Nueva economía y actividad empresarial: de las TIC al cambio cultural
Jordi Vilaseca i Requena

Profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC (ONE-IN3)
jvilaseca@uoc.edu

Carlos F. Cabañero Pisa

Profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC (ONE-IN3)
ccabanero@uoc.edu

Joan Torrent i Sellens

Profesor de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC (ONE-IN3)
jtorrent@uoc.edu



El proceso de mundialización económica, una revolución tecnológica sin precedentes y los importantes cambios en los patrones de consumo de las familias dibujan una nueva realidad económica, que agrupamos bajo el denominador común de nueva economía. Desde el punto de vista empresarial, la masiva incorporación del conocimiento a la actividad económica transforma las interpretaciones tradicionales de la economía de la empresa, con la aparición de dos nuevos conceptos: el e-business y la empresa red. En este artículo se propone una nueva línea de actuación basada en el cambio cultural de los agentes económicos, como respuesta a los retos que plantea la nueva economía.


1. La nueva economía y la empresa red

A partir de la segunda mitad de la década de los noventa, las economías desarrolladas se han caracterizado por la progresiva implantación de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en el conjunto de las actividades económicas, tanto de producción como de distribución y consumo. Un amplio abanico de innovaciones de proceso y de producto en materia informática y de telecomunicaciones ha generado la aparición de nuevas actividades productivas –el sector TIC–, que, junto a la transformación de la industria de los contenidos tradicionales hacia los nuevos formatos digitales, ha dado lugar a un nuevo sector productivo: la industria de la información.

La emergente industria de la información está superando su propio desarrollo tecnológico y, en la actualidad, el conjunto de productos y servicios resultantes de la producción informacional es utilizado como factor productivo en el resto de sectores de actividad de la economía. De esta forma, se está construyendo un entramado de relaciones sinérgicas entre la industria de la información y el resto de sectores de actividad, que tiene como principal elemento visible la incorporación del conocimiento a la estructura productiva de las economías avanzadas.

Por esta razón, podemos hablar de una economía del conocimiento, que está cambiando las relaciones macroeconómicas básicas que los economistas han ido creando desde la Segunda Guerra Mundial. En efecto, todo parece indicar que las relaciones entre crecimiento económico, inflación y paro han presentado importantes cambios a partir de la segunda mitad de la década de los noventa, con la implantación de las tecnologías digitales.[1] La progresiva incorporación del conocimiento a la actividad económica se ha manifestado en los últimos años desde diversas perspectivas. Por un lado, mediante la elevada participación de las TIC en la producción de algunos sectores de actividad importantes, como el del automóvil, las industrias química y farmacéutica o las finanzas. Por otra parte, el recurso conocimiento también está aumentando su presencia en sectores productivos menos intensivos en este recurso, como por ejemplo la industria textil o la distribución comercial. Finalmente, el conocimiento también se ha manifestado mediante nuevas formas de distribución y consumo, cambios en las relaciones empresariales y nuevas formas de financiación.

Dicho de otra forma, la economía del conocimiento no sólo son las empresas puntocom. La economía del conocimiento también son los cambios en la oferta –nuevas formas de producir, de trabajar, de interaccionar las empresas, de ofrecer productos y de innovar en los diseños organizativos, etc.– y los cambios en la demanda –nuevas formas de distribuir y de consumir, de realizar inversión y financiación, de cambiar las relaciones internacionales, etc.– generados por el uso intensivo de las TIC y los contenidos digitales.

Si nos centramos en las transformaciones de la empresa como resultado de la aplicación económica de las TIC, cabe destacar que el nuevo panorama económico tiene en el e-business uno de sus pilares básicos.[2] Por e-business entendemos las actividades empresariales que se realizan a través de redes informáticas y que se organizan en red. De hecho, el e-business se configura como el diseño organizativo empresarial propio de la economía del conocimiento, de manera que la organización-red y las redes informáticas son sus dos elementos clave.

