Número 52 (febrero de 2016)

Nuevas formas para un nuevo tiempo político

Elisenda Estanyol i Casals

La indumentaria de los diputados electos, los gestos realizados en sede parlamentaria o las fórmulas que han utilizado los políticos a la hora de prometer el cargo han puesto últimamente el foco en las formas como herramienta de comunicación del poder y, en definitiva, en el protocolo y la etiqueta.

Hacía tiempo que la palabra protocolo no ocupaba, como lo ha hecho en estas últimas semanas, tantos titulares en la prensa escrita y minutos de tertulias radiofónicas y televisivas. Algunos políticos nos tienen desorientados sobre qué criterios siguen a la hora de ponerse o quitarse la corbata. El esmoquin que lució Pablo Iglesias en la gala de los Premios Goya hizo correr ríos de tinta y los medios de comunicación se han hecho eco de la fórmula utilizada por el presidente de la Generalitat de Catalunya a la hora de prometer el cargo, polemizando sobre si se ajustaba o no a la legalidad. La fórmula utilizada por los diputados de Podemos en el Congreso de los Diputados tampoco dejó indiferente, aunque el protagonismo se lo llevó un bebé por su inusual presencia en el hemiciclo. 

 

¿Hoy toca corbata? La estética como arma de comunicación política  

 

Desde el mundo empresarial, Mark Zuckerberg confiesa que viste siempre igual (con tejanos y sudadera) para tener que tomar una decisión menos cada día. Steve Jobs rompió antes con la imagen clásica de directivo y todos lo recordamos con tejanos, jersey negro y deportivas. Yanis Varufakis se convirtió en un icono político con su look sin corbata. Y vestir con camisetas ya forma parte de la identidad de algunos políticos, transmitiendo una imagen de transgresión y ruptura.

 

Y es que algunos partidos se han querido desentender del traje y la corbata, una imagen que han asociado a una ideología conservadora y a una forma de hacer política alejada de los ciudadanos. Pero esto no es algo nuevo. John Fitzgerald Kennedy fue uno de los líderes políticos que mejor explotó la estética como arma de comunicación política y sus imágenes con camisa blanca arremangada dieron la vuelta al mundo y han sido imitadas por otros presidentes en la Casa Blanca. 

 

Kennedy 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

John Fitzgerald Kennedy con camisa blanca arremangada. Fuente.

 

 Obama

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Barack Obama. Fuente.

 

La corbata y el traje, ahora símbolos denostados, nacieron con sendas funciones. Como se indica en Protocolo.org, la corbata tiene su origen en los pañuelos que los oradores se anudaban al cuello en el Imperio Romano para proteger del frío sus cuerdas vocales. Más adelante las corbatas evolucionaron como complemento para resaltar la verticalidad del cuerpo y aportar color y textura sobre la camisa. Chaquetas y blazers tienen también su utilidad: ir con mangas de camisa y optar por abandonar la chaqueta tiene el riesgo que aparezcan antiestéticas marcas de sudor, sobre todo bajo los focos de un plató de televisión.

 

Dress code: ¿por qué lo llaman protocolo cuando se trata de etiqueta?  

 

El dress code o código de vestuario especifica la forma de vestir en una determinada situación. Este código lo decide el anfitrión, es decir, quien organiza el evento (ya sea una cena, una boda o una ceremonia de entrega de premios). En el caso que el anfitrión desee que en su fiesta los asistentes vistan con un estilo homogéneo –que no tiene porqué ser formal-, lo tiene que indicar en las invitaciones que remite a los invitados. Vestir siguiendo estas indicaciones permite saber con antelación cómo vestirán el resto de invitados, facilitando así la propia elección, y es también una muestra de respeto hacia aquel que nos invita.

 

Rey-Iglesias  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pablo Iglesias, con tejanos y camisa arremangada, en la audiencia con el Rey. Fuente: Casa Real.

 

La etiqueta es un aspecto concreto del ceremonial que, como afirma Otero (2009:26), “se refiere a una cierta forma de relacionarse en el mundo en general, especialmente cuando no existe familiaridad y se requiere cuidar especialmente las formas porque no hay confianza entre los interlocutores”.

 

En la alfombra roja de los Premios Goya pudimos ver a Pablo Iglesias con esmoquin clásico: traje negro, camisa blanca y pajarita, un vestuario que contrasta con la indumentaria que llevó en la audiencia con el Rey y también en el Congreso de los Diputados. En declaraciones de Iglesias: “cuando la vieja política se quita la corbata [en referencia a Pedro Sánchez] nosotros nos ponemos el esmoquin por respeto al cine español”. 

