Hace unas semanas vi la película Citizenfour, llamada así por el nombre de usuario que empleó Edward Snowden en sus comunicaciones con la directora Laura Poitras. Me sería imposible hacer una valoración crítica desde el punto de vista cinematográfico, aunque diría tres cosas. En primer lugar, aún no sé si es una película o un documental. En segundo lugar, tiene tanto ritmo que se hace muy corta, y, en tercer lugar, el hecho de que los actores sean los propios protagonistas de la historia la hace real al 100%.
Así, sería una buena metáfora de no saber si está destapando un caso que nos haría pensar en un Big Brother, o más bien que ellos nos están contando lo que sucede como si fuéramos parte de un programa de telerealidad. En todo caso, pienso que es una forma muy interesante de contar la historia. Sin duda, mucho mejor que una película de actores, aunque habrá que ver si la próxima película que parece que está rodando Oliver Stone estará al nivel.
Ahora bien, como decía antes, más allá del hecho cinematográfico, quisiera referirme al título del artículo. Y no necesariamente ligado a Edward Snowden, héroe que descubre al mundo unas malas prácticas por parte del gobierno de Estados Unidos con respecto a la información y los datos que generan sus ciudadanos. De hecho, también es extraño como a lo largo de toda la película el debate ético siempre se centra en si es legítimo o no utilizar los datos y los contenidos producidos por los ciudadanos de los Estados Unidos, y no sobre los ciudadanos de fuera del país.
Lo que quisiera poner en valor va ligado a algo que sobrepasa la propia formación de Edward Snowden. Curiosamente, las descripciones que se hacen en la Wikipedia hablan de consultor tecnológico, y sólo en la descripción en inglés lo mencionan como informático. Porque, en el fondo, Edward Snowden es un profesional de la información. La gestiona, la estructura y valida los niveles de seguridad. Por eso tenía acceso a tanta información. Así, podría haber sido un profesional de la información. ¿Estamos preparados para ello, para profesionales formados por nosotros trabajando en el lado oscuro?
Parte de mi otra formación va ligada a la química. En este campo hay dos ejemplos típicos, el concepto químico como malo, artificial, tóxico, y la otra vertiente que la serie Breaking Bad también ha ayudado a difundir. El químico que se tuerce y diseña drogas.
Así, defendiendo como hacemos que los profesionales de la información tendrán relevancia en todos los ámbitos, hay que asumir que quizás habrá una parte de profesionales que podrán emplear los conocimientos en otros ámbitos no contempladas ni como perfiles ni como salidas profesionales. ¿Son las cloacas del poder de los Estados parte del servicio público? Pensamos también en el caso de la Stasi, y el conocimiento necesario para crear la maquinaria que puso en marcha en la RDA. ¿No es una ingente gestión del conocimiento?
Así pues, más que nunca, la reflexión asociada es que en un futuro la gestión de los datos y la información puede conducir a nuestros profesionales a un mayor riesgo ético. Privacidad, datos personales, fronteras éticas, más que nunca en una visión big habrá que tener en cuenta los límites. Big Brother y Big Data son dos conceptos que no están alejados, y será necesario que sepamos dejar claro lo que no es aceptable ni en investigación ni en salud pública, pero tampoco en seguridad. Los nuevos paradigmas de la información pueden tensionar estos límites éticos, como sucede en otras profesiones, por lo que será necesario dejar claras, e incorporar claramente, las fronteras éticas como competencias.
Para saber más:
http://es.wikipedia.org/wiki/Edward_Snowden
Cita recomendada
LÓPEZ-BORRULL, Alexandre. Snowden, ¿profesional de la información? COMeIN [en línea], mayo 2015, núm. 44. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n44.1533