La concepción en red de la actividad empresarial ha sido uno de los elementos centrales del estudio de la teoría general de la administración empresarial. En la figura 1 podemos observar la evolución del concepto red en las diferentes escuelas de la administración. En este sentido, cabe destacar que a partir de la segunda mitad de la década de los noventa, coincidiendo con la privatización de Internet y la progresiva generalización de su uso, una vez alcanzada su masa crítica[3], algunos autores definieron un nuevo marco conceptual.[4]

Las nuevas aportaciones abandonan la concepción exógena (relativa al entorno) de la tecnología en la actividad empresarial y centran su campo de investigación en la interpretación endógena del progreso tecnológico. La endogeneización de la tecnología permite abordar el estudio de elementos intangibles, como la flexibilización de la actividad, el cambio cultural, la nueva división del trabajo en relación con los equipos multidisciplinarios y la creatividad y experiencia del trabajo, que con la concepción exógena pasaban desapercibidos debido a que la inexistencia de mecanismos de medición impedían su análisis y, por consiguiente, la toma de decisiones basadas en estos elementos intangibles.

La interiorización de las TIC en las organizaciones empresariales, como hecho real comprobado, genera un conjunto de transformaciones de la actividad, que no son explicadas por los modelos teóricos existentes hasta el momento. Este hecho da lugar a la aparición de un nuevo marco conceptual que se caracteriza por considerar las tecnologías digitales como un elemento intrínseco de la organización empresarial. Efectivamente, algunos estudios recientes demuestran claras interrelaciones entre las tecnologías digitales y los cambios organizativos, muchos de ellos vinculados con la concepción en red de la actividad empresarial, entendida ésta como la descentralización en red de las líneas de negocio y que se caracteriza por los siguientes elementos:

Fuente: elaboración propia.



La empresa red sólo es posible a partir de un cambio cultural interno. La empresa red es el resultado de un cambio estratégico y organizativo, que requiere una cultura empresarial interna y previa que sitúe el trabajo en red en el centro de su propia definición.

La empresa red combina activos especializados, frecuentemente intangibles, desde un control compartido. La integración estratégica de los proveedores y clientes en una organización nos conduce hacia una visión global de todos los recursos utilizados para la consecución de metas y objetivos, a partir de una cultura empresarial común. Esta vinculación estratégica, que facilita las sinergias entre nodos altamente eficientes, permite abordar proyectos comunes de mayor complejidad.

La empresa red se fundamenta en una toma de decisiones basada en el conocimiento y no en la jerarquía. La utilización de las TIC libera al trabajo de algunas de sus tareas rutinarias y le permite desarrollar su capacidad para tomar decisiones. Este hecho sitúa el conocimiento tácito del lugar de trabajo en el epicentro de las decisiones, con lo que sustituye progresivamente las relaciones jerárquicas. Esta alteración transforma la relación contractual del trabajador con la empresa y define un nuevo modelo de contraprestación centrado en el control de las actividades y en la toma de decisiones.

Las comunicaciones en la empresa red son directas y comprenden el conjunto de todos sus nodos. Las TIC reducen hasta tal punto los costes de transacción que esta variable deja de ser el criterio central de organización en beneficio del conocimiento y sus relaciones nodales, que se configuran como el elemento clave en la eficiencia de las comunicaciones internas de la empresa.

La empresa red se organiza en equipos de trabajo multidisciplinares de geometría variable. La especialización basada en el conocimiento y las comunicaciones directas permite configurar grupos de trabajo multidisciplinarios, variables y específicos para cada proyecto de negocio, con lo cual se rompen las barreras entre áreas funcionales. Una vez cumplidos los objetivos de los proyectos, estos equipos se recomponen flexiblemente en otros proyectos.

Las relaciones de los integrantes de la empresa red superan las vinculaciones contractuales basadas en el precio, las características funcionales y el nivel de servicio. El elevado grado de integración estratégica definido por la empresa red hace insuficientes los tres elementos anteriores, que caracterizan la vinculación entre dos empresas. Nuevas variables, como la capacidad de adaptación a diferentes culturas empresariales y la confianza para compartir información relevante, son fundamentales en las relaciones entre las empresas que configuran la red.


En definitiva, la empresa red supone una ruptura de los principios básicos de la organización y la estrategia empresarial. Las TIC transforman el diseño de los puestos de trabajo, el establecimiento de las relaciones jerárquicas y las relaciones entre los diferentes componentes de la actividad empresarial (áreas funcionales o procesos).