 

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Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera en la gala de los Goya. Fuente

  

No existe un dress code escrito sobre cómo se debe acudir a una audiencia con el jefe de Estado, ni tampoco en el Congreso de los Diputados. Sí que existe una normativa del año 2011, acordada por la Mesa de la Cámara Baja y que afecta a los visitantes, donde se indica que está prohibido acceder con bermudas o camisetas de tirantes al hemiciclo. En cambio, en la gala de los Goya sí que el dress code que marca la Academia del Cine Español y su presidente indica vestido largo, para ellas, y esmoquin, para ellos.

 

En definitiva, el vestuario marca un estilo y también comunica una forma de hacer política. La estética se convierte en parte del mensaje y busca la identificación con un electorado concreto.

 

Toma de posesión y protocolo

 

La toma de posesión de Carles Puigdemont como 130 presidente de la Generalitat de Catalunya generó también polémica. La Abogacía del Estado anunció que estudiaría si la inédita fórmula utilizada por Puigdemont –que no citó al rey de España ni a la Constitución- se ajustaba a la ley. Finalmente los estudios jurídicos encargados concluyeron que no se produjo ninguna infracción de la legalidad. Los servicios jurídicos de la Cámara catalana alegaron, ya en su momento, que no existe una ley que regule juramentos y promesas. El artículo 1 del Real Decreto 707/1979 de 5 de abril, por el que se establece la fórmula de juramento en cargos y funciones públicas, de rango menor al de una ley, afecta a los funcionarios pero no al poder Ejecutivo. Asimismo, aunque la Ley Orgánica del Régimen Electoral General establece la obligación de juramento o promesa respecto a los cargos electos, no se recoge en estos mismos términos en el Estatuto de autonomía de Cataluña. La jurisprudencia del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo sobre el tema acepta que se asuma el cargo “por imperativo legal” sin necesidad de adhesión ideológica. Además, Puigdemont ya realizó la promesa cuando recogió el acta de diputado en el Parlamento de Cataluña antes de asumir la presidencia y previamente, pues, al acto protocolario de su investidura.

 

Más allá de la polémica en torno a la legalidad, la fórmula de promesa utilizada demostró la transcendencia de las palabras y de los gestos en actos solemnes, en ceremonias marcadas por el protocolo y en momentos de tensión institucional. Días más tarde, volvió a repetirse una situación similar cuando los diputados de Podemos asumieron el cargo de parlamentarios en el Congreso de los Diputados, alejándose de la fórmula habitual.

 

Los conceptos de protocolo, etiqueta y ceremonial habitualmente se confunden; y demasiadas veces se afirma que “se ha roto el protocolo” cuando no existe norma reguladora que se haya desobedecido. Como indica Fuente Lafuente (2004: 33), “protocolo es el conjunto de normas o reglas establecidas por ley, decreto, disposiciones o costumbres, así como técnicas específicas tradicionales y modernas que son de aplicación para los actos públicos o privados de carácter formal, ya sean de naturaleza oficial o no oficial, y que ejecutan con solemnidad o sin ella”. El protocolo es, por tanto, una herramienta imprescindible para los organizadores y los asistentes a un evento. Indica la presidencia y las precedencias, la ubicación de los asistentes, el orden de las intervenciones, los tratamientos, etc.

 

Y es que no debemos olvidar que, como afirma Carles Cortina, secretario de la Asociación Catalana de Protocolo y Relaciones Institucionales, “el protocolo, por etimología, da autenticidad y por praxis, soluciona problemas y no los crea.” El protocolo, en definitiva, se ajusta a la realidad cambiante de cada sociedad y evoluciona con ella, haciendo frente también a los retos de futuro.

 

Para saber más:

 

Comesaña Comesaña, P. y Amorós Pons, A. (2012). Las Relaciones Públicas como estrategia de comunicación en los eventos cinematográficos: los Premios Goya. Revista internacional de relaciones públicas, 3 (II), 113-130.

 

Fuente Lafuente, C. (2004). Protocolo oficial. Las instituciones españolas del Estado y su ceremonial. Madrid: Ediciones Protocolo.

 

Otero, T. (2009). Protocolo y organización de eventos. Barcelona: UOC.

 

Cita recomendada

ESTANYOL i CASALS, Elisenda. Nuevas formas para un nuevo tiempo político. COMeIN [en línea], febrero 2016, núm. 52. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n52.1614

comunicación política;  protocolo;  eventos;  cine; 
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