Año 1359: el rey Pere el Ceremoniós convoca la Corte de Cervera para hacer frente a la invasión de las tropas castellanas de Pedro el Cruel y se nombra a Berenguer de Cruïlles, obispo de Girona, primer presidente de la Generalitat de Cataluña. La peste negra y las batallas marcaron su mandato. Año 2010: Artur Mas se convierte en el 129º presidente del sistema institucional de autogobierno en un contexto de crisis plurales, encrucijadas políticas y… metáforas discursivas.
Berenguer de Cruïlles fue un firme defensor de la Inquisición y los historiadores lo consideran un hombre enérgico, buen diplomático y luchador contra la corrupción. No se trata aquí de hacer un paralelismo con la figura política del actual presidente en funciones, pero pasan los años, pasan los siglos, y crece el interés por el análisis de los perfiles protagonistas de la historia de un país. Sobre la tarea del primero de los presidentes solo se conservan 85 documentos, mientras que del actual disponemos de cantidades ingentes y en todos los formatos.
Si en un artículo anterior me refería a la “cosificación” del discurso político del presidente del Gobierno español, es buen momento (ahora que no sabemos si Mas continuará como 129º presidente) para analizar su metafórico estilo de comunicación (en clave póstuma o de homenaje, en este matiz quien lee escoge).
Ya en su discurso de investidura, el 20 de diciembre de 2010, empleó una metáfora marinera de buen inicio:
“Siento un profundo agradecimiento por todas las personas que durante todos estos años me han ayudado a mantener el rumbo de nuestra navegación”.
Y hacia el final lo redondeó con una declaración de intenciones la mar de poética:
“Pese a los fuertes golpes de viento y de mar que han hecho escorar y algunas veces embarrancar el barco de nuestra historia, la vitalidad del catalanismo ha proporcionado a la gente una brújula y un mapa muy valiosos. Ahora nos toca a nosotros, mujeres y hombres de comienzos del siglo XXI, usar la brújula con acierto y volver a mirar el mapa para avanzar. Y empezar una nueva singladura, aprovechando los vientos favorables que podamos encontrar”.
Si bien el discurso oral (que provenía en este caso del lenguaje escrito más solemne) era bastante impactante, en paralelo se publicó una fotografía que anclaba en la retina de la ciudadanía la idea del Mas capitán del barco que es Cataluña.
En el asiento trasero del coche oficial, llevaba hacia el despacho presidencial un timón, regalo de un modelista naval de Premià de Mar, con la inscripción "Cabeza fría, corazón caliente, puño firme y pies en tierra". La fotografía pertenece al seguimiento que le hizo Eddy Kelele para El Periódico entre el 4 de noviembre de 2010 y el 8 de enero de 2011. Y rápidamente llegaron las referencias familiares al velero la Sebastiana del bisabuelo Mas.
Según el profesor Francisco José Sánchez García, de la Universidad de Granada, la metáfora es el recurso retórico más habitual en el discurso político. En su estudio sobre los Debates del Estado de la Nación, se apunta que el uso de la retórica en política obedece a dos finalidades: una estética y otra didáctica. Se trata de hacer comprensibles los asuntos de la vida pública a los ciudadanos y tratar de convencer de la veracidad de una postura. Si esto se hace oralmente y se refuerza visualmente, con coherencia, y además se mantiene a lo largo del tiempo, la potencia de la narración cala como el frío húmedo en los huesos de los marineros.
Ciertamente, este discurso metafórico del presidente se ha mantenido desde entonces, y se ha asumido como una realidad inevitable, como se asume una peca de nacimiento o una de las ‘cosas’ de Rajoy. Para poner un ejemplo, el 27 de septiembre de 2014, día de la firma del decreto de convocatoria de la consulta del 9-N, la periodista Mònica Terribas le interpelaba así después de una argumentación retórica en torno a los veleros que se quedan sin motor y tienen que desplegar las velas para mantener el rumbo:
“Muy bien, ¿me lo quiere traducir, por favor? Hoy me he prometido a mí misma que no le dejaría hacer ni una metáfora y ya me ha colado una y no llevamos ni un cuarto de hora”.
Mientras la periodista decía esto, el realizador había incorporado en pantalla una fotografía del presidente en su despacho. Y allí estaba el timón, inevitable, previsible.
Tener un discurso propio también tiene riesgos, como que lo dinamiten los contrincantes: conocen bien el terreno y saben cómo atacar con las mismas armas (metafóricas). “Mas ha perdido el timón de la política catalana y de su propio partido”, afirmó, por ejemplo, el pasado mes de junio la entonces presidenta del Partido Popular de Cataluña, Alicia Sánchez-Camacho. Aun así, no todos los contrincantes dominan el uso de las metáforas estructurales (aquellas que plantean un concepto en términos de otro) como lo hace el presidente Mas, que ha demostrado destreza con metáforas futbolísticas (“el partido que tengo en la cabeza hoy es otro”), botánicas (“las cañas de bambú -como Cataluña- no se rompen, se van inclinando, inclinando, inclinando, pero llega un momento en que se enderezan”), decorativas (“Cataluña es una fina porcelana que, manipulada sin tacto, puede caer y romperse”), ferroviarias (“no quiero un choque de trenes, pero no podemos quedarnos en vía muerta”), etc.
Antes de llegar a la Presidencia, utilizó recurrentemente el desierto como una fértil analogía de los siete años en que su partido estuvo en la oposición (“una travesía sin camellos ni cantimplora”). Habrá que seguir con atención cómo deriva su discurso en función del camino que elija de la encrucijada que plantea la CUP: si acepta descolgar el timón del despacho presidencial o si se consolida como el capitán que quiere dirigir un país hacia Ítaca.
Cita recomendada
SIVERA, Sílvia. Las metáforas del presidente (en funciones). COMeIN [en línea], octubre 2015, núm. 48. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n48.1568
Profesora de Creatividad Publicitaria de la UOC
@ssivera