En la empresa red, la división del trabajo se fundamenta en la división del conocimiento: los puestos de trabajo se diseñan para que el factor humano sea parte activa de su actividad, con lo cual se transforman las relaciones jerárquicas al situar la toma de decisiones en el lugar de trabajo. Por consiguiente, la configuración del conocimiento como elemento central de la organización y la estrategia empresarial únicamente es factible si la relación entre los componentes de la actividad se estructura en red, ya que las antiguas formas de coordinación, basadas en la jerarquía piramidal, resultan inviables.


2. Las TIC y la teoría de la administración empresarial

La evolución de las diferentes concepciones de la organización empresarial se ha producido en un contexto marcado por el inicio y la consolidación de las TIC como elemento estratégico de la actividad económica. Las figuras 2 y 3 presentan la evolución de las tecnologías digitales y su relación con la evolución de la teoría de la administración empresarial. Por lo que se refiere a las tecnologías digitales, es importante señalar que su evolución se ha dirigido hacia el tratamiento y la gestión de la información de manera descentralizada. Hasta los años sesenta se producen grandes avances en el tratamiento de la información, aunque de manera individualizada. No es hasta los años setenta cuando los avances en las comunicaciones permiten descentralizar y extender en red este tratamiento. Durante las décadas posteriores se profundiza en los dos elementos anteriores hasta que, a mediados de los noventa, con la irrupción de Internet y su difusión, el tratamiento masivo, factible y en redes de la información se convierte en un elemento central de la actividad empresarial.

Fuente: elaboración propia.


Respecto al pensamiento administrativo, cabe destacar que ha evolucionado paralelamente al desarrollo de las TIC. A partir de los años cincuenta surgen varias teorías que enfatizan la relación de la empresa con su entorno y que basan su análisis en la interpretación de la empresa como sistema y en el estudio de las relaciones entre los individuos y las organizaciones. La teoría estructuralista, parte de la teoría clásica desarrollada por Marx y Weber, se origina por la necesidad de considerar la organización como una unidad social y compleja y establece un nuevo concepto de estructura basado en la relación entre las partes que conforman la actividad empresarial (agentes y entorno económico).

La teoría de sistemas concibe la empresa como un sistema abierto, con unos límites organizativos poco definidos, en contraposición con la visión de un sistema cerrado de las escuelas anteriores. Además, esta teoría analiza la relación de la actividad empresarial con su entorno y pone el énfasis en el cambio organizativo necesario para la adaptación a dicho entorno. La teoría neoclásica, por su parte, hace hincapié en la descentralización de las actividades y la eficiente capacidad de respuesta ante las exigencias internas y externas. Esta teoría profundiza en la división del trabajo basándose en diferentes criterios, que van desde las funciones hasta los proyectos pasando por los productos o la localización geográfica.

La teoría del comportamiento incide en los procesos de decisión en función de la información recibida del entorno. Finalmente, la teoría del desarrollo organizacional pone el énfasis en la confección dinámica de la organización entendida de manera sistémica, integrada por grupos de personas en interacción con su entorno.

Sin embargo, no es hasta la década de los setenta, coincidiendo con la aparición de las primeras redes informáticas, cuando el pensamiento administrativo se centra en la relación entre organización y tecnología (teoría situacional), aunque desde una perspectiva de entorno o exógena.

Fuente: elaboración propia.


La evolución posterior del proceso de digitalización (Internet, EDI, EDI Internet) hace necesaria la aparición de un nuevo marco conceptual, que permita analizar la tecnología como variable endógena de la empresa. En efecto, los estudios empíricos llevados a cabo[5] evidencian para diferentes muestras de empresas que una inversión en tecnologías digitales únicamente se rentabilizará, es decir, generará aumentos sostenidos en la productividad empresarial, si se compagina con cambios organizativos y aumentos en la capacitación de la fuerza de trabajo.

