En el contexto del #MeToo y del #BlackLivesMatter, las comedias dramáticas televisivas permiten representar y articular las contradicciones, complejidades y experiencias de las mujeres jóvenes en una crisis económica global. A base de ironía, el caso de I May Destroy You lleva a analizar el modo en que se construye un relato resistente a las etiquetas y a las interpretaciones fáciles de las jerarquías de poder en las relaciones personales.
En Cruel Optimism (2011), Laurent Berland traza una relación entre lo que deseamos y lo que nos oprime, que a menudo son la misma cosa. Las narrativas populares, habitualmente construidas sobre la mitología del héroe, se sustentan en la creencia profunda de un progreso que, durante décadas, parecía garantizado, cuya ruptura sistémica actual genera frustraciones que se experimentan y expresan de manera individual y nos mantienen en un letargo pasivo, incapaces de reaccionar. Este «optimismo cruel» sería el que nos hace estar apegadas a vidas que no funcionan, a padecer reveses y frustraciones continuas a la espera de un progreso, de un final feliz, que nunca llega.
Las narraciones de la precariedad contemporánea han puesto en el centro de los relatos esas contradicciones entre las vidas que deseamos y proyectamos, y la realidad de una crisis económica de raíz sistémica, global, dependiente de dinámicas y sectores muy diversos, cuya articulación empaña la visión de alternativas claras y, mucho menos, sencillas. En este contexto, la mujer joven se erige en la representación de una precariedad laboral disfrazada de optimismo y belleza juvenil, reproducida a través de una narrativa aspiracional que fomenta la autoexplotación y autoexposición en un contexto dominado por las redes sociales.
Girls (Lena Dunham, HBO, 2012-2017) inició en la ficción seriada televisiva un giro a la exposición de estas contradicciones entre la precariedad tanto material como laboral y las fantasías individuales, en un formato de comedia dramática corta que facilita el envoltorio irónico y distanciado de unos relatos autorreflexivos. Lejos del teleshakespare y los dramas con estéticas y puestas en escena «de calidad», el género y la brevedad de la comedia permiten unas narraciones ágiles, con apariencia de sencillez e improvisación, que buscan huir de la solemnidad de los grandes discursos y certezas.
En este terreno parecen encajar bien unas narraciones femeninas (y feministas) llenas de inseguridades e incertidumbres, que bucean en las etiquetas identitarias para hacer explícitas sus imposturas y utilizan el humor para exponer traumas íntimos, así como experiencias incómodas o dolorosas para las que no encuentran nombre.
El éxito de series como Insecure (Issa Rae, HBO, 2016), Fleabag (Phoebe Waller-Bridge, BBC Three, 2016-2019) o I May Destroy You (Michaela Coel, HBO, 2020) propone miradas sobre realidades muy concretas en las que se articulan bloqueos vitales y personales con estructuras de clase, género, sexualidad o etnia en un contexto donde la presión capitalista por la productividad funciona como detonante y apisonadora. ¿Soy inmune a la presión competitiva y al abuso de los demás? ¿Es compatible el trauma con la vorágine capitalista? ¿Puede construirse una conciencia colectiva sólida en medio de las ilusiones y la propaganda del fetichismo consumista?
En I May Destroy You, Michaela Coel interpreta a Arabella, una twitstar con un contrato editorial que cumplir que se ve bloqueada por el recuerdo borroso de una violación con drogas. Basada en su propia experiencia, la serie va profundizando en el trauma de la protagonista y en las complejas relaciones (a menudo también de abuso) que establece con los demás.
En el capítulo 7, sentada en una silla entre mujeres desconocidas, Arabella confiesa: «Antes de ser violada nunca le presté atención al asunto de ser una mujer. Estaba demasiado ocupada siendo negra y pobre. Una pequeña violación parece poca cosa cuando otras chicas mueren lapidadas por tener un móvil o sangran hasta morir con los genitales mutilados. ¿Son estos hechos un recordatorio de que no sea tan explícita sobre mis propias experiencias? ¿O mi escándalo realmente apoyará las experiencias de todas ellas?».
Arabella va tomando conciencia de que ha sido violada y de que está en estado de shock a través de las descripciones que hacen las policías investigadoras de los diferentes grados y abusos que, a menudo, no se consideran como tales. Sentado a su lado, su amigo Kwame (Paapa Essiedu) se reconoce estupefacto en la misma situación. ¿Cómo puede un hombre negro gay denunciar una violación en medio de una relación con un ligue de Grindr que empezó siendo consensuada? Arabella tampoco tiene las cosas mucho más claras: cuando las investigadoras le describen el stealthing –la acción de quitarse el condón durante una relación consensuada sin el conocimiento de su pareja– como una violación, le pone nombre a una situación que le incomodaba, pero que, hasta entonces, no entendía. La han violado dos veces sin ser consciente (por drogas o por ignorancia) de ello.
La compleja articulación entre las identidades, los contextos, las situaciones, representaciones y expectativas entran a formar parte de un modo muy hábil de la estructura narrativa de la propia serie, de manera que la toma de conciencia e investigación de la violación van de la mano hasta que la realidad de la segunda bloquea a la primera: no hay caso, no hay pruebas suficientes, no se encontrará al violador. ¿Dónde se meten las promesas y expectativas de justicia y superación colectiva cuando solo queda la recuperación y supervivencia individual?
Es fácil detenerse en los clichés porque gran parte del humor de esas representaciones recae en la voluntad de mostrar los cuerpos femeninos en su mundanidad: cuerpos flácidos y con celulitis; ropa interior funcional, alejada de todo el fetichismo de la lencería; chicas haciendo pis o defecando; vello corporal y depilaciones domésticas; tampones y coágulos de flujo menstrual en medio de una relación sexual; todo ello en un tono de comedia que arruina las narrativas del «misterio femenino» construido durante siglos por la mirada masculina.
Pero si algo tienen en común esos relatos es la resistencia a que los prejuicios y las expectativas identitarias, la presión por la belleza y la precariedad laboral se tornen en fracasos vitales. Arabella –como su creadora– encuentra en el arte y la escritura la manera de poner orden y expresar su experiencia. A las posibles clausuras narrativas imaginadas desde la épica (la venganza, la empatía con el agresor o el exorcismo) le sucede el afecto cotidiano, cómplice, de sus amigos y familia.
Para saber más:
BERLAND, Laurent (2011). Cruel Optimism. Durham, NC and London: Duke University Press.
GILL, Rosalind; SCHARFF, Christina (2011). New femininities: postfeminism, neoliberalism, and subjectivity. Houndmills, Basingstoke, Hampshire New York: Palgrave Macmillan.
Cita recomendada
PUJOL, Cristina. Narraciones femeninas de afectos y abusos en la era de la precariedad. COMeIN [en línea], octubre 2020, no. 102. ISSN: 1696-3296. https://doi.org/10.7238/c.n103.2066
Profesora de Comunicación de la UOC