Domingo por la tarde, mientras juega la selección de fútbol, salgo a dar un paseo y me siento en un banco en una avenida de Barcelona mientras contemplo a mi lado a dos chicos haciendo toques con un balón. De repente, observo en el gemelo de uno de los chicos un tatuaje de una cámara réflex y pienso: ésta sería una foto genial para publicarla en Instagram. Saco mi móvil, activo la aplicación y trato de encuadrar…
Lo reconozco, hace poco tiempo que he descubierto Instagram y me está empezando a seducir; tanto que, después de muchos años de abandonar la cámara réflex, he recobrado el interés por la fotografía. Me sucede que cuando repaso las fotos que han publicado mis contactos –aquéllos tomados de mis redes sociales– en la mayor parte de las ocasiones las fotografías me arrancan un sonrisa, me sorprenden o en definitiva tienen cierto efecto emocional sobre mí. Entonces es cuando me pregunto: ¿tienen punctum las fotos de Instagram? Definitivamente, se trata de una ocurrencia, en la época de las redes sociales y la fotografía digital, recurrir a un concepto elaborado por Roland Barthes en su libro de 1980 La cámara lúcida. Intentémoslo, a ver qué pasa…
Instagram es una aplicación para móviles (smartphones) que permite básicamente compartir fotografías en tiempo real tomadas desde la cámara del teléfono y que pueden ser comentadas y valoradas por los seguidores. Hasta aquí podríamos decir que se trata de una versión de Twitter en imágenes, en tanto que se apela a la instantaneidad: la gracia radica en compartir aquello que te está sucediendo en imágenes. Sin embargo, la aplicación misma determina un tipo de relación con dichas imágenes, tanto en su aspecto social o de red, como en la propia estética de las fotografías. En este último sentido, resulta curioso que las fotografías queden con un formato cuadrado, que recuerda por una parte a las Polaroid (en menor medida a las cámaras de formato medio) y que determina unas composiciones en cierto modo más compactas que las de formato rectangular (proporción 4:3). El segundo elemento distintivo de la aplicación es el uso de un número limitado de filtros que manipulan –en mayor medida- los parámetros lumínicos y de temperatura y saturación del color de la imagen, aunque también hay una opción para simular un enfoque selectivo, precisamente, mediante el desenfoque del resto de la imagen. Es decir, los filtros incluyen unos paquetes de retoque de varios parámetros que ofrecen un resultado orientado a producir un efecto visual relacionado, en algunos casos, con el paso del tiempo.
A partir de aquí podríamos apelar a las teorías postmodernas sobre el simulacro, la post-fotografía y demás discursos de la imagen digital. Sin duda, desde esta perspectiva, Instagram supondría un ejemplo más dentro del discurso de la fotografía digital. Más concretamente, las fotografías de Instagram representarían en última instancia una uniformización estética (Manovich, 2001) provocada por el uso de unos mismos filtros y efectos y que ya estaba presente en aplicaciones de diseño gráfico y animación como Adobe Photoshop o Flash. Este sería el precio para conseguir, como me comentaba mi colega Edgar Gómez, el hecho de que “una foto mediocre en Instagram se convierte en una foto decente” (de hecho, la frase exacta que le dijo uno de los informantes de su investigación era: “una foto que es una mierda se convierte en algo decente”).
Y hay algo de verdad en ello, ya que, más allá de lo anterior, existe un elemento del contenido y su engranaje en la forma adoptada que captura mi atención. En este sentido, Barthes establece diferentes niveles de implicación personal con la fotografía, asociando, de un lado, los aspectos realistas y referenciales al concepto denominado studium (para los que el observador está entrenado a leer por su propio interés profesional, académico o etnográfico) y, de otro lado, las instancias fotográficas personales al punctum. Así pues, para Barthes estos dos elementos coexisten en toda fotografía. El studium tiene que ver con la cultura y el gusto y apela al significado universal de una fotografía, mientras que el punctum (pinchazo o corte) de una fotografía, sin embargo, tiene un significado personal: “es ese azar que en ella me despunta”. El punctum frecuentemente es un detalle y tiene una fuerza de expansión a menudo metonímica. Según Barthes, mientras el studium está siempre codificado, el punctum no lo está. El punctum, tanto si se distingue como si no, es un suplemento: es lo que añado a la foto y que sin embargo está en ella.
Desde esta perspectiva, muchas de las fotografías que se publican en Instagram tienen unas composiciones interesantes y son técnicamente correctas a pesar de que las cámaras de los móviles no proporcionan el dominio de una fotografía realizada con una cámara réflex. Sin embargo, esta carencia se suple con el uso de los filtros. En cualquier caso, podríamos decir, en términos barthianos, que todas estas fotos (o la gran mayoría) tiene studium. No obstante, estos filtros que suponen algo aparentemente superficial tienen un resultado atrayente, en la medida que actúan sobre los valores cromáticos, que tienen así mismo sus propios efectos como ha demostrado históricamente la psicología de la percepción, y también las neurociencias en la actualidad. Uno de ellos es el paso del tiempo, tal como señalaba Barthes. De este modo, podríamos decir que algo tan superficial o denostado como el uso de filtros, en algunos casos –quizás no en todos– nos puede remitir al punctum o a algo que se le parezca en cualquier caso. También hay que tener en cuenta en la experiencia del visionado de dichas fotos que pertenecen a personas que conocemos, de modo que además existe un componente afectivo que contribuye a contextualizar la imagen y le agrega otra capa de conocimiento, junto con los comentarios añadidos. Todo este conjunto de elementos serían parte de la fotografía y por tanto, contribuirían a su significado personal.
Volviendo a historia de la fotografía del tatuaje, finalmente no la pude realizar, ya que el sujeto en cuestión se alejó demasiado para obtener un encuadre adecuado. Así que, cuando llegué a casa, busqué por Internet imágenes de tatuajes de cámaras y descubrí lo que ha resultado ser una especie de moda. Tendré que esperar otro momento para poder experimentar en mis fotografías lo dicho anteriormente.
Para saber más:
Barthes, R. (1980). La chambre claire: note sur la photographie. París: Éditions de l'Étoile. Editado por Paidós en castellano bajo el título La cámara lúcida: nota sobre la fotografía (2009).
Manovich, L. (2001). The language of new media. Cambridge, Mass.: MIT Press. Editado por Paidós en castellano bajo el título El lenguaje de los nuevos medios de comunicación: la imagen en la era digital (2005).
Cita recomendada
SAN CORNELIO, Gemma. Estética Instagram: de fotografías, filtros y 'punctum'. COMeIN [en línea], junio 2012, núm. 12. ISSN: 1696-3296. DOI: https://doi.org/10.7238/c.n12.1245
Profesora de Comunicación Audiovisual y Diseño de la UOC