Dicho de otro modo, la inversión en TIC por sí sola no tiene por qué traducirse en aumentos de la productividad. Ahora bien, esta conclusión no parece muy distinta de los resultados de la investigación empírica sobre la inversión tecnológica obtenidos en otras épocas y fundamentados en las teorías anteriores. Lo que es realmente nuevo de esta conclusión es la superación del concepto adaptación, entendido como la reacción de una organización empresarial a las circunstancias del entorno. En efecto, las tecnologías digitales no son un mecanismo alternativo más para el desarrollo de la actividad, sino que pueden llegar a poner en crisis la propia esencia de esta actividad. Por ejemplo, las TIC no son únicamente un instrumento que deba utilizar el departamento de contabilidad de una empresa con la finalidad de eliminar los archivos físicos, sino que permiten el establecimiento de un flujo de información y comunicación dentro de la empresa que puede llegar a plantear la posibilidad de redefinir la función contable de la misma.

En este sentido, tal como muestra la tabla 4, basada en un estudio reciente de la Comisión Europea sobre 1.000 empresas danesas, cabe destacar que las empresas que realizan una inversión en TIC y la compaginan con un cambio organizativo logran unos aumentos de productividad superiores a los de aquellas empresas que mantienen inalterada su organización. Este hecho, sin embargo, no añade valor a las teorías que incidían en la consideración exógena de la tecnología. Lo realmente significativo es la magnitud de la diferencia entre las empresas que realizan el cambio organizativo (con aumentos de la productividad acelerados y superiores al 3% a partir del segundo año, una vez realizada la inversión) y las empresas que no realizan el cambio organizativo y que presentan aumentos bastante menores de la productividad y con una tendencia constante en torno al 0,5%. Esta evidencia parece mostrar que la tecnología deja de ser un aspecto al cual debe adaptarse la empresa para convertirse en el centro de su propio diseño organizativo.

Fuente: elaboración propia.


Incidiendo en los resultados obtenidos anteriormente, cabe destacar un nuevo aspecto paralelo a la importancia de las TIC y del cambio organizativo en los aumentos de productividad. Se trata de los modelos de comercio electrónico entre empresas (business to business) como indicador del desarrollo de la actividad empresarial en red y a través de redes informáticas. La tabla 5 muestra una comparativa de las estimaciones de comercio electrónico entre empresas a escala mundial realizadas por las principales consultoras de Internet para el quinquenio 2000-2004. Los resultados más importantes de estas estimaciones ponen de relieve las expectativas de un significativo aumento del volumen de transacciones realizadas a través de la interconexión digital entre empresas.

Fuente: elaboración propia.


Como señalábamos anteriormente, uno de los aspectos clave en la consideración endógena de la tecnología es la redefinición del concepto cambio organizativo. Si bien antes de la introducción de las TIC este concepto no ponía en tela de juicio aspectos fundamentales de la organización como la propia división del trabajo, en la actualidad la consideración endógena de las TIC incide en aspectos como la capacitación del factor humano y la organización de su trabajo, y los sitúa en el centro del cambio organizativo. Una de las explicaciones de las grandes diferencias en los aumentos de productividad que genera la inversión digital, tal como hemos apreciado en la tabla anterior, puede imputarse precisamente a los cambios en el diseño organizativo. Estos cambios dejan de centrarse prioritariamente en las estructuras jerárquicas para entrar a cuestionar el propio origen de la organización, que no es otro que la propia organización del trabajo. La evidencia empírica disponible demuestra que aspectos como la capacitación y las habilidades (skills) del factor trabajo y los activos intangibles son elementos centrales del cambio organizativo.
3. Una propuesta para la transformación de la actividad empresarial

En los dos apartados anteriores hemos visto cómo las tecnologías digitales están transformando la actividad empresarial hasta tal punto que en la actualidad el conocimiento se configura como el elemento central en la explicación de los incrementos de productividad y competitividad, además de constituirse en el catalizador de las transformaciones de la organización y la estrategia empresarial.

En el nuevo entorno económico, la configuración de un marco de competencia global y los procesos de integración económica actualmente en marcha, junto con la creciente sustitución de las competencias en política económica nacional, sitúan la innovación como uno de los elementos prioritarios en el fomento del crecimiento económico. Todo parece indicar que la competencia vía salarios y los tradicionales recursos competitivos de la política económica nacional han sido sustituidos por la creación de nuevas mercancías (innovación de producto) y por las combinaciones más eficientes en la generación de las ya existentes (innovación de proceso) en la estrategia de maximización de beneficios de la economía global.

