Institut de cultura
 

Buenas tardes a todos. Gracias por acompañarnos. Finalizaremos hoy este ciclo de debates culturales que hemos titulado Cultura XXI: ¿Nueva economía? ¿Nueva sociedad?. Durante estas jornadas una serie de especialistas han debatido –de una forma profunda y, en términos generales, muy positiva y rigurosa– cuestiones como la cultura y la sociedad del conocimiento; los mercados culturales y el desarrollo de la nueva economía; la propiedad intelectual en el ámbito de la digitalidad; la creación cultural actual; la convivencia entre los productos nuevos y los tradicionales, y la producción de contenidos culturales en el ámbito de la información, la palabra, la edición, el arte, el patrimonio, etc.

Para concluir estos debates, hoy tenemos un tema que aglutina –tanto por lo que plantea como por las personas que nos acompañan– muchas de las cosas que aquí se han dicho: "Los hábitos culturales en la nueva sociedad". Estoy seguro de que la mayoría de los presentes compartimos la idea de que estamos en un momento de cambio importante en nuestras sociedades. Hay teóricos o conceptualizadores que hablan de mutación, otros hacen referencia a un cambio de fase y algunos expresan que simplemente se están produciendo los procesos ordinarios de modificación social que tienen lugar a lo largo de la historia -quizás en un momento de especial significación, pero no más allá de otros cambios importantes.

En este contexto, se habla mucho de nueva cultura, nueva sociedad, nueva economía, etc. Es decir, estamos añadiendo a los conceptos tradicionales el concepto nuevo, quizás con la voluntad de expresar esta realidad cambiante –para algunos mutante y para otros no tanto. De todos modos parece indiscutible que sea cual sea la valoración final del proceso que se está llevando a cabo, los vínculos entre cultura, sociedad y economía son de una naturaleza mucho más compleja que nunca, al menos en la historia contemporánea. En este sentido, es evidente que:
  • Las nuevas tecnologías y la cultura de la virtualidad expresan todo un conjunto de realidades no existentes hasta ahora.
  • Algunos teóricos hablan de la irrupción de la sociedad red.
  • Los relatos unificadores se han desintegrado y no existen como tales.
  • El multiculturalismo ha irrumpido como una realidad marcadamente trascendente en un mundo
  • Los cambios que se están produciendo y que tienen que producirse en el ámbito de la educación y del aprendizaje –y, en consecuencia, en las relaciones entre la educación y la cultura– son de naturaleza profunda (mucha gente afirma que prácticamente lo que tendríamos que hacer es aprender a aprender durante toda la vida, más que aprender de por vida).
  • Tal y como las personas aquí presentes han puesto de relieve en muchas ocasiones, la dimensión cívica y participativa de la cultura debe tener un protagonismo más importante, lo cual debe reflejarse, en consecuencia, en los cambios de hábitos culturales de los ciudadanos.
Nos encontramos en un contexto en el que parece que cada vez adjudicamos más responsabilidad a esta nueva cultura. Los que, desde la Administración pública, nos dedicamos a promoverla y fomentarla deseamos que la cultura sea el elemento central en la configuración de nuestras ciudades. En este sentido, mantenemos que la cultura debe ser el elemento que configure el modelo de crecimiento, que la cultura debe ser el lugar donde tenemos que averiguar cómo deben crecer nuestras ciudades, cómo tienen que desarrollarse, cómo tiene que fundamentarse una sociedad que acepte la diversidad en su seno, pero que al mismo tiempo tenga un concepto de identidad, en el sentido de cohesión, más sólido y profundo.

Es decir, cada vez damos una centralidad mayor al hecho cultural y ampliamos sus dimensiones. Afirmamos que la cultura es creatividad, que es el espacio principal de la participación de los ciudadanos, el elemento constituyente de nuestros modos de vivir y convivir, que la cultura a menudo es el instrumento principal de cohesión social –donde se da alguna problemática social, acabamos poniendo algún centro cultural, una biblioteca o cualquier cosa de naturaleza cultural. No es preciso que subrayemos cómo reivindicamos la importancia económica del hecho cultural. Como dicen los franceses, según las encuestas, de cada cuatro puestos de trabajo, dos o tres serán culturales. Por lo tanto, cada vez asignamos una dimensión más amplia al hecho cultural y le atribuimos mayor impacto económico –en ocasiones, eso lo decimos en sentido positivo y, a veces, nos preocupa lo que eso significa. Incluso, desde un punto de vista urbanístico, casi no hay ningún proyecto de desarrollo urbano que no tenga algún establecimiento cultural como elemento de referencia fundamental. Allí donde queremos hacer crecer la ciudad, ponemos una universidad, un museo, una biblioteca, etc. Y no debemos olvidar las dimensiones educativas vinculadas a las nuevas tecnologías.

En este contexto de cambios están emergiendo nuevos hábitos de consumo e, incluso, de prácticas creativas: la creatividad presencial, la creatividad virtual, el consumo vinculado a muchos ámbitos que antes no considerábamos culturales. Todo configura un periodo, quizás no de grandes mutaciones, pero sí de importantes paradojas, sobre las cuales podríamos reflexionar en este debate. La cultura se ha democratizado muchísimo, en su consumo, incluso en su capacidad creativa, pero, al mismo tiempo, una gran parte de los contenidos se han convertido en mercancía. La creatividad es un instinto que puede ser ejercido por más personas que hace unas docenas de años, aunque esta creatividad se encuentra cada vez más sometida al imperio o a los dictámenes del mercado. Tengo la impresión de que vivimos, cuando menos, en un tiempo de paradojas en el que las respuestas a cómo acabarán desarrollándose dichas paradojas no están resueltas.

