En el nuevo contexto definido por la nueva economía, la innovación es el resultado de la articulación entre la creación del conocimiento y la empresa y la difusión de este conocimiento en las demás ramas de actividad. Con esta perspectiva, la universidad debe posicionarse en el centro de la innovación, ya que la creación y difusión de conocimiento serán mucho más eficientes socialmente si se garantiza su carácter universal, del cual la universidad debe seguir siendo el máximo exponente.
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La asociación entre crecimiento económico libre de inflación con informatización y globalización define una nueva economía, con unas implicaciones sobre el conjunto de la sociedad marcadas por el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (en adelante, TIC), en la cual uno de los principales recursos productivos será definido por la información y el conocimiento.
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Las reglas del juego quedan modificadas sustancialmente en esta nueva economía. Si, en el pasado, la tecnología y la organización del trabajo eran elementos capitales en los aumentos de productividad, en el futuro, el conocimiento y la capacidad de crear conocimiento y distribuirlo tendrán un papel fundamental en la definición del crecimiento económico.
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El impacto de la nueva economía sobre la división internacional del trabajo será de fuertes consecuencias, porque sociedades en que históricamente se había definido una posición estructuralmente privilegiada en el marco de la industrialización, podrían perder, en el nuevo escenario, la capacidad competitiva dada la incapacidad de organizar una economía basada en el conocimiento, mientras que sociedades históricamente relegadas a un segundo plano en la creación de riqueza industrial podrían situarse a la vanguardia si son capaces de aprovechar eficazmente la creación de conocimiento.
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En estas circunstancias, la innovación es el resultado de la articulación entre la creación del conocimiento y la empresa y la difusión de este conocimiento en las demás ramas de actividad. Con esta perspectiva, la universidad debe ser el centro de la innovación, ya que la creación y difusión de conocimiento serán mucho más eficientes socialmente si se garantiza su carácter universal, del cual la universidad es el máximo exponente.
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La combinación entre el capital riesgo, el uso intensivo de las TIC y la flexibilidad organizativa conforma el pilar que define la posibilidad de crear centros de innovación con capacidad competitiva de ámbito global.
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El tipo de financiación de la investigación y el desarrollo dibuja diversos perfiles en la generación de conocimiento. Así, por ejemplo, en EE. UU., la financiación privada de la investigación (fuerte interrelación entre la empresa privada y la universidad) ha definido una economía altamente innovadora. En cambio, en Europa, la financiación pública de los principales programas de investigación ha dado lugar a proyectos de gran envergadura, que a menudo han tenido dificultades de aplicación en la actividad económica (exceptuando proyectos emblemáticos como el caso del CERN o la Agencia Espacial Europea).
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Relacionado con el capital riesgo, el problema fundamental de la diferencia entre estas dos economías estriba en la rapidez para desarrollar iniciativas relacionadas con la nueva economía. Es decir, una de las características fundamentales de las innovaciones en este nuevo contexto es la altísima rapidez de difusión internacional de la tecnología, y también su incorporación al mercado de productos finales.
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El uso intensivo de las TIC nivela el acceso a la información a escala mundial. La proliferación de redes internacionales de investigación es una de las características que configura la investigación de hoy en día. La potencialidad de los nuevos equipos de investigación no sólo depende del grado de financiación sino también de las alianzas estratégicas, que crean las redes internacionales y facilitan el acceso al capital riesgo. Por otro lado, la complejidad de los nuevos procesos de las actividades creadoras y difusoras de conocimiento abre una nueva perspectiva en la configuración organizativa de las instituciones de investigación y formación.
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Solucionar la conexión entre la financiación y los centros universitarios es uno de los principales retos que debe plantearse la política económica, durante los próximos años, para asegurar un espacio en la nueva división internacional del trabajo basada en el conocimiento, y la responsabilidad de esta solución recae en los poderes públicos, en los poderes privados y en los poderes universitarios.
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La organización flexible, tan extendida en el mundo empresarial, es uno de los pilares vertebradores en la eficacia de las universidades y los centros de investigación. En este marco, la flexibilidad se convierte en un concepto estructuralmente fuerte. Esta flexibilidad se define por tres elementos fundamentales:
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1. Universidades con capacidad de articular redes interdisciplinarias de docencia e investigación (superación del concepto profesor universitario autosuficiente).
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2. Universidades con capacidad de articularse en redes institucionales de docencia y de investigación (superación del concepto universidad autosuficiente).
