa, y unos satélites que son el resto de medios, que no van a quedar todos pero que son los que garantizan la
independencia del periodismo. Eso a medio plazo. A largo plazo, no sé hacia donde iremos porque el contexto político está cambiando y eso determinará también la
libertad de prensa, pero lo que estoy viendo no me gusta. Solo hay que ver la postura del Fiscal General del Estado, la ley mordaza, que si haces un tuit o un artículo de opinión puedes acabar en la cárcel. He visto que Podemos sacó una proposición de ley que no me gustó y así lo reflejamos en la
Plataforma en Defensa de la Libertad de Información. Me da la sensación de que todo el mundo quiere controlar al mensajero y en esas espero que el mensajero sea fuerte.
Cita recomendada
BERNAL TRIVIÑO, Ana Isabel. Ana Pardo de Vera: ''Todo el mundo quiere controlar al mensajero''. COMeIN [en línea], septiembre 2017, núm. 69. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n69.1753