Con el desarrollo digital y la multiplicación de canales desde los que intercambiar informaciones y opiniones, los ciudadanos pueden participar más activamente en la comunicación pública. En este contexto, los llamados social media han experimentado un rápido crecimiento al aumentar no sólo el número de usuarios sino también de las interacciones que a través de ellos se mantienen. Aunque idealmente el incremento del flujo comunicativo facilitaría el enriquecimiento del discurso y la pluralidad de opiniones, nuevos estudios analizan si, en realidad, las voces minoritarias se ven atrapadas en una auténtica red del silencio.
Las personas, como seres sociales, se ven en la necesidad de relacionarse con sus semejantes. Incluso desde un punto de vista antropológico, tal y como apunta el profesor Anrubia (2002) en un artículo publicado en Espéculo, “contar historias, narrar, y en un nivel más elemental, nombrar, es una de las formas en las que el hombre da un sentido a la realidad y a sí mismo”. Pero el ser humano, y de manera especial con el desarrollo de las civilizaciones, no sólo se abre a individuos particulares que le sean próximos, como familiares y amigos, sino que se abre a la comunidad. De este modo, las personas pueden agradecer sentirse acogidas por medio de la aprobación social frente a la alternativa opuesta marcada por el aislamiento. Precisamente esta actitud se encuentra en el foco del estudio que desarrolló la profesora Noelle-Neumann (1984) y que fue bautizado como “La espiral del silencio”.
La teoría que aborda la investigadora alemana se desprende de la propia definición que formula de opinión pública. Así, en su obra La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social, expresa que ésta consiste en “el acuerdo por parte de los miembros de una comunidad activa sobre algún tema con carga afectiva o valorativa”, e incluso que “las opiniones públicas son actitudes o comportamientos que se deben expresar en público para no aislarse” (Noelle-Neumann, 1995, p. 234). La consecuencia inmediata determina una tendencia a mantener silenciadas opiniones minoritarias frente a aquellas que gozan de mayor alcance o penetración. En este contexto, los medios de comunicación desempeñan una función importante en tanto que pueden otorgar mayor visibilidad a determinadas opiniones o contribuir a mantener el sentir mayoritario.
Ahora bien, el nuevo contexto comunicativo, con el desarrollo de Internet, ha puesto en entredicho el papel, hasta entonces reservado al periodista, de atraer la atención pública. Los ciudadanos tienen nuevas posibilidades de participar en la opinión pública y compiten con profesionales de la comunicación por captar mayor número de visitas. A título ilustrativo, se puede apuntar el incremento experimentado por la audiencia mundial de las redes sociales entre 2007 y 2011 que se cifra, según datos de ComScore (2012), en un 174%. La aparición de estos nuevos espacios en los que compartir, conversar y comentar, permite a su vez ampliar el alcance y traspasar comunidades tradicionales. Además, en la Red proliferan ejemplos que explotan la posibilidad de refugiarse bajo el abrigo del anonimato o de un avatar para distribuir mensajes. Toda esta apertura parece a priori que podría poner en cuestión las bases de la espiral del silencio y dejar escapar de su aspiración opiniones que hasta el momento se mantenían silenciadas. Sin embargo, las nuevas opciones de acceso a la comunicación parecen no haber ido de la mano de la multiplicidad de opiniones y una mayor libertad.
Según los resultados de la encuesta realizada en diciembre de 2013 entre la población española en el marco del World Internet Project (WIP SPAIN 2013), el 37,8% no consideran que Internet sea un espacio seguro para opinar. Hay que destacar que este porcentaje experimenta un incremento con respecto a la percepción registrada en la oleada anterior del estudio (WIP SPAIN 2011).
Algunas investigaciones se han centrado en analizar la presión que ejerce la espiral del silencio en los social media. Así, recientemente el PewResearchCenter ha publicado el informe “Social Media and the ‘Spiral of Silence’” desarrollado con el objetivo de evaluar si los medios sociales permitían dar voz a una pluralidad de opiniones antes silenciadas y enriquecían así la discusión de temas políticos. El estudio presenta los resultados de una encuesta realizada a 1.801 americanos en la que se les pregunta a propósito de un tema de interés público controvertido, el caso Snowden-NSA. Los hallazgos resultan sorprendentes en tanto que los encuestados se muestran más abocados a silenciar sus opiniones en redes sociales que en persona. Asimismo, no sólo se registran pautas de comportamiento propias de la espiral del silencio, como la presión que ejerce la opinión mayoritaria, sino que se apunta que, si se percibe que el estado de opinión de la comunidad de amigos/seguidores en Facebook y Twitter es contrario al propio, el usuario se siente menos inclinado a compartir sus valoraciones incluso en entornos offline.
La aparición de nuevos espacios de conversación parece que no ha ido de la mano de una mayor confianza y libertad por parte de los usuarios. El que investigaciones realizadas apunten no sólo la traslación de pautas de comportamiento del entorno analógico al digital, sino incluso que la autocensura pueda tener más fuerza en los social media y que esta presión pueda trasladarse a situaciones de conversación cara-a-cara, invita a desarrollar más estudios en esta línea. Se hace necesario observar si se crean condiciones de confianza y seguridad que garanticen que el usuario se sienta más cómodo expresándose libremente en Internet o, si por el contrario, se avanza hacia una evolución de la metáfora que permita pasar de hablar de espiral del silencio a red del silencio.
Cita recomendada
MARTÍNEZ MARTÍNEZ, Silvia. ¿La red del silencio? COMeIN [en línea], septiembre 2014, núm. 36. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n36.1461
Profesora de Comunicación de la UOC
@smtez