Miles de pancartas y símbolos poblaron las calles de las principales ciudades estadounidenses el pasado 20 de enero durante la denominada ‘Marcha de las mujeres’, una masiva acción de protesta ante las propuestas políticas, las formas y la actitud del, desde ese día, presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Aunque lo más llamativo hayan sido los ya históricos gorros de lana rosa con orejas de gato exhibidos por muchas manifestantes, los
pussyhats, una presencia me llamó poderosamente la atención: los carteles con la imagen de la añorada y aun vívida princesa Leia, convertida en símbolo feminista y de resistencia ante la emergencia de un Imperio supremacista blanco y ultraderechista, en el que el Emperador no es ni tan solo su rostro más temible.
Por supuesto, Leia ha estado presente en los corazones de muchas personas tras la muerte de la actriz y escritora Carrie Fisher el pasado diciembre, pero también por la recuperación de su imagen más icónica, la que lucía al inicio del primer film de la saga Star Wars y que se recreó digitalmente al final de un nuevo film, Rogue One: una historia de Star Wars (2016). Por un lado, pues, el personaje de la princesa Leia conecta de forma muy directa la actualidad con la cultura popular y la cultura de las celebridades, tras los sentidos homenajes de distintas personalidades del mundo del espectáculo que sucedieron a la inesperada muerte de Fisher en un año particularmente triste (y que todavía nos daría en pocos días nuevas desagradables sorpresas con la muerte de la madre de Fisher, la actriz y cantante Debbie Reynolds, y del también cantante George Michael). Además, el personaje ha vuelto al primer plano de la actualidad por la omnipresencia en las salas de cine de Rogue One, parte precuela de Episodio IV: Una nueva esperanza (1977) y parte spin-off del universo galáctico. Rogue One no ha sido solo una presencia omnipresente como producto de consumo masivo en estas pasadas Navidades: algunos analistas se han apresurado a destacar sus connotaciones políticas, algo raro de ver en los films de Hollywood recientes. En Rogue One, un equipo multicultural de rebeldes liderado por una mujer arriesgan sus vidas al límite en una misión clave para levantar una desgastada y desunida Resistencia ante el poder del cada vez más fuerte (y blanco) Imperio Galáctico. ¿Exagerado? Posiblemente no desde el momento en que miembros destacados de la extrema derecha estadounidense (la que se denomina ahora ‘Alt-Right’) impulsaron un boicot al film, a través del explícito hashtag #DumpStarWars.
En una nueva conexión, fue de hecho Mark Hamill, el célebre Luke Skywalker y compañero de reparto de Carrie Fisher en la saga galáctica, quien destacó como homenaje a la figura y las ideas de la actriz algunas de las pancartas con la imagen de Leia. Hamill es uno de los muchos artistas que no solo han explicitado abiertamente su oposición a Trump, su ideología y sus promesas electorales (que empezarán previsiblemente a convertirse en políticas de gobierno) sino que también han lanzado visiones paródicas del personaje, siendo la más popular la imitación a cargo de Alec Baldwin para Saturday Night Live. Hamill ha convertido en virales las grabaciones en audio de tuits de Trump como si fuera el Joker, uno de los principales villanos de Batman, y personaje al que Hamill ha prestado su voz en distintas series de animación y videojuegos durante años. Sin salir de Batman, su universo de villanos se ha hecho presente también no solo a través de parodias, sino en los propios discursos de Trump, como la altamente mencionada coincidencia entre una frase del discurso inaugural y una línea de diálogo pronunciada por Bane, el principal enemigo de Batman en el film El caballero oscuro: la leyenda renace (2012), cuando ambos exclaman con vehemencia “...y devolviéndoos el poder a vosotros…. el pueblo”. Si conocéis el film, la coincidencia no deja de añadir nuevas capas siniestras a un personaje, Donald Trump, quien, de hecho, proviene también de la cultura de las celebridades (no en vano fue el anfitrión del programa The apprentice, lo que ha sido clave en su proyección pública).
Sin duda, parece que nos hallemos a las puertas de un intenso resurgir del activismo político en Estados Unidos de la mano de muy distintos colectivos y el apoyo de actores, músicos y otras personalidades del mundo del espectáculo. Este emergente movimiento conecta con la ola de protestas pacifista y pro-derechos civiles en contra de las políticas de Nixon y la guerra del Vietnam a finales de los sesenta (un ejemplo que me tocó la fibra fue ver a la joven banda punk americana Sleater-Kinney abrir una reciente actuación con una versión de la canción de Creedence Clearwater Revival Fortunate Son, de 1969, todo un himno reivindicativo), pero adquirirá sin duda nuevas formas, como ya se ha podido observar a través del uso de las nuevas tecnologías como masiva plataforma de difusión (destaca, por ejemplo, el éxito de las emisiones en directo de las protestas a través de Facebook). En esta nueva etapa, la cultura popular está ya jugando y seguirá jugando un papel fundamental (ver también la reciente campaña de reminiscencias cinematográficas #freemelania). Y si echamos un vistazo a lo que está pasando y puede seguir pasando en Europa (una entusiasta Marie Le Pen se está aficionando a cruzar el Atlántico para tomar buena nota), más vale que empecemos a sacar a la calle nuestra cultura popular, sea la propia o la que queramos hacer nuestra. La necesitaremos, porque parafraseando la exclamación de Rick, el inmortal personaje de la mítica serie de televisión The Young Ones, al verse amenazado por un vampiro blanco sudafricano, “¡solo la cultura popular nos puede salvar ahora!”.
Para saber más:
Banda sonora:
Creedence Clearwater Revival: Willy and the poor boys (1969).
The Damned:
Video nasty (tal y como aparece en la serie de la BBC
The Young Ones).
Cita recomendada
ROIG, Antoni. Una nueva esperanza: cultura popular, resistencia y el inicio de la era Trump. COMeIN [en línea], enero 2017, núm. 62. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n62.1705