Aunque los indicadores clásicos de la actividad innovadora en nuestra economía, como la inversión en investigación y desarrollo (I+D), muestran un notable atraso relativo en relación con los países más avanzados,[6] la posición de los inputs básicos para la innovación no es tan desfavorable. El nivel de formación de la fuerza de trabajo, la estabilidad macroeconómica, los progresos en la eficiencia microeconómica y la sensibilización de todos los agentes económicos con respecto a la importancia de la innovación, con una incipiente pero importante apuesta por la inversión en intangibles, son elementos positivos de nuestro entorno económico. Sin embargo, todavía es largo el camino que nos queda por recorrer.

Aunque todavía es relativamente pronto para evaluar las políticas públicas de desarrollo de la sociedad de la información y el conocimiento,[7] en la actualidad ya estamos en disposición de hacer algunos comentarios al respecto. A pesar de que el abanico de acciones de estas iniciativas es relativamente amplio e incide en algunos de los aspectos clave del desarrollo de la economía del conocimiento, como la investigación, la formación y la conversión de los contenidos a los nuevos formatos digitales, se pueden señalar algunos aspectos complementarios que, a nuestro entender, son prioritarios para una transformación eficiente y eficaz de la actividad empresarial.

En primer lugar, cabe destacar la necesidad de impulsar un plan integral y multidisciplinar de investigación sobre la sociedad de la información. En concreto, es necesaria la obtención de datos primarios que permitan analizar con detalle las transformaciones económicas y sociales derivadas del uso intensivo de las TIC. Únicamente a partir de una descripción detallada de la realidad, se pueden impulsar las políticas necesarias para el desarrollo de la economía del conocimiento.

En segundo lugar, es necesaria la superación de las acciones diseñadas en el campo de la investigación y la formación centradas en el aspecto infraestructural. Dicho de otra manera, hay que impulsar el conocimiento que crea conocimiento. La mejora de las condiciones generales de la investigación, el desarrollo y la docencia, los planes de formación para los agentes económicos y, en general, todas las iniciativas destinadas a aumentar la comprensión general del significado y las transformaciones que generan las tecnologías digitales son claramente iniciativas de futuro.

En tercer lugar, es necesario impulsar el desarrollo de la industria de la información. En concreto, se trata de sentar las bases para el desarrollo de dos de los principales elementos limitadores en la evolución de la economía del conocimiento: la introducción de competencia efectiva en el mercado de telecomunicaciones y la generación de una cultura empresarial, con facilidad de acceso a la financiación y capacidad para desarrollar nuevas iniciativas de negocio.

Y, finalmente, en cuarto lugar, es preciso desarrollar una estrategia de incentivos para la difusión de los efectos expansivos que tiene el uso de las TIC para el conjunto de la actividad económica. Dicho de otro modo, empresarios, trabajadores, sindicatos, patronal, universidad y Administración, entre otros, tendrían que desarrollar un proceso de reflexión estratégica, con el objetivo de analizar la dirección que toma la actividad económica y empresarial en su conjunto y, todavía más, de conseguir entre todos proyectar una trayectoria que nos sitúe en una posición de futuro favorable.

En este sentido, para alcanzar el cambio cultural necesario con vistas a afrontar los retos de la nueva economía, se hace necesaria una política decidida y compartida por todos los agentes económicos, basada en tres pilares: información, formación e innovación. Hemos llamado a esta política de desarrollo de la economía del conocimiento política IFI.

Información para conocer y explicar las transformaciones de la actividad empresarial que las tecnologías de la información y la comunicación están generando. Formación para inserir al conjunto de los agentes económicos en la nueva realidad. La clarificación de la función social de la formación y el reconocimiento de las necesidades reales de la empresa son dos elementos imprescindibles en el contexto actual. De hecho, se trata de superar el concepto de formación para el estudiante y de avanzar en la formación en la actividad empresarial. La combinación de las políticas de información y formación es condición necesaria y suficiente para la generación de la nueva cultura de la innovación. Nuevas soluciones para nuevos retos.


4. Conclusiones

En este artículo hemos analizado cómo la interiorización de las TIC en la actividad empresarial ha tenido como resultado la aparición de nuevos diseños organizativos y estratégicos centrados en la red. El conocimiento se configura como el elemento central en la división del trabajo, y se puede llegar a hablar de la división del conocimiento. Este principio conlleva profundos cambios en las relaciones entre los componentes de la organización, un cambio de tipo de relaciones que sólo es viable bajo la concepción red de la actividad empresarial.

Por otro lado, hemos analizado de manera conjunta la evolución y el desarrollo de las tecnologías digitales y de la teoría general de la administración. Hemos podido observar cómo las concepciones teóricas de la actividad empresarial evolucionan hacia un concepto empresarial basado en la relación entre diferentes componentes, de los cuales destaca el factor humano y la relación con un entorno donde la tecnología tiene un papel prioritario. Sin embargo, los datos empíricos demuestran que estas teorías resultan insuficientes en la interpretación de la relación existente entre empresa y TIC. Se hace necesaria la creación de un nuevo marco conceptual que conciba la tecnología como una variable endógena de la actividad empresarial y que sea capaz de explicar los profundos cambios organizativos ocasionados por la difusión y la penetración de las TIC en la empresa.

Una vez analizados los cambios que genera la incorporación de las TIC a las concepciones teóricas de la actividad empresarial, se hace una propuesta de desarrollo de la economía del conocimiento que incide en la información, la formación y la innovación como elementos determinantes del cambio cultural necesario para una traslación eficiente y eficaz de las estructuras tradicionales a la nueva economía.



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Notas:
[1] Véanse Greenspan (2000, 2001), OCDE (2000a, 2001b, 2001c) y US Department of Commerce (2000).
[2] Véase Manuel Castells (2001). La galaxia Internet. Reflexiones sobre Internet, empresa y sociedad, Plaza & Janés, Madrid, página 83.
[3] Como señala la ley de Metcalfe, según la cual el valor de una red aumenta en proporción al cuadrado del número de nodos, a partir de 1995 se observa un importante aumento en todos los indicadores de uso de las tecnologías digitales. Véanse ITU (2001) y OCDE (2000a).
[4] Véanse los trabajos del centro de estudios sobre e-business del MIT http://ebusiness.mit.edu.
[5] Véanse los trabajos de Brynjolfsson et al. (1998; 2000).
[6] Según datos recientes de la Comisión Europea, la economía española destinó un 0,9% del PIB a la inversión en I+D el 2000, cifra sensiblemente inferior a la media de los países europeos, encabezados por los registros cercanos al 4% de los países escandinavos.
[7] En nuestro entorno destacan tres iniciativas: la comunitaria, con el plan de acción e-Europe 2002; la de ámbito estatal, con el plan de acción Info-XXI, y la de ámbito regional, con la iniciativa Catalunya en xarxa. Para más información, véanse los siguientes URL: http://europa.eu.int/comm/dgs/ information_society/index_en.htm, http://www.infoxxi.es y http://dursi.gencat.es/ca/si/ observatori.htm.


Enlaces de interés:

EITO:
http://www.eito.com
Dirección General para la Sociedad de la Información de la Comisión Europea:
http://europa.eu.int/comm/dgs/information_society/index_en.htm
Reserva Federal de los EE.UU:
http://www.federalreserve.gov/boarddocs/speeches/2001/20010620/default.htm
Dirección General de Ciencia, Tecnología e Industria de la OCDE:
http://www.oecd.org/DSTI
Bureau of Economic Analysis (EE.UU.):
http://www.bea.doc.gov/
The Digital Economy 2000. Ministerio de Comercio de los EE.UU:
http://www.esa.doc.gov/508/esa/DigitalEconomy.htm
Forrester:
http://www.forrester.com
Gartner Group:
http://www.gartner.com
Morgan Stanley:
http://www.morganstanley.com
eMarketer:
http://www.emarketer.com
Morgan Stanley:
http://www.morganstanley.com
eMarketer:
http://www.emarketer.com
[Fecha de publicación: abril de 2002]