Para afrontar algunas de estas paradojas o reflexiones, os presentaré a dos personas que merece la pena presentar, aunque sean bien conocidas. Por un lado, Gabriel Ferraté, rector de la UOC, catedrático de Automática de la Universidad Politécnica de Cataluña, presidente de Caixa Tarragona, presidente del Consejo Asesor para el Desarrollo Sostenible de Cataluña, miembro del Institut d'Estudis Catalans, de la Academia de Ciencias y Artes de Barcelona, de la Real Academia de Medicina de Cataluña y de un conjunto de centros de gran importancia. Ha sido director de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial de Barcelona, rector de la Universidad Politécnica de Cataluña, vicepresidente de la Comisión Interdepartamental de Investigación e Innovación Tecnológica (CIRIT) de la Generalitat de Cataluña, presidente de la Fundación BCD-Barcelona Centro de Diseño y director general de Política Científica. Ha recibido un gran número de galardones que expresan el sentimiento colectivo por su valía. Y, además de todo ello, es un gran bibliófilo que posee una magnífica colección de historia y crónicas de Cataluña. En 1997 cedió su colección de poesía catalana, probablemente una de las más destacadas, que contiene unos seis mil volúmenes, a la Universidad Politécnica de Cataluña.

Gabriel Ferraté hablará de los hábitos culturales especialmente desde el punto de vista del aprendizaje y la formación como elementos fundamentales para la adquisición de dichos hábitos culturales. Intervendrá durante unos veinticinco minutos y, acto seguido, podremos escuchar a Salvador Giner, también durante unos veinticinco minutos, para que luego pueda producirse el diálogo entre los dos.

Salvador Giner es catedrático de Sociología de la Universidad de Barcelona, licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona, doctor por la Universidad Autónoma de Barcelona, miembro del Instituto de Estudios Sociales Avanzados, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, miembro numerario del Institut d'Estudis Catalans. Igualmente, ha recibido muchos galardones que expresan el sentimiento colectivo acerca de sus méritos culturales. Ha sido director fundador del Instituto de Estudios Sociales Avanzados, catedrático visitante en diferentes universidades de todo el mundo –especialmente inglesas–, miembro fundador de la Asociación Catalana de Sociología, presidente del Comité Organizador del Congreso Mundial de Sociología de 1990 y de múltiples congresos, editor de la Revista Internacional de Sociología y director de la Encuesta Metropolitana de la región de Barcelona 2000-2002. Ha publicado numerosos libros, más de una treintena. Salvador Giner desde siempre se ha interesado profundamente por la teoría social, los estudios macrosociológicos, el corporativismo, la relación entre sociedad civil y gobernabilidad, y todos los ámbitos de la sociología.

Los protagonistas de este debate son dos personalidades de nuestro mundo cultural. Estoy seguro de que ambos nos ofrecerán un buen rato de conocimientos. Rogaría, así pues, al doctor Ferraté que nos haga una primera intervención y, acto seguido, hablará el doctor Salvador Giner.


Resumen:


El mundo en el que vivimos se halla en un proceso de cambios constantes que afectan a todos los ámbitos profesionales y, en concreto, al campo de la enseñanza y la formación. Es preciso encontrar nuevas soluciones a los problemas cada vez más complejos planteados por dichos cambios y, además, es necesario hacerlo en el momento y con el ritmo adecuados. La información es la pieza clave del proceso de cambio actual. Debemos transformar esta información en conocimiento y, a su vez, en sabiduría para las personas. La nueva sociedad nos obliga a aprender durante toda la vida, a formarnos continuamente. Para que ello resulte posible, hay que tener estructuras muy diversas que aprovechen los nuevos soportes de la información y la documentación y permitan superar las barreras de tiempo y espacio impuestas por las antiguas estructuras. Estas nuevas estructuras son posibles gracias al uso de la tecnología y únicamente tendrán éxito si se ponen al servicio de las personas y ayudan a construir entornos flexibles, interactivos, inmediatos y personalizados, entornos que antes habrían sido impensables. Los pilares de la nueva sociedad son la virtualidad, la globalidad y la ubicuidad, aspectos que configuran un nuevo renacimiento, que puede contribuir a eliminar la exclusión digital y a superar las barreras lingüísticas y culturales existentes en todo el mundo.


Resumen:

El proceso de mundialización de la cultura arranca de la Revolución Industrial, que ha comportado la democratización, vulgarización, masificación, tecnificación y, actualmente, la mediatización de la cultura. En los últimos años ha aparecido la tecnocultura, la cultura de la utilización de aparatos y dispositivos de todo tipo sin saber necesariamente cómo funcionan. Esta tecnocultura va ligada a una situación absolutamente nueva en la que la verdad viene definida por los medios. Hoy en día los medios de comunicación condicionan la cultura, ya que cualquier acontecimiento cultural tiene en cuenta su canal de transmisión. Antes, la cultura permanecía al margen de la política o de la economía, pero ahora hemos descubierto que es un factor de desarrollo económico inmenso. Se ha producido una toma de conciencia de la política cultural que ha hecho que la cultura entrara en el ámbito de la sacralidad. La condición sacra de la cultura contemporánea ha creado los fetiches necesarios para poder simbolizarla y, al mismo tiempo, unos acontecimientos de efervescencia colectiva para la adoración de unos dioses que ya no existen. Hemos entrado en un parque temático donde intentamos consagrar aquello que es profano. En este contexto de metáfora general hay que insertar los nuevos sucedáneos de la realidad: las comunidades virtuales y la televisión interactiva.