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3. Universidades con capacidad de articular conexiones con la actividad productiva (relaciones universidad y empresa).
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Si la financiación universitaria es un problema de pacto social (universidad-sector público-sector privado), el nuevo tipo de organización universitaria para garantizar la competitividad en un marco global, y basado en el uso intensivo de las TIC, requiere, por una parte, un cambio en la legislación (en estos momentos, fuente de una de las principales cotillas para el desarrollo universitario), pero, por otra, un importante cambio en la cultura universitaria. El cambio cultural es tanto individual como colectivo, y, en este sentido, acabaremos desarrollando los tres apartados anteriores.
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Comencemos por la superación del concepto profesor universitario autosuficiente. El profesor universitario, desde la vertiente docente, ¿debe transmitir exclusivamente contenidos o desencadenar procesos de aprendizaje?
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Las TIC abren nuevas vías de aprendizaje y modifican el rol del profesor. La posibilidad de acceder a una gran cantidad de información hace que el profesor abandone su actividad transmisora de conocimientos y focalice sus esfuerzos en el aprendizaje del aprendizaje. Es decir, la docencia universitaria debe desencadenar procesos de aprendizaje con la finalidad de orientar al estudiante hacia la creación de su propio conocimiento a partir del conjunto de recursos de información disponibles. Para realizar esta nueva tarea docente, el profesor necesita trabajar juntamente con diversos especialistas (informáticos, pedagogos, etc.), lo que le exige entrar en la dimensión del trabajo cooperativo.
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Por lo que respecta a la superación del concepto universidad autosuficiente, el elemento crucial, desde una perspectiva cultural y organizativa, es la capacidad de crear redes con el objetivo de aunar esfuerzos en el marco de una actuación a escala mundial. Es decir, las universidades locales, por sí solas, difícilmente pueden competir en el ámbito global. Ni siquiera un sistema público universitario puede competir con transnacionales universitarias (desde Berkeley University, pasando por Motorola University, hasta McDonald's University) que progresivamente se van instalando en todos los países del mundo, con la consiguiente estandarización de las realidades locales, o incluso como servidores de intereses institucionales de las grandes corporaciones, muy lejos de las realidades sociales y económicas inmediatas. El nuevo marco supera la concepción de competitividad local, ya que el competidor de la universidad pública no es la universidad pública, sino una universidad transnacional. Debemos abandonar prácticas de competencia entre nuestras instituciones locales y diseñar un sistema universitario racional, competitivo y capaz de hacer frente a la entrada de universidades internacionales.
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En tercer lugar, y por lo que se refiere a las relaciones entre la universidad y la empresa, los retos que se plantean son también muy importantes. Sin embargo, si los problemas universitarios a menudo son de tipo cultural, los objetivos empresariales son claramente medibles, lo que obliga a reflexionar sobre cuáles deben ser, en el futuro, estas relaciones, que garanticen, no únicamente un potente sistema universitario, sino también una economía productiva mundialmente competitiva.
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Estas relaciones en ningún caso deben limitar la independencia universitaria ni deben basarse en desconfianzas entre la empresa y la universidad, así como el hecho de que la empresa no sea consciente de la necesidad de vinculación con la universidad en una economía tan dinámicamente competitiva y basada en el conocimiento.
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Este nuevo marco de relaciones ha de hacer prevalecer tres ideas clave: la primera, que la cultura empresarial, pero también la sociedad, deben disminuir la aversión al riesgo, es decir, considerar la realidad más inmediata como laboratorio de experimentación y también crear proyectos de alcance mundial que ilusionen al conjunto de la sociedad. La segunda, que la empresa, independientemente de la dimensión que tenga, debe superar las preocupaciones del día a día y diseñar estrategias a largo plazo, apostando claramente por la innovación, y el marco universitario puede ser un lugar idóneo para investigar esta nueva necesidad. Y, finalmente, que el estudiante, como principal inversión social, debe tener el papel más importante en la relación universidad y empresa.
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Es decir, esta conexión no se produce únicamente en el marco de la investigación y el desarrollo, ni tampoco por el hecho de que la futura demanda de trabajo se centre en los estudiantes: el verdadero innovador de la futura economía ha de ser y será el actual estudiante. En las nuevas reglas del juego, definidas por la nueva economía, la apuesta por las personas se convertirá en un elemento estratégico de competitividad. Y, por tanto, debemos reforzar unas relaciones universidad y empresa basadas en el estudiante.
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Fecha de publicación: 26 de enero de 2001 |
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