No es mi intención ser demagógico, pero tal vez no pueda evitarlo. Es lo que tiene escribir este artículo tras descubrir hoy mismo por la prensa que, en lo que llevamos de año, en España las víctimas mortales de la violencia machista ya superan la veintena.
Las estadísticas oficiales son minimalistas, porque sólo consideran "víctimas mortales por violencia de género" a las mujeres asesinadas por quien pueda constatarse que es o fue su pareja. Y además, no computan el crimen en la lista fatídica hasta descartar fehacientemente cualquier otra hipótesis. Pese a este afán constreñidor y pese a que apenas hemos empezado a encarar el segundo trimestre del año, el marcador ya se ha encaramado hasta la escalofriante cifra de veintiuna mujeres muertas.
Veintiuna mujeres muertas en catorce semanas, es decir, 1,5 mujeres muertas por semana según el macabro ranking oficial que, desde 2006, contabiliza las víctimas de uxoricidios y otros homicidios equiparables. De mantenerse este endiablado ritmo criminal, en 2014 se batirá el récord de los 76 asesinatos registrados en 2008. Sí, 2008: casualmente un año antes de que el Gobierno de España decidiera emplear 8 millones de euros en publicidad institucional contra la violencia de género.
Desde entonces, esta inversión publicitaria no ha dejado de menguar. De los 8 millones de euros de 2009 se pasó a 5 millones en 2010, a 3 millones en 2011, a 1,5 millones en 2012, a 1.356.000 euros en 2013 y a 1.350.000 euros este 2014. Desgraciadamente, el balance anual de víctimas no se ha reducido en la misma proporción.
De hecho, una reducción del número de mujeres asesinadas tan notable como la registrada aquel 2009 (se pasó de las 76 de 2008 a 56) no se ha repetido jamás. Y tampoco parece probable que vaya a repetirse en el futuro si atendemos a un dato particularmente preocupante y que también acaba de hacerse público: según el
Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, 151 menores fueron juzgados por agresiones machistas en 2013, cifra que supone un incremento de casi el 5% respecto al 2012.
Puedo aceptar que, lamentablemente, la violencia sexista no se resuelve a golpe de campaña de publicidad institucional. Es un problema terriblemente complejo que debe abordarse de forma integrada desde múltiples perspectivas: judicial, policial, legislativa, social, educativa... Sin embargo, el balance de esta pandemia es tan devastador, que no creo que podamos permitirnos el lujo de prescindir de ninguna de las armas que pueden emplearse para combatirla. Y la comunicación es sin duda un arma poderosa, particularmente frente a una lacra que sólo podrá ser atajada a través de una sensibilización y de una concienciación crecientes por parte de toda la sociedad.
Tanto a mis alumnos en mi faceta docente como a mis clientes en mi faceta de consultoría, siempre les he dicho que el presupuesto de un proyecto comunicativo no es sólo un instrumento de control financiero sino que es, sobre todo, un mensaje alto y claro que explica a quien quiera oírlo qué es lo que realmente nos interesa o nos preocupa y qué es, en cambio, lo que consideramos una cuestión menor. Me cuesta entender, pues, que el Gobierno de España dedique actualmente 6.650.000 euros anuales menos que hace un lustro a la publicidad institucional contra la violencia machista y que, en cambio, durante el mismo período haya incrementado en 8.656.000 euros el presupuesto destinado a las campañas comerciales de las Loterías y Apuestas del Estado, pasando de los 54,8 millones de euros de 2009 a los 63,5 millones de euros presupuestados para este 2014 (un 15% más).
Si ya me indignaba que en 2009 se dedicara casi siete veces más dinero a publicitar la Quiniela, el Quinigol, la Apuesta Hípica, la Bonoloto, el Gordo de la Primitiva, el Euromillones, la Primitiva, la Lotería Nacional, y los sorteos de Navidad y El Niño que a combatir comunicativamente la violencia de género, ¿cómo creéis que me siento al constatar que este año las campañas publicitarias que nos instan a probar fortuna con las Loterías y Apuestas del Estado nos cuestan casi cincuenta veces más que las campañas de publicidad institucional pretendidamente destinadas, según el
Plan 2014 de Publicidad y Comunicación Institucional, a "informar, prevenir y sensibilizar sobre la violencia contra la mujer con el objeto de implicar a la sociedad y hacer del final de la violencia de género un objetivo común, enviando un mensaje de esperanza a las víctimas y a su entorno"? Si pensáis que la indignación experimentada hace cinco años ha crecido exponencialmente en una proporción equivalente, acertáis.
Así que, desde la indignación, quiero dirigir al Gobierno de España el siguiente mensaje: "Te doy mis ojos. Y mis manos. Y mis neuronas. Y mi experiencia. Para combatir la violencia de género, cuenta con todo el conocimiento que he acumulado durante décadas de ejercicio profesional y académico en el ámbito de la comunicación, y con toda mi red de contactos. Te lo doy todo, gratis, para que puedas seguir ahorrando más y más dinero en las futuras campañas de publicidad institucional contra la violencia machista, y así puedas destinar más recursos a promocionar las Loterías y Apuestas del Estado a través de
campañas publicitarias de efectividad tan dudosa como la dedicada el año pasado al
Gordo de la Lotería de Navidad".
¿Lotería? No, gracias. Con la macabra ruleta rusa de la violencia machista me basta y me sobra.
Cita recomendada
LALUEZA, Ferran. Te doy mis ojos. COMeIN [en línea], abril 2014, núm. 32. